Una personalidad arrolladora, un trabajo que le apasiona y una afición por el club que mueve montañas. Así es Gerardo Ruiz, el preparador físico del Sporting. Su trabajo va más allá del mero entrenamiento. Se ha convertido en el psicólogo, el motivador y el amigo. El encargado de levantar a los cabizbajos y de apurar a los despistados. Su amor al club gijonés es incuestionable y así lo ha demostrado con su dedicación durante casi 20 años.

Transmitir optimismo, apoyo, cariño, pero sin olvidar la dureza. “Que seas duro no significa que no puedas ser cariñoso”, señala Ruiz. Ha dado con la clave, con la dosis perfecta de motivación y exigencia. Quizá porque siente los colores como el que más o quizá porque se entrega en cuerpo y alma a su trabajo, consigue sacar lo mejor de cada uno de los jugadores que componen la plantilla del ‘Pitu’ Abelardo. La realidad es que se ha convertido en un pilar fundamental del equipo, en una de las patas de la tayuela rojiblanca y es que como el mismo ha reconocido, su relación con el Sporting no es laboral, es sentimental.

El fiel escudero de Manolo Preciado

Para alguien como Gerardo Ruiz no fue fácil tomar la decisión de dejar Gijón. Se debatió entre dos amores, el Sporting o su amigo Preciado y optó por lo segundo. El cántabro no podía estar en un equipo sin su fiel preparador físico. “Te quiero conmigo si o si”, le dijo. “Gerardo, esto va a ser la leche, vamos a disfrutar como enanos, confía en mí”. Con estas palabras se despidieron antes de que Ruiz pusiera rumbo a Villarrreal.

Preciado llegó a un Sporting lúgubre, que pasaba por un mal momento económico y que no tenía recursos ni opciones de fichar y entonces surgió el nombre de Gerardo Ruiz. La amistad de dos de los hombres más carismáticos y queridos del sportinguismo se forjó en cuestión de minutos. Como no podía ser de otra forma, se fueron de sidras. El humor de Gerardo encajó a la perfección con las ganas de reírse de Preciado. “Compartimos un tiempo precioso, inolvidable, nos reíamos mucho y creo que eso pudo ser el caldo de cultivo del buen ambiente que había en el vestuario”. Así resume el preparador físico su conexión con el cántabro.

El destino o el azar pusieron fin a la aventura. Preciado tenía un corazón enorme, lleno de cicatrices por los duros golpes de la vida y el día que decidió pararse, una parte de Gerardo se fue con él. Para el recuerdo queda lo vivido y lo aprendido. Tocaba mirar hacia adelante y dónde mejor que en casa. “Manolo será eterno. Recuerdo su sonrisa, su optimismo, su felicidad paseando por Gijón y diciéndome: Gerardo, esto del Sporting es lo máximo. Cómo me gusta Gijón. Ojalá no se acabe nunca”.

Un nuevo sueño con el ‘Pitu’ Abelardo

“Para que un grupo funcione bien tiene que haber un gran director de orquesta. Lo más importante es tener carisma y el ‘Pitu’ lo tiene”. Con estas palabras se refería hace apenas dos meses Gerardo Ruiz a Abelardo en un discurso de los que le gustan: cómico, optimista y cariñoso. Se vuelve a sentir la chispa, la conexión dentro del vestuario y no solo entre los jugadores, sino también en el cuerpo técnico. “Detrás de todo paisano, hay una gran mujer, un gran preparador físico…”, para muestra un botón. El clima dentro del vestuario no puede ser mejor. 

Abelardo, al igual que Preciado en su momento, tomó las riendas de un equipo sin rumbo y no solo fue el timón sino que fue el motor que lo hizo funcionar. El ‘Pitu’ y Gerardo conectan con los guajes y les motivan hasta el límite. ¿Cómo sino se iba a conseguir hacer una temporada como esta? Grandes marineros y mejores capitanes motivados por su amor a un escudo, el que llevan siguiendo toda la vida. “No sabéis lo que es pisar esi prau y entrenar a los chavales. La piel todos los domingos se me pone de gallina”. Para Gerardo formar parte del Sporting es mucho más que un trabajo, es un sueño.