Sant Jordi. Ese maravilloso dia en el que se regalan libros y rosas. Aún más atractiva ésta festividad si hay fútbol. Y todavía más apasionante si el partido es un derbi. El toque épico lo pone, como pasó en Palamós, la lluvia. 

Y por Sant Jordi, la UE Llagostera y el Nàstic de Tarragona, archienemigos desde la promoción de ascenso a segunda división que ganó el Llagostera, se repartieron el libro y la rosa.

El libro, para el Nàstic. Un libro en el que se relatan todas las virtudes y defectos de éste equipo. Virtudes como lo bien trabajado que está éste conjunto. Lo bien que se repliegan y la cantidad de alternativas ofensivas que tiene. Controla la posesión del balón, el juego en general y además, tiene una plantilla de muchísima calidad. Así lo demostró en Palamós. En una primera parte fea, sin apenas fútbol, destacó el aplomo del equipo de Tarragona para controlar el juego y acercarse con mucho peligro a la portería de René. El Llagostera quedó anulado ofensivamente durante casi todo éste periodo.

Pero en éste libro del Nástic, también están escritos ciertos aspectos muy negativos. El de una buena parte de la afición que ayer se desplazó al Municipal de Palamós. Dejaron a un lado los ánimos a su equipo y se dedicaron a insultar gravemente a todo lo que se movía y olía a Llagostera y a Girona. Y si ésto es hoy en día vergonzoso para el deporte del siglo XXI, más aún lo fue el hecho de que el presidente del equipo tarraconense no acudiera al palco de autoridades y lo viviera junto a éste grupo de personas de comportamiento lamentable.

El segundo tiempo, sólo para titanes

La primera mitad acabó sin mucha historia para el Llagostera y con un regusto a buen equipo del Nàstic. La tensión y casi el miedo, se apoderaron de los locales, pero los visitantes no fueron capaces de materializar su dominio y se fueron al vestuario con sensación de oportunidad perdida. Al Llagostera, le salvó la campana.

Pero la segunda mitad comenzó a un ritmo frenético. Con el Llagostera temeroso por sus pensamientos negativos ante una posible derrota, los de Tarragona salieron a por el partido. Primero Naranjo, el mejor de los visitantes, tuvo una clara ocasión desde dentro del área que se esfumó con un balón demasiado alto por centímetros. Después, con una exquisita conbinación entre el centro del campo y la delantera que, a base de paredes y toques, consiguieron dejar a Naranjo en posición franca para marcar casi a placer el primer gol del partido. El gol desató la euforia, ésta vez sí, deportiva, de la afición de Tarragona.

La rosa del Llagostera

Y fue justo ahí donde se acabó el Nàstic. Oriol Alsina, otra vez magistral con la lectura del partido y los cambios, retocó el equipo y sacó la rosa de Sant Jordi. Una rosa de la pasión. Cada jugador sacó lo mejor de si mismo. Todo coraje, pasión, garra, orgullo.

Y sobre todo, José Carlos. Otra vez salió desde el banquillo para desarmar por completo al Nàstic. Con la rosa entre los dientes, parecía que bailaba uno de esos tangos pasionales que acaban con la pareja casi en el suelo, al revés, otra vez arriba, ahora de lado. Bailó con pasos preciosos a los defensas que no sabían cómo parar el vendaval. Y en el primero de sus pases, Natalio, el último héroe, logró el empate que ya era más que merecido.

Sólo un minuto después, otra vez Natalio, estuvo a punto de voltear el marcador. El Llagostera estaba desatado. Al ritmo de Pitu y Tebar y con José Carlos de solista, las ocasiones y jugadas de ataque se sucedían. Ya no había miedo a perder, sino a empatar. Querían los puntos. Por eso, el resultado final dejó un sabor agridulce a los dos equipos porque, el Nàstic realmente mereció el empate por su buen orden y trabajo, pero el Llagostera mereció los tres puntos por media hora sublime llena de fútbol ofensivo y esa rosa que transformó al equipo.

Cuando el árbitro pitó el final, los jugadores se dieron la mano, intercambiaron camisetas y se abrazaron. Cada uno se fue a su casa con su libro o con su rosa. El reparto de presentes puso fin a un lluvioso día de Sant Jordi en el que, ojalá, alguien haya aprendido la lección de que la violencia no tiene sitio ya en éste deporte tan maravilloso del fútbol. 

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