Cuando se ve un césped totalmente levantado, irregular, blando en un estadio de fútbol la mente se nos va en la actualidad a categorías inferiores a la Liga Adelante, desde Tercera División hacia abajo. Pero las condiciones climatológicas pueden influir y hacer que, durante un periodo de tiempo, el supuesto tapete verde que tienen los campos de Segunda B, Segunda y Primera degenere y sea bicolor, añadiéndole el marrón de la tierra, o barro en el peor de los casos. En esa tesitura está El Toralín, aunque no es extraño.
A pocos kilómetros de Ponferrada, concretamente en Ourense, el campo de O Couto ya empezó la temporada en unas condiciones ínfimas. Eso obligó a la directiva a cambiarlo durante la campaña, lo que hizo que el club ourensanista se desplazase a Verín para disputar un partido de Liga. Tras el cambio llegó el 'diluvio universal' que volvió a dejar el césped como inauguró la temporada, totalmente destrozado.
El Toralín, perjudicado por las lluvias
En Ponferrada, El Toralín era un tapete desde agosto pero con el clima frío, con las continuas lluvias y, con el paso de los jugadores por él, el verde ha dejado de ser esa moqueta soñada por todos para ser un campo lleno de baches. Obviamente, si un campo de Segunda División está en esas condiciones, a los campos de entrenamiento de la capital del Bierzo que suele usar la Deportiva les pasa prácticamente lo mismo. Si llueve en cantidades industriales, no son aptos para hacer entrenamientos de calidad. Eso ha sido más de una vez motivo de queja de Claudio Barragán, que en varias semanas, durante las últimas temporadas, ha tenido que entrenar incluso en superficie de hierba artificial, con el consiguiente riesgo que ello tiene para los jugadores.
Pero el terreno más importante es El Toralín, donde se juegan los partidos, donde se decide quién se lleva los tres puntos o si se reparte un punto a cada uno, en definitiva, donde los equipos que por allí pasan se juegan su futuro. En el último partido disputado allí, Ponferradina y Alcorcón acabaron muy embarrados, cual si fuera rugby el deporte que habían practicado durante los minutos anteriores. El técnico alfarero, Bordalás, fue tajante: "No veía un campo así desde juveniles".
Tanto en la imagen superior como en la que acompaña a este texto, se aprecia un campo blando, impracticable. Ambos equipos fueron los perjudicados. Estos campos hacen que el espectáculo no sea el mismo, hacen que los jugadores cambien de estilo de juego y pueden provocar lesiones, por lo que salen perjudicados los dos conjuntos y también los aficionados. De hecho, entrando en situación, una acción de Berrocal cuando el balón estaba dividido, acabó con la expulsión del debutante. Quizás, si el campo estuviera en buenas condiciones el futbolista no iría fuerte o, de hacerlo, no parecería tan contundente su entrada.
Alternativa: sacarle provecho
Antaño, cuando los cuidados al terreno de juego no estaban tan perfeccionados como en la actualidad, el mal estado del césped era una medida más de los equipos para tratar de vencer al rival. Para Barcelona o Real Madrid —que no eran tan grandes como lo son en la actualidad— era una odisea visitar al Logroñes en Las Gaunas, un campo que en invierno siempre presentaba el mismo estado, blando, fácil de levantar, irregular, casi un barrizal. Así estaba El Toralín, pero ahora no hay tal ventaja, ya que los dos equipos están igual de perjudicados puesto que ver un césped como el de las fotos, no es ni mucho menos habitual en una liga profesional de fútbol de España. Puede que, de continuar la meteorología adversa, plantear los partidos sobre un campo en estas condiciones sea una de las alternativas más favorables para conseguir la permanencia.
Foto cuerpo: LFP.es