El año pasado los periquitos alzaron el vuelo hacia la final de copa, pero tras eliminar a Sevilla y Valencia, y después de sacar un empate a uno en San Mamés, quedaron de nuevo enjaulados ante el apetito de los leones, que demostraron su condición de equipo copero evitando el derbi catalán en la final. En sus alas azules y blancas, los periquitos todavía liman cicatrices de aquel fatídico partido de vuelta en su estadio que les alejó del sueño de repetir la gesta, no tan lejana, de ganar la copa del rey como hicieron el día del famoso gol de Tamudo a Toni.

Mañana, en el Ciutat de València, el Espanyol retornará a la competición copera sabedor de que repetir el camino hacia la semifinal no es tarea fácil. El primer escollo es un Levante que no acostumbra a sobrevivir muchas rondas en una competición que le incomoda, y más cuando sus urgencias ligueras enturbian cualquier distracción.

Sergio González y Rubi aprovecharán la ocasión para dar minutos a los menos habituales. En el Levante llegará la oportunidad especialmente para los porteros suplentes, Mariño y Jesús Fernández, que todavía no se han estrenado esta temporada.

Con la navidad asomándose en el horizonte, la copa llega de forma perezosa escondida tras un formato a doble partido que no contenta ni a clubes ni a aficionados. El Ciutat dejará ver seguramente gradas desiertas, expresando así su involuntaria protesta ante una competición cada vez más anónima de la que sólo se habla a la hora de elegir la sede de la final o para opinar sobre si se debe o no pitar el himno nacional.

De todos modos, la copa puede servir para coger impulso de cara a la Liga, además de para testar el estado de forma de un rival que volverá a estar enfrente el próximo lunes en la competición doméstica. Aunque cueste motivarse, es semana de copa, semana de fútbol, semana de emociones.