El Hércules comenzó el partido enchufado, con ganas de revertir esta situación en la que se ha metido con el paso de las jornadas. Sissoko y Escassi dominaban el medio campo, Ferreiro desbordaba por banda en sus mejores minutos como jugador blanquiazul, y la defensa controlaba sin problemas las pocas y tímidas ocasiones que planteaba el Jaén.

El Hércules dominaba el juego y también las ocasiones de gol; Azkorra estrelló un centro de córner en el poste, Assulín mandó desviado un disparo que rozó la escuadra derecha de la portería, y un inspirado portero visitante desbarató dos ocasiones claras de gol, una a tiro de Pamarot, tras el saque de una falta cuando ya se escuchaba el gol en la grada, y otra a cabezazo de Eldín, que volvió a dar muestras de todo su talento.

Las ocasiones se sucedían y la mala suerte seguía cebándose con el Hércules. La ocasión más clara llegaría en el minuto 34, cuando, tras varios rebotes a la salida de un córner, un defensor saca la pelota bajo los palos y finalmente el remate de Borja, que ya se colaba en el fondo de la portería, fue despejado, involuntariamente, por Noé Pamarot en la misma línea de gol. No era el día del conjunto alicantino.

Con buen sabor de boca se llegó al descanso, aunque lamentando las ocasiones falladas, y la segunda parte empezó de la misma manera. Alberto Escassi, el mejor del partido en los minutos que estuvo sobre el campo, remataba de cabeza una falta botada por Quique de Lucas, que sustituyó a Assulín, que se encontró con el guardameta visitante, primero, y el poste, después.

Pasaban los minutos y la desesperación se apoderaba de la grada y los jugadores, la tensión era notable y los cambios tampoco fueron el revulsivo que necesitaba el equipo. Pero la mala suerte aun tenía algo más que darle al Hércules en el partido de ayer. Escassi se retiraba lesionado y, minutos después, Juanma Ortiz cometió un penalti impropio de un jugador de su experiencia, que transformó posteriormente Jona.

A partir de este momento, el Hércules perdió el orden y la calma, se volvió acelerado e impreciso y fue incapaz de generar ocasiones claras de gol.

El pitido final hundía un poco más al Hércules, que mereció mucho más, y apretaba la soga en el cuello de Quique Hernández que ve como su futuro cada vez se tiñe más de gris.