Babá Diawara abandonará el Levante sin haber logrado el objetivo que se planteó al inicio de la temporada: ser más importante para el club granota de lo que lo fue en su día Arouna Koné. Llegó a finales de agosto en calidad de cedido desde Sevilla, también desde el club de Nervión, igual que el marfileño. La afición y la prensa habían depositado grandes esperanzas en él, confiaban en ver sobre el verde del Ciutat de València a alguien comparable a Caicedo o Martins, pero esta vez se rompió la sucesión.

El bajo estado de forma en que llegó el senegalés hizo esperar hasta la cuarta jornada para ver su debut. No lo hizo mal, pero tuvo que ser sustituido a la media hora por una indisposición. Tal vez las ganas de volver a ser titular, después de tanto tiempo –toda una temporada casi en blanco en el Sevilla–, quizá el peso del dorsal número 10 de Iborra, o quién sabe si la cifra goleadora que se había autoimpuesto le pasaron factura aquel día.

Joaquín Caparrós siguió contando con él durante las siguientes jornadas como referencia en ataque y titular indiscutible. Durante los diez partidos que disputó hasta que se lesionara en la decimosexta jornada, tuvo una progresión irregular que ya hacía presagiar que no era el punta que se esperaba para el cuadro azulgrana.

Sólo ciertos destellos de calidad y el tanto que abrió el marcador en el encuentro que los granota acabarían perdiendo en casa frente al Real Madrid en el último minuto proporcionaban la ilusión de que Manolo Salvador no se hubiera equivocado por primera vez en largo tiempo. Pero únicamente consiguió dos tantos más en la temporada: previamente a ese, el debut anotador ante el Real Valladolid, y tras el que hirió a los merengues, otro al Espanyol.

Tras la lesión que le tuvo nueve partidos fuera de los terrenos de juego, Babá no volvió a ser el delantero que parecía empezar a despegar de nuevo tras las primeras jornadas, si bien no había estado a la altura de sus predecesores. Cierto es que el Levante de Caparrós no jugaba como el de Luis García (cuando estaba Felipe Caicedo), ni tampoco era tan vertical como el de Juan Ignacio Martínez (donde los referentes fueron Koné y Obafemi Martins), pero se le suponía un trabajo mucho mayor en el área rival.

David Barral, que se había perfilado de inicio como su segundo, pasó a ocupar su puesto durante ese período. Y convenció, no sólo a la afición sino también al entrenador, con los cinco goles que anotó en la ausencia del senegalés. Además, demostró ser un ariete sumamente molesto para las zagas rivales. A partir de este momento el gaditano pasó a ser el titular y Babá su reserva.

Desde su regreso, el atacante que estaba llamado a hacer olvidar a los grandes nombres de las últimas temporadas sólo pisó el césped en nueve ocasiones, disputando un total de 205 minutos. No volvió a marcar.

Ahora Babá Diawara regresa al club hispalense sin haber cumplido con su propósito, pues el Levante no ejercerá la millonaria opción de compra que pesa sobre él. Sus tres tantos en veinte partidos quedan demasiado lejos de los 13 de ‘Felipao’, los 17 de Koné en el ‘Euro Levante’ o los 9 de Martins en la temporada más internacional del club de Orriols.

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Rubén García González
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