Con Kike Sola con la cabeza y pie y medio en Bilbao, Joseba Llorente haciendo las maletas de vuelta a San Sebastián y Manu Omwu preparando su petate para marcharse cedido, Osasuna se plantó en el mes de junio, nada más terminar el campeonato, con un solo delantero, Nino, que para más inri, un mes mas tarde se lesionó de gravedad. Los goles son la salsa del fútbol, y, por lo tanto, los delanteros los fichajes que más suelen ilusionar a los aficionados y los que acaban copando la venta de camisetas de un club. De hecho, no es raro ver como los defensas son valorados muy por debajo de los atacantes. Recordar, por ejemplo, la polémica surgida en torno al Balón de Oro que ganó Fabio Cannavaro en 2006, o lo elevada que parecía la cifra de 30 millones que invirtió el Real Madrid para hacerse con los servicios de Pepe en 2007.

Pues bien, con el panorama que presentaba Osasuna al inicio del mercado de fichajes, la parroquia rojilla corría cada mañana a su quiosco (o web, o twittero de confianza) para ver si el equipo navarro había fichado ya a dos o tres arietes de calidad que solucionaran la escasez de goles. Imaginar el chasco cuando descubrieron que la primera incorporación, por mucha pinta de delantero tanque que tuviera, era un central que, por supuesto, ni se mueve en los números astronómicos comentados, ni puede alardear de galardones de prestigio en su palmarés. Es más, era un completo desconocido para un porcentaje altísimo de la grada osasunista.

De esta forma aterrizó Jordan Lotiès en Pamplona, sin hacer mucho ruido, cuando se esperaba un delantero y en sustitución de Rubén González, jugador al que la directiva decidió no renovar a pesar de convertirse durante el final de la pasada temporada en un fijo de la zaga rojilla. Quizá, gracias a las pocas miradas que atraía el corpulento central francés, pudo quitarse la presión del estreno y pasársela a Oriol Riera y Ariel Núñez, los dos arietes que más tarde fueron contratados, esta vez sí, para completar la delantera. Y es que, si por algo se salvó Osasuna la temporada pasada fue por su férrea defensa, por lo que las tareas de custodia de la portería navarra parecían aseguradas con los jugadores que ya había en nómina, muy erróneamente, por cierto, como se pudo ver en los primeros partidos de Liga.

Granada, Athletic, Villarreal y, en parte, Getafe hicieron de la zaga rojilla un pelele al que manejar a su antojo. En los dos primeros casos, haciendo gol en las contadas ocasiones que se acercaron al área rival, y en el partido ante los catellonenses, superando una y otra vez el entramado defensivo de Osasuna con pases entre líneas, en un encuentro que no acabó en goleada histórica porque los hombres de Marcelino quisieron, además, hacerlo bonito. Durante estas cuatro jornadas iniciales, el lateral Joan Oriol —el fichaje que faltaba por mencionar— demostró estar todavía muy lejos del mínimo exigible, perdiendo la posición jugada tras jugada y subiendo al ataque sin criterio; Marc Bertrán, en la otra banda, continuó con el mediocre estado de forma con el que acabó la pasada campaña; y Alejandro Arribas, baluarte defensivo y uno de los pilares básicos del equipo el año pasado, no era ni la sombra de lo que se vio durante su primera temporada en El Sadar, cometiendo errores de principiante y hundiéndose ante las situaciones adversas.

El tambaleante estado de ánimo del equipo, arrastrado desde el pasado curso en el que la salvación llegó de forma casi milagrosa, y engrandecido con una pésima pretemporada (muy importante, por mucho que algunos digan que no), pesaba demasiado en los defensores rojillos. Jordan, en cambio, llegaba a la capital navarra con la ilusión de triunfar en la Liga Española. El jugador nacido en Clermont-Ferrand (5 de agosto de 1984) rechazó ofertas de la Premier para venir a la que él consideraba la mejor Liga del mundo. Sus ganas de agradar y su posible desconocimiento de la situación del equipo durante la anterior campaña, le hicieron echarse a la espalda a una maltrecha defensa. Pero, como es obvio, un solo jugador no podía realizar el trabajo de los cuatro, y en los primeros partidos sus esfuerzos fueron en vano. No obstante, el galo es posiblemente el único que ha cumplido en las ocho jornadas que llevamos del campeonato, y, en muchas ocasiones, con creces, a pesar de los resultados adversos.

