Definitivamente al CD Lugo le ha abandonado el ángel. Esa es la principal conclusión que se puede extraer del partido del domingo en Miranda de Ebro. En el pequeño Anduva, donde aún se ve el fútbol mayoritariamente de pie, lo que le confiere al estadio, y al partido, un halo del viejo y buen fútbol de pueblo, en el mejor sentido de la palabra, los rojiblancos sumaron su séptima jornada consecutiva sin rascar una victoria, se quedó encallado en los minúsculos dos puntos de 21 posibles y, lo que es peor, dio la sensación de que ya no basta con hacer las cosas correctamente. Ahora se trata de maximizar ocasiones propias y minimizar las de los rivales, y esa es la tarea pendiente de los lucenses, la sangría por la que se le escapan puntos y puestos en la tabla. Y el ángel que antes hacía que los pases llegasen, eléctricos, a su receptor en el momento exacto se entretiene ahora en adelantarlos, o retrasarlos, lo justo para que ya no sea igual de efectivo, de la misma forma que envía dos centímetros fuera los balones que antes iban dos centímetros adentro. Ya no hay magia.

Tal parece que los rojiblancos, de tanto frecuentar la zona más noble de esta competidísima Liga Adelante, se hubiesen olvidado de que realmente el equipo, la plantilla, se diseñó con el objetivo de la permanencia, de rascar lo que se pudiese en cada campo. El verse en las alturas, la colección de halagos, merecidos o no, y portar el tan honorable como peligroso título virtual de “equipo revelación” parece haber adormecido a unos jugadores a los que, sin hacer nada rematadamente mal, ya no les sale nada del todo bien. La Segunda División se maneja desde la contundencia en las dos áreas, la propia y la ajena, y el Lugo adolece de blandura en la defensa mientras que en ataque, por muy bueno que sea, no se le puede dejar toda la responsabilidad a Rennella, que es humano y aún se resiente de la inactividad, aunque sea el clavo ardiendo del lucensismo futbolero.

Buena primera parte y horrible segundo tiempo

La primera parte fue de claro dominio rojiblanco. EL equipo de Setién rozó el gol con cabezazos de Pavón y Pablo Álvarez, y el balón era patrimonio exclusivo del Lugo. Se sucedieron ataques, preferentemente por la banda de un voluntarioso Álvarez, y Rennella, con su clase, llevaba el temor a la defensa rojilla que, sin embargo, no dio muestras de la endeblez de otros partidos. A pesar de ello, se echó de menos más claridad en el último pase, donde Juanjo no aportó, y más peso desde la banda izquierda, ocupada por un desubicado Peña que, haciendo caso a su tendencia natural, se venía en exceso al centro, dejando casi en exclusiva la banda para las subidas de Manu. La impresión era de que el gol, de llegar, lo haría a favor de los lucenses. Con esa sensación de dominio sin brillo se llegó al descanso.

Lo más alarmante del CD Lugo vino tras el descanso. Habría que investigar si Terrazas les dio a los sus chicos ración triple de cafeína, Setién cloroformo a los suyos, o ambas opciones. El dominio, desde el mismo pitido de inicio de la segunda parte, fue para un Mirandés que se lanzó a por el partido, con el ansia que da la necesidad, a lo que el Lugo respondió con la indolencia a la que nos está, por desgracia, empezando a acostumbrar en los segundos tiempos. El primer gol tuvo que llegar, como no, a balón parado. Corner sacado por Muneta, al primer palo y que Iriome, en escorzo, casi de espaldas, remata en área pequeña sin oposición ninguna, con Víctor Marco como mero espectador. El que insista en pensar que el Lugo no tiene problemas en la defensa de estas jugadas tiene un problema, las ópticas pueden ayudarle. Pasividad, falta de tensión, desajustes… Llámenlo como quieran, pero son ya demasiados goles encajados así.

Poca aportación de los hombres de refresco

Víctor Díaz, otra de las novedades de la alineación de Setién, se mostró blandísimo en la defensa de la jugada que dio origen al segundo gol. En cuanto a la mano de Pavón, dos consideraciones: la primera, que es penalti, por más que se proteste; la segunda, que posiblemente en el área contraria no se pitase, teniendo en cuenta los antecedentes que tienen los rojiblancos y su escasa cosecha de penaltis a favor (solo uno). El partido, sea como fuese, terminó en el momento en el que Nagore lo transformó en gol.

De la preocupante segunda parte del Lugo casi no se puede rescatar nada. Pablo Álvarez fue de más a mucho menos, sustituido por su tocayo Pablo Sánchez, que aportó algo de frescura, y poco más. Iván Pérez sustituyó a Juanjo para que la lógica volviese a la mediapunta con Álvaro Peña, y Iago no aportó en los ocho minutos que participó tras sustituir a un preocupantemente gris Pita.  Señales todas ellas preocupantes para visitar Los Pajaritos, con frío polar y un Numancia en una racha, durísimo en su casa y lanzado tras vencer a domicilio al Éibar. El Lugo, por su parte, debe centrarse en recuperar el buen ánimo del principio de la temporada  y apretar en las dos áreas. Le va todo en juego.

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Sobre el autor
Daniel Martinez
Consumidor de fútbol en todas sus variedades. Cuento lo que veo, no lo que la gente quiere que cuente. Colaborador en la Redacción del CD Lugo de Vavel.com y en Todo al Blanco (todoalblanco.es)