La afición cumplió y no era para menos. El recibimiento de uno de los rivales directos por el ascenso y el precio popular de las entradas, ayudaron a los aficionados a acudir en masa al coliseo blanquiverde. El ambiente festivo, en parte debido al horario del partido (18:15) y el rival, podía palparse ya en los aledaños del estadio del Arcángel. Miles de aficionados se dirigían en dirección al Arenal, como si de un río blanquiverde se tratase. Padres, madres, niños, hermanos, tíos...eran bienvenidos a lo que se preveía una gran fiesta.

Salían a calentar los jugadores del R.C Deportivo de la Coruña, y ya en ese momento se hacía la presentación de la hinchada blanquiverde con pitos al equipo visitante que tapaban claramente los aplausos y arengas que desde la parte alta de la preferencia se lanzaban por un sector minoritario de aficionados coruñeses. Apenas media centena de seguidores visitantes se situaron en el sector más próximo al fondo norte donde en el sector 7 se concentraban los 'Incondicionales del Córdoba', que darían la sorpresa de la tarde extradeportivamente hablando. Un extenso mural se desplegaba desde la zona alta del fondo norte con una premisa clara, "hasta la muerte", complementada con un escudo cordobesista y una figura espartana al más puro estilo guerrero. El estadio comenzaba a entonar el himno del equipo hecho obra de arte desde hace un tiempo, y esta vez, para ser partido liguero, se entonaba con un plus, con una alegría y un sentimiento que sin lugar a dudas pudieron sentir los jugadores que sobre el verde se desplegaban hacia el centro del campo.

Ya en ese lugar, tanto el conjunto local, como el visitante y todos los presentes, se dió merecido homenaje a una de las figuras más conocidas y queridas del club, que en la tarde de ayer se marchaba para hacer el cielo más blanquiverde como rezaba una de las pancartas del estadio. "Litri" nos dejaba, pero se hacía palpable su presencia y su fuerza minutos antes de que el balón comenzase a rodar.

De más a menos

Comenzó el partido, y la afición fue tomando asiento a la par que el equipo comenzaba a relajarse en el campo haciéndose dueño del partido. El equipo tocaba bien el balón y eso en el público se hacía latente con cánticos y aplausos que se alargaron hasta mitad de la primera parte, momento en el cual el Deportivo apareció para mostrar por qué está en el lugar en el que aparece en la tabla. A partir de ese instante, los cánticos se fueron difuminando por gran parte del respetable cordobés, que siguió así hasta el final de la segunda parte. Descanso y momento de esparcimiento y saludos a conocidos, visitas al bar del estadio o simplemente tiempo para estirar las piernas mientras se comentan las ocasiones y las decisiones arbitrales que tanto darían que hablar ya en el segundo tiempo.

El balón comenzó a rodar de nuevo, y parecía que los más de 16.000 espectadores se daban cuenta de lo que acontencería en los 45 minutos restantes. Dominio absoluto del Deportivo que tocaba y tocaba ante las primeras quejas de los cordobeses al estilo de juego del equipo que permanecía encerrado atrás. Las decisiones del colegiado comenzaban a hacerse notar y contar por errores, e hicieron que los nervios se apoderasen finalmente del estadio. Ocasiones de peligro esporádicas del Córdoba alimentaban unas ascuas que, sin ser materializadas, arrancaban los aplausos nerviosos. El partido entraba en sus últimos 10 minutos totalmente rotos y en el minuto 85 se produjo uno de los hechos más notables, sonora pitada al jugador Xisco que fue sustituido y abandonaba el campo de manera pausada para molestia de los que se daban cita. Poco a poco el silencio se apoderó del campo hasta que en el fatídico minuto 88 el Deportivo de la Coruña se adelantó, marcando el gol que les daba la victoria. Tras la lamentable jugada, el río que avanzaba con júbilo hacia la Catedral blanquiverde, se dirigía esta vez de manera dispersa en dirección contraria con caras largas y la misma frase, "¿por qué siempre nos tiene que pasar lo mismo en los últimos minutos?".

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