El Villamarín es testigo virtual de lo que parece ya insalvable. El Levante, en otro partido bien jugado, planteado y llevado a la práctica, empieza a despedirse de Primera División salvo un milagro que cada jornada sobrepasa el imposible. Esta vez la balanza se decantó en los últimos diez minutos con un gol de Rubén Castro en una representación al enésimo mazazo que hunde a los granotas en el fondo de la tabla y los abandona sin fuerzas y alma para sacar la cabeza. Las opciones de permanencia existen, pero la paciencia se agota con otra derrota traumática.

Y eso que Rubi instó a cambiar la dinámica con una alineación diferente que mostró sus efectos en el primer tiempo. Y es que, cuando las esperanzas granotas parecían depender de Morales, Rossi y Deyverson, el técnico catalán decidió sentar al madrileño y al brasileño y apostó por poblar la zona media con cuatro centrocampistas -Simao, Camarasa, Lerma y Verdú-. Con este planteamiento, el Levante ganó en seriedad, consistencia en defensa y músculo. De hecho, en todo el primer tiempo Mariño solo ofreció una intervención de mérito. Fue para atajar un pase de la muerte de Musonda, al que cerca estuvo de llegar Molina.

Apenas unos minutos antes el Levante había disfrutado de la mejor ocasión del primer acto. Casadesús controló el esférico en posición de remate, sin embargdecidió ceder los honores a un Verdú que llegaba presto y dispuesto para adelantar a los azulgrana. El exbético quiso amortiguar el golpeo con el interior de la bota derecha y acabó chutando fuera. Tanto Casadesús como Verdú fueron lo mejor de su equipo en los primeros 45 minutos.

Entrega local tras el descanso

Merino movió ficha en la reanudación y dio entrada a Van Wolfswinkel. El Betis tiró de orgullo en su propia casa y trató de encerrar al Levante bajo los palos de Mariño. Musonda, activo y eléctrico como siempre, llevó el peligro y la corriente a Molinero, quien puso un centro como dictan los cánones para que Joaquín solo tuviese que empujarla. Un par de centímetros lo evitaron. Aun así, el Levante siguió a lo suyo. Sin ponerse nervioso, volvió a apoderarse del control del balón y del partido. La única oportunidad con la que los andaluces pisaban el área de Mariño se traducía en balones colgados sin peligro.

Fue a falta de nueve minutos para el final cuando un centro medido de Cejudo desde la derecha encontró sin marca a Rubén Castro, mientras la defensa azulgrana aguantaba la respiración con la esperanza de que el linier levantase la bandera ante lo que parecía una posición dudosa. Su remate de cabeza, preciso y potente, batió a Mariño para convertir el buen partido visitante en una pesadilla. La Primera se aleja una jornada más para un Levante cuesta abajo y sin frenos con dirección a la División de plata.