El pasado domingo el Lugo sufrió un aquelarre en el que se reunieron todos los puntos débiles, errores y fantasmas que ha sufrido a lo largo de la temporada, para infringirle la derrota más dolorosa, bochornosa y vergonzante desde que el club retornó a la Segunda División, y que quedará para la historia negra del club rojiblanco, que no encajaba 6 goles desde el 2008, frente al Vecindario, en 2ºB. En la era de Setién como entrenador la máxima goleada encajada había sido un 1-5 frente al Castilla, la temporada del ascenso a la Liga Adelante. La debacle de Girona, pues, bate un nuevo record, pero de los negativos. Y lo peor, es que se pudo igualar, si no fuese por la suerte y una buena mano de Dani Mallo en la línea, el record absoluto de goles encajados en un partido por los lucenses, aquel lejanísimo 8-1 frente al Fabril en 1956.

El aquelarre esta vez no fue en Zugarramurdi, sino en Girona, concretamente en el Estadio de Montilivi. A pesar de que Galicia también es tierra de meigas, y que los rojiblancos deberían ir avisados a Girona, con ajos y amuletos para espantar la mala suerte que el equipo gerundense le trae al Lugo (en la visita de la pasada temporada los de Setién volvieron con cuatro goles en el equipaje), más de uno se dejó cegar por los puestos de promoción de ascenso, el oropel de la zona noble y los sueños de Primera. Ni siquiera la dinámica que envuelve al Lugo, proclive a dejarse puntos con los de abajo y a resucitar a equipos que se encuentran en la UVI (que le pregunten al Castilla) sirvió de señal de lo que se le venía encima a Setién y sus chicos. Y no se habla de la derrota, ya que en una liga tan apretada como esta Segunda División se puede perder con cualquiera, sino con la forma de hacerlo. Sin intensidad, sin compromiso y sin alma. Y con cuota de culpa para todos.

El Lugo solo estuvo en el partido los diez primeros minutos

Los jugadores mostraron una falta de tensión más que evidente, y las ganas de sacar el partido adelante les duraron los diez primeros minutos del mismo. Fueron diez minutos en los que el Lugo jugo como tiene acostumbrados a sus aficionados, con velocidad, dominio y buscando el gol, que pudo llegar con sendos disparos de Rennella y Sergio Rodríguez, de nuevo titular. Hasta ahí llegó el Lugo. Sin solución de continuidad, y como si se le hubiesen fundido los plomos, el equipo rojiblanco, de azul y negro para la ocasión, perdió el control del partido, del balón y del mediocampo. A partir de ello, el Girona barrió a los lucenses en una tormenta perfecta que evidenció todos los errores posibles en un partido. El mediocampo, inexistente, la defensa, blanda por el centro y desastrosa por las bandas, con un desconocido De Coz que convirtió su banda en una autopista para los de Montilivi y un Manu superado y disperso. Naufragó también la pareja Seoane – Rafa García, especialmente en lo que se les supone más preparados, la contención, haciendo añorar a un Pita que fue baja de última hora. Hasta la portería, esta vez resguardada por Dani Mallo, resultó frágil, con la sensación de que casi cada disparo sería gol. Irónicamente, Mallo evitó que la goleada fuese mayor, aunque su actuación general fue acorde a la del resto del equipo.

Setién, en su posición de dirigente y máximo responsable de lo que sus jugadores hacen en el terreno de juego, para lo bueno, que es mucho, y lo malo, que fue todo en Girona, también tiene su parte de responsabilidad, como él mismo reconoció en la rueda de prensa posterior al partido. En su caso, el pecado cometido se encuentra en no haber sabido motivar adecuadamente a los jugadores, sobre todo para hacerles mantener la tensión defensiva que tan buenos resultados les había dado en las jornadas anteriores y mantener a sus pupilos con los pies en el suelo. La consecuencia de ello fue un severísimo correctivo que Setién tendrá que gestionar y reconvertir en un acicate para el partido de la próxima jornada ante el Tenerife. La temporada entra en su tramo más decisivo y es mal momento para sembrar dudas.

La planificación del viaje a Girona no fue la mejor posible

Para completar el sainete, o iniciarlo, el club programó un estrambótico viaje Lugo – Girona que poco menos que parece diseñado por el enemigo: salida en autobús en la madrugada del mismo día del partido hasta el aeropuerto de Asturias, en Avilés; viaje en avión hasta Barcelona y otra vez autobús hasta Girona, en una carrera con el tiempo justo para llegar, estirar las piernas y salir a disputar el partido. Vaya por delante que el CD Lugo es un equipo humilde y que tiene que controlar el gasto hasta el último euro, pero el peregrinaje en los viajes, así como en los entrenamientos, son impropios de un club que, aunque humilde, debe ser profesional. No es exigible un avión a disposición, ni vuelos charter exclusivos, pero si buscar, dentro de las posibilidades, las soluciones que conlleven menor desgaste para los jugadores, y está claro que lo del domingo no lo fue.

La próxima jornada el CD Lugo tiene la oportunidad, ante su afición, de resarcirse del ridículo de Montilivi ante un histórico de Primera como es el Tenerife, un conjunto que entra de pleno en el target de equipos que el Lugo mejor domina. La afición apoyará como siempre, pues a pesar del 6-0 lo que el Lugo está consiguiendo es mucho más que meritorio. No obstante, la fama es difícil de conseguir, peligrosa de mantener y fácil de perder. El Lugo ha llegado a ella con humildad, esfuerzo y mucho sacrificio. Que siga así.