No sé cómo me sentiría si fuese aficionado del Hércules. No sé si estaría orgulloso por la plantilla que me hizo para este año mi presidente, con Trezeguet , Valdez y Drenthe a la cabeza; o no sé si estaría asustado por un posible descenso que pudiera meter al club en un gran pozo económico. Pero lo que sí tengo claro es que me entretendría más que con cualquier serie de enredos.

Esta semana, el conjunto alicantino ha conseguido una importantísima victoria ante la Real Sociedad en Anoeta. Venció por un gol a tres y Drenthe, ese futbolista polémico donde los haya, hizo dos de los tantos que su equipo realizó.

Sobre su actuación, el nuevo entrenador Miroslav Djukic afirmó que “Drenthe es extraordinario”. Me sorprenden estas declaraciones después de todo lo ocurrido con el jugador durante la temporada. Que lo cazan sobrepasando los límites de velocidad por Alicante, que no se presenta con el resto de sus compañeros tras el parón navideño, que la afición lo recibe con insultos por decirlo de manera suave, etc. Y, ahora, resulta que marca dos goles y “es extraordinario”. Entiendo que Djukic haya llegado hace poco al banquillo herculano y que hablara de él en términos futbolísticos. Pero no creo que sea correcto tratar ante la sociedad como a un triufador a alguien que ha provocado tantos perjuicios al Hércules.

Y, por otra parte, aparece el presidente Valentín Botella reflexionando sobre que hubiera sido mejor cargarse antes a Esteban Vigo. De nuevo, entiendo que son palabras comprensibles si las ceñimos a lo meramente deportivo. Pero hablar así del entrenador que ha conseguido ascender a tu equipo a Primera División más de una década después, pese a todo lo llovido y lo que está por llover, no es de recibo. Sirve de espaldarazo para Djukic, pero a costa darle un pisotón al alguien que no se lo merece. Aunque, todo sea dicho, un sector de la grada lo ha acusado de poco trabajador y ni qué decir tiene que él es tan culpable como cualquier futbolista si se demuestra definitivamente que el ascenso a Primera se produjo de aquella manera.

No hay que olvidar que el Caso Brugal sigue para adelante. Sin ir más lejos, hace un mes se citaban ante el juez a los dos ex presidentes de la Fundación del Hércules, Rafael Gregori e Ignacio Mangada. Como también cabe recordar que la forma en la que ascendieron los alicantinos la pasada campaña, envuelta en sospechas y conversaciones telefónicas, afectaban al capitán, Tote, y al máximo accionista de la entidad, empresario de la construcción y de servicios públicos, Enrique Ortiz. La implicación de este último en el Caso Brugal se debe a supuestas intermediaciones al margen de la ley con José María Pajín, padre de Leire Pajín.

Resulta curiosa la bipolaridad del Hércules sobre el caso Drenthe, aunque no es una excepción. Los amantes de este deporte solemos desviarnos siempre hacia los extremos y defender empecinadamente una opción. Y lo peor es que creemos que lo hacemos usando la razón, pero inevitablemente nos dejamos llevar por los impulsos. Los mismos que nos llevan a aplaudir una alineación, a asustarnos cuando el equipo contrario pisa nuestra área o a cantar un gol que nace dentro de nuestras propias entrañas.

Lo que no se debe permitir es que entren en el mundo del deporte personajes relacionados con extrañas operaciones económicas fuera del mismo, por mucho que los equipos sean sociedades anónimas. Se debería intentar mantener limpia la imagen con el objeto de exportar los valores de compañerismo y nobleza de los que siempre se hacen gala pero no todas las veces se cumplen.

En este caso, como en todos, es la afición de Alicante la que pagará con su sufrimiento los errores de otros. Y ni hablar de si se produjera un descenso a la Liga Adelante, que sembraría la incertidumbre de una posible sanción administrativa más grave. Por el bien del Hércules y por el de sus accionistas, que no sea así.

 

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