Para cuando el conjunto boquerón vuelva a jugar en casa, habrán pasado ya seis meses desde la última victoria en La Rosaleda. El quince de marzo de este año, el Málaga se enfrentaba al Córdoba. Por entonces el equipo marchaba en séptima posición y ya estaba casi salvado. Precisamente, con la victoria frente a los verdiblancos el club malacitano obtenía los puntos suficientes para la salvación.
Aún quedaban once jornadas por delante y el club ya estaba salvado, ¿Por qué no pelear por Europa? Fue algo imposible. El equipo se relajó, dejó de ser el conjunto revelación de La Liga y se hundió. Solo seis puntos más fueron capaces de conseguir los pupilos de Javi Gracia, tres empates en casa y una victoria en Almería fueron los únicos puntos que se consiguieron.
El Málaga necesita volver a tener ese fortín llamado La Rosaleda. El ejemplo, sin ir más lejos lo tiene en la campaña pasada, pese a que a partir del mencionado partido frente al Córdoba todo fue cuesta abajo, el Málaga consiguió ganar nueve partidos hasta la jornada 27, cuando con los cordobeses se cortó la racha. Hasta esa fecha, los blanquiazules solo habían perdido tres partidos en casa frente a Real Madrid, Almería y Español y habían empatado otros cuatro contra Levante, Barcelona, Villarreal y Athletic. Es decir, el Málaga había sacado el 64,5% de los puntos posibles, aspecto fundamental en la buena campaña que protagonizó el club de Martiricos.
Es pronto para hablar de urgencias y de necesidad de ganar, pero lo cierto es que el Málaga tiene que empezar a puntuar de tres en tres si se quiere salvar pronto y más aún si quiere asomarse a Europa. Para ello es fundamental que La Rosaleda sea un campo casi inexpugnable, donde los jugadores locales se sientan cómodos, apoyados por su hinchada y en donde los rivales no encuentren oxígeno ni puedan oír sus pensamientos. La afición boquerón tiene que animar, ahora más que nunca, a sus jugadores para que, entre todos, los goles vayan cayendo y los puntos vayan sumándose de tres en tres en el casillero blanquiazul.