Santo Domingo, con su recién construida grada lateral, acogía su primer partido oficial de la temporada contra un rival bastante conocido: el Girona, aquél contra quien se disputó la histórica promoción de ascenso a Primera hace ya dos temporadas. No obstante, ni la mayor comodidad en los asientos, ni la hora (las 9 de la noche de un sábado de agosto), ni la entidad del rival, ni siquiera el hecho de que la ciudad esté a punto de comenzar sus fiestas patronales, ayudaron a que el estadio se llenara más que a la mitad. El club, y por extensión toda la liga (ya que la falta de asistencia es un mal que acecha a casi todos los equipos), debería reflexionar seriamente sobre las causas y, sobre todo, soluciones a este problema.

Al margen del poco público presente, lo importante estaba en el césped. Así lo demostraba la cara de concentración del equipo visitante en la habitual foto del inicio del partido.

Se guardó un respetuoso minuto de silencio en memoria de un dirigente de la Federación Madrileña de Fútbol.

El partido empezó con dominio del Alcorcón. Los ataques se concentraban en el costado derecho, por donde subía con peligro el lateral Nagore.

Los alfareros se esforzaban en encontrar huecos para lanzar sus ofensivas, como aquí Óscar Plano, aunque no siempre con éxito.

La defensa catalana (en este caso David Juncà) solventaba, a veces con mucho esfuerzo, casi todos los intentos de aproximación amarillos.

El Alcorcón consiguió forzar gran cantidad de saques de esquina, botados siempre por el capitán Rubén Sanz.

Los de casa también intentaban entrar por el centro, como aquí Antonio Martínez.

Otra estrategia defensiva del Girona, que les funcionó muy bien, fue el fuera de juego. Los madrileños caían una y otra vez en la trampa.

El partido, a falta de brillo, estaba siendo muy intenso y disputado. Hubo incluso conatos de trifulca que el colegiado Eiriz Mata tuvo que cortar rápidamente.

Con empate a 0, y sin demasiada sensación de peligro en ninguna de las áreas, se llegó al descanso. Sin embargo, la situación cambiaría radicalmente en el segundo tiempo. A los dos minutos de la reanudación, Máyor puso por delante a los locales con un golazo de bellísima factura.

Pero la alegría duró poco. Cinco minutos después, Sandaza empató para los rojiblancos.

Con la igualada provisional, las fuerzas volvieron a equilibrarse. Ningún equipo era capaz de imponerse al otro con claridad.

Fue un error defensivo el que desequilibró la balanza. Mata aprovechó un mal pase de Escassi para robar el balón y plantarse delante de Falcón, al que batió con facilidad.

El banquillo gerundense compartía la alegría de los jugadores sobre el césped.

A partir de ese momento, el Girona optó por mantener su ventaja en el marcador y echarse atrás, dejando que el Alcorcón llevara la iniciativa. Aquí vemos a Ángel intentando desbordar a Cifuentes.

La tensión de unos y otros llegó a derivar en dureza. El árbitro se vio obligado a mostrar numerosas tarjetas amarillas.

El colegiado, por cierto, tuvo que hacer uso varias veces de una de las grandes innovaciones de la temporada: el spray de pintura con el que indican la distancia a la que ha de colocarse la barrera en los saques de falta.

Los ataques alcorconeros, por su parte, acababan todos despejados por la defensa o en manos de Isaac Becerra, quien tuvo que emplearse a fondo en un par de ocasiones.

Por un lado, por otro, por el centro, por todas partes probaba el Alcorcón y no encontraba el hueco.

El pequeño grupo de aficionados gerundenses desplazados al suroeste madrileño disfrutaba con la victoria, pero sufría por la incertidumbre del resultado y por el dominio de sus rivales.

A punto estuvo de complicarse el partido a última hora para los catalanes, ya que el centrocampista Juanlu fue expulsado por doble amonestación.

Pero la retaguardia rojiblanca, perfectamente alineada, impidió que llegara el gol del empate.

Los esfuerzos finales, casi desesperados, del ataque del Alcorcón se mostraron infructuosos.

Así lo reflejaba la cara de decepción de Óscar Plano tras fallar una de las últimas oportunidades.

El triple pitido del árbitro confirmó la derrota alfarera, que se aceptó con resignación.

El público recogió sus pancartas y banderas y se despidió hasta el próximo partido, confiando en que el juego y el resultado sean mejores.

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