"Va a intentar el lanzamiento directo Diego Ribera. No, la pone para Fran desde atrás. Fran, Fran, Fran, Fran. ¡Gol, gol gol gol gol gol goooooooooool, lo sabía, goooooooool de la Deportiva!. ¡Madre mía, madre mía, pon la mecha!: ¡Nos Vamos a Segunda!"

Esas fueron las palabras que le salieron a Toño Jiménez durante la retransmisión del Alicante-Ponferradina para Onda Bierzo – Punto Radio. Emoción por la grandeza del acontecimiento en cuestión. Un ascenso, pero no uno cualquiera. El primero de la historia de la Ponferradina a Segunda División. La llegada al fútbol profesional.

La fase de ascenso, con un formato diferente al actual, juntó a la Deportiva, que había finalizado la fase regular en cuarta posición, con el Universidad de Las Palmas. La otra eliminatoria la jugaron Alicante y el Águilas murciano. En un mes se decidiría cual de esos cuatro equipos ocuparía un puesto en Segunda División.

Dos victorias contra el conjunto canario permitieron al conjunto entrenado por Pichi Lucas plantarse en la final. El Alicante, no sin sufrimiento, consiguió pasar su enfrentamiento y se convirtió en el otro candidato. 180 minutos de ilusión. Y un pero. De lograr el ascenso, este tendría que ser fuera de casa, en el José Rico Pérez. No importaba, la sensación de hacer historia no entiende de distancias.

En El Toralín, el Alicante arañó un empate con goles (1-1), lo que obligaba a la Deportiva a marcar en tierras mediterráneas. La primera parte sobre el césped del Rico Pérez pudo ser peor para el cuadro berciano, que se fue al vestuario sin encajar pese a las ocasiones alicantinas. El guardameta Rubio tuvo mucho que ver en ello. En la reanudación el dominio cambió radicalmente y los atacantes rojiblancos —vistieron de esos colores puesto que el Alicante jugaba de azul— Rubén Vega y Asier Salcedo empezaron a inquietar a Chema. Sin fortuna.

El tiempo se agotaba. El Alicante se veía en Segunda. Pero llegó la gran jugada, la que tiene una marca dorada en la historia de la Deportiva. Balón parado, a unos 25 metros de la portería y un poco escorado a la zona izquierda. Diego Ribera estaba preparado. Cuatro jugadores locales formaban la barrera y seis miembros de la Ponferradina pisaban el área para intentar rematar un posible centro. Diego Ribera sorprendió a todos, excepto al hombre indicado, Fran. Este enganchó un derechazo que rozó en un defensor y enfiló la portería defendida por Chema con celeridad y con la contundencia que viene implícita en la palabra Historia, la que hizo un equipo humilde de El Bierzo en un campo de Primera División.