No hace falta ser un hincha acérrimo del conjunto grana para saber que aquel número cinco, que ha defendido a capa y espada en el Nou Estadi al club tarraconense durante estas últimas seis temporadas, es un auténtico enamorado del Nàstic de Tarragona. Es un jugador pasional, valiente y con el corazón siempre por delante de la cabeza. En el tapete verde ha sido un antiguo guerrero romano batallando en el Nou Estadi.

Del infierno al cielo con el club grana

Llegó hace seis años procedente del Castellón, aquel central balear era todo un experto en la categoría, 28 años a sus espaldas y muchos partidos en sus piernas. Su impacto venía a ser sobre todo deportivo, pero acabó siendo también personal. Comenzó a sentir a pasos agigantados el amor por un club con el que conoció el infierno y el cielo. Un partido le marcaría y le haría llorar como un niño pequeño, no estaba en el parque, estaba en el campo del Llagostera, club que le había robado el ascenso a la categoría en la que merecía estar el club grana. Un año más tarde no se escaparía, él como capitán del Nàstic iba a poder vivir el ascenso a la Segunda División. Este pasado curso fue la mayor muestra de amor por el club grana del central de Benissalem, o mejor dicho del lateral, porque en su último año ha tenido que hacerlo como carrilero, hasta que Valentín le pasó por la derecha y tuvo que conformarse con vivir uno de los momentos más memorables del club tarraconense desde el banco.

Se va porque quiere jugar, porque sabe que a veces hay que dejar de pensar con el corazón y si hacerlo con la cabeza. Se va a una categoría inferior, pero con un contrato de dos temporadas con opción a una más. Pero sobre todo, se va sabiendo que su recuerdo será eterno, porque pocos capitanes han defendido el escudo del Nàstic con la pasión y el orgullo con el que lo ha hecho Xisco Campos. 166 partidos después, el balear dice adiós, o mejor dicho, hasta pronto, porque uno nunca se va de su casa. ¡Hasta pronto, capitán!