Tiene 29 años, mide 1,90 y pesa 82 kg, combinando altura con agilidad y rapidez

Tal vez algo más perdido en el primer partido, Lotiès ha ido cogiendo galones en defensa hasta convertirse en el líder de la zaga rojilla, por delante del propio Arribas. Su velocidad al corte, intensidad, valentía y poderío aéreo han permitido salvar a Osasuna en más de una ocasión. Con 29 años recién cumplidos, se encuentra en su etapa de madurez futbolística y ante la mayor —y posiblemente última— oportunidad de su carrera. Como ya dijo Mendilibar en su día, sus condiciones físicas son envidiables (1'90 y 82 kg.), combinando altura con agilidad y rapidez. Por si fuera poco, le gusta tocar la pelota. El patadón es su última opción y sacar el balón jugado casi un imperativo —algo de lo que Osasuna ha adolecido en los último años—. Incluso, en situaciones de presión o falta de fluidez, no duda de tirar de su potencia para llevar, él mismo, el balón a tres cuartos de campo o asistir a los delanteros, como ya ocurrió en el gol de Oriol Riera frente al Elche con un pase de categoría (vídeo al final de párrafo). De hecho, tampoco es raro verle incorporarse al ataque como un delantero más en los finales de partidos con resultado adverso, al más puro estilo Piqué.

Lotiès, que ya empezó a demostrar sus cualidades en la Ligue 1 francesa con el Nancy, llevaba tiempo siendo objeto de deseo de la secretaría técnica del defenestrado Martín González. El que fuera director deportivo de Osasuna hasta hace poco más de un mes, sabía que el galo era un central diferente a lo que se tenía, e, incluso, a lo que se ha tenido. Su validez era indiscutible, su incorporación más que asequible (llegó con la carta de libertad) y solo su adaptación podía generar alguna duda, y esta no está siendo nada fácil. Sus problemas para comunicarse con sus compañeros y entrenador por el idioma le hicieron estar algo más distante y perdido en sus primeros días como rojillo, pero la gravedad de la situación tras estos primeros partidos le hicieron avanzar a base de bien, y actualmente parece que progresa a buen ritmo.

Antes de llegar a Pamplona pasó por Clermont Foot (2003-2006), Dijon (2006-2009) y Nancy (2009-2013)

En las últimas jornadas ya hemos podido ver como su compenetración con el resto de compañeros es mucho más fluida, especialmente en los dos últimos partidos —a pesar del penalti cometido ante el Levante y de un fallo en la salida de balón que pudo costarle el empate ante el Málaga—. Esto ha coincidido con la mejoría ánimica del equipo, y, concretamente, con la del resto de la defensa. Marc lleva varios partidos mucho más centrado en defensa y, aunque en sus incorporaciones al ataque sigue faltando ese último pase, a punto estuvo de marcar gol en dos ocasiones en el último partido; Damiá, que, como siempre, ha acabado por hacerse un hueco en el lateral izquierdo —en detrimento de Joan Oriol—, sigue demostrando su seriedad y compromiso partido tras partido, aún limitado al no encontrarse en su posición natural: el flanco diestro; por último, Arribas empieza a recordar por momentos a aquel jugador que llegó procedente del Rayo Vallecano y que hizo olvidar a Sergio Fernández. Del rendimiento del madrileño depende gran parte del futuro de Osasuna y, afortunadamente, no le falta talento, sino la concentración que ya ha demostrado el curso pasado con la camiseta roja.

Aunque su trabajo quede eclipsado por los goles de otros, aunque su buena labor de desvanezca en los partidos perdidos, Lotiès, de la mano de Javi Gracia, está recuperando a la defensa de Osasuna; esa defensa que nos salvó hace cinco meses de la quema. Aunque sea Oriol Riera quien esté anotando los goles, no hay que olvidarse ni infravalorar el trabajo del francés. Todavía es pronto para sacar conclusiones precipitadas, la temporada acaba de empezar y solo lleva 8 partidos, pero, hoy por hoy, hay pocos jugadores en la plantilla más en forma que Jordan Lotiès.