Lo imposible está cerca de hacerse realidad. Pocos, muy pocos, incluido un servidor, pensaban hace dos semanas y media que el milagro pudiera cumplirse. Sin embargo, tres jornadas después de caer derrotado contra el Espanyol en Los Cármenes, el Granada ha hecho el partido de la temporada en Anoeta y depende de sí mismo para lograr la salvación. Ver para creer.

El club rojiblanco llegaba a San Sebastián en plena ola de optimismo suscitada por las dos victorias consecutivas que arrastraba desde la llegada de José Ramón Sandoval. El de Humanes, que va camino de convertirse en hombre milagro del Granada, ha sido capaz de levantar a una plantilla que estaba casi defenestrada. Con la conquista de Getafe y el triunfo de la pasada semana ante el Córdoba, su equipo continuaba vivo en la pelea por la salvación a falta de dos jornadas para el final de Liga.

Sandoval optó por mantener a la mayoría del bloque que le dio los tres puntos ante los califas. La única novedad era la entrada de Manuel Iturra por Rubén Pérez en el centro del campo. Enfrente, una Real Sociedad que no se jugaba nada y cuyo entrenador, David Moyes, andaba más pensando en la planificación de la próxima campaña que en lo que resta de esta.

Primer acto descafeinado

El partido arrancó con una Real que quería tener el balón y agradar a su público frente a un Granada que se encomendó a la contra como arma en los primeros compases. Sin ocasiones claras para ningún bando, Lass Bangoura era el que le ponía picante al tramo inicial del encuentro. Una arrancada suya propició la primera amarilla del partido, en el minuto seis.

No fue hasta la primera media hora cuando el encuentro comenzó a animarse. Los andaluces volcaban sus ataques por la banda izquierda, por la que Lass fue una auténtica pesadilla para Carlos Martinez. El guineano desbordó en dos ocasiones hasta la línea de fondo y dio el pase atrás sin que Rochina primero, y Javi Márquez después, consiguieran alojar el balón en la meta de Zubikarai. Por el bando donostiarra fue Chory Castro el que probó a Roberto en un disparo cruzado que atajo certeramente el meta de Chantada. Al filo del descanso llegó la más clara para los visitantes, con una falta lateral botada por Piti,  cabeceada por Mainz al segundo palo y repelida magistralmente por Zubikarai. Empate al descanso y el Granada obligado a buscar más.

La calma antes de la tempestad

La lesión de Lass y la entrada de Robert lo cambiaron todoDicho y hecho. Los hombres de Sandoval eran conscientes de que el empate no era suficiente y salieron a la segunda mitad en busca del gol. En los primeros cinco minutos del segundo acto gozaron de dos córners consecutivos y varias llegadas que no terminaban de culminar. El paso del tiempo puso fin al arreón inicial de los nazaríes y dieron paso a los mejores minutos donostiarras. Los locales tomaron el mando de las operaciones y comenzaron a llegar con claridad a la meta de Roberto, desbordando por bandas y poniendo en ligeros aprietos al Granada. Primero fue Castro con un disparo que se marchó cercano y, más tarde, Carlos Martínez con un centro chut que se estrelló en el poste. Entre medias, Lass se retiraba lesionado del terreno de juego y daba entrada a Robert Ibáñez. El cambio que lo cambió todo.

Ciclón rojiblanco

El destino le tenía reservado al Granada un final de partido para enmarcar. En el minuto 75 llegó la acción que desencadenó la tormenta rojiblanca sobre Anoeta. El Arabi metía un pase interior para Robert, este se llevó el balón con la oposición de un defensor realista y devolvió al delantero marroquí el pase de la muerte para que empujara el balón a la red. Cuarto gol del denostado Youssef en tres jornadas y la algarabía colectiva en las filas nazaríes. A partir de ese momento, se acabó la Real.

Cinco minutos después, Robert encaró en la frontal del área tras un balón regalado por Carlos Martínez, disparó y la pierna de un defensor realista envió el balón por encima de Zubikarai y fondo de las mallas. El valenciano, que se había quedado fuera de la última convocatoria, sentenciaba la contienda y hacía respirar tranquila a la hinchada rojiblanca, al borde de un ataque de nervios.

Cuando todo parecía finiquitado, Rubén Rochina quiso unirse a la fiesta y regaló un gol de bandera a todos los asistentes a Anoeta. El valenciano robó un balón en medio campo, vio al guardameta local adelantado y clavó una magistral vaselina para cerrar la goleada y reivindicar su buen momento de forma desde la llegada de Sandoval. Tras esto, el final y la alegría desbordada en las filas granadinistas.

Con la victoria en San Sebastián, más la derrota del Almería en Sevilla, el Granada sale de los puestos de descenso y afronta la última jornada dependiendo exclusivamente de lo que haga frente al Atlético de Madrid, que llegará a Los Cármenes jugándose la tercera plaza. Lo impensable ha cogido forma y está cerca de materializarse. El sábado que viene, a las 18:30 horas, el coliseo del Zaidín rugirá en post de un sueño de Primera. Un final de Liga de infarto.