Mucho se había hablado durante la semana de una estadística poco favorable para el Valladolid. El equipo blanquivioleta no ganaba como local a Osasuna desde la campaña 01/02 y su técnico, Juan Ignacio Martínez, había perdido en los cuatro partidos en los que se había visto las caras con los navarros en Primera, sin siquiera conseguir hacerles un gol. Los medios pucelanos se amarraban en sus previas al viejo dicho que dice que "las estadísticas están para romperlas", pero esta vez, parece que habrá que esperar, al menos una temporada más, para poner de nuevo el contador a cero. Y es que, en un partido tosco, feo, con poco fútbol y muchos balones divididos, Osasuna se llevó la victoria como mandan los cánones: por la mínima, en los últimos minutos, tras un error del rival y de forma poco ortodoxa.

Oier fue el héroe de los rojillos al conectar un testarazo entre los tres palos a falta de siete minutos para el final. El canterano no tuvo que hacer más. Diego Mariño, que hasta el momento había cuajado un gran partido, realizó una salida tardía y se quedó a medio camino entre el centro y el remate, haciendo de su indecisión la condena del Valladolid. Oier, estellés, navarro de nacimiento y todo corazón y coraje, fue el único jugador capaz de despertar al equipo rojillo, frío durante todo el partido, quizá debido a las bajas temperaturas —un denominador común en el feudo blanquivioleta—. Sin embargo, el polivalente jugador rojillo hizo ligera justicia pues, si bien los visitantes empezaban a resfriarse, los locales sufrieron de hipotermia. El Real Valladolid intentó por momentos hacerse con la manija del encuentro, pero su posesión era estéril y sin profundidad. De hecho, fue Osasuna quien puso las ocasiones; contadas, pero las tuvo.

Una primera mitad con muy poco fútbol

Ante la ausencia de Oriol Riera, Javi Gracia apostó por De las Cuevas como falso nueve.

Osasuna salió a hacer su partido, el Valladolid a improvisar. Javi Gracia sorprendió a propios y extraños con una alineación sin un delantero referencia. Un centro del campo poderoso y defensivo con Puñal y Lolo serviría para contener las pérdidas de una línea de peloteros con lo mejor de la plantilla: Armenteros en banda izquierda, Cejudo por la derecha, Torres por el centro y De las Cuevas de falso nueve. Esta era la teoría, en la práctica fue una madeja constante de diagonales y reemplazamientos. A pesar de lo extraño de su planteamiento, no le salió del todo mal al técnico pamplonica, ya que, apoyados en los laterales —Damiá y Marc Bertrán—, que cuajaron un gran partido, dejaron algunas jugadas de mucha calidad, con paredes, pases corto y mucha movilidad. En una de estas, a los siete minutos, De las Cuevas apuntos estuvo de adelantar a los rojillos, pero su disparo solo dentro del área se marchó alto.

Previamente, de hecho, nada más comenzar el encuentro, Javi Guerra tuvo la mejor del Valladolid en los primeros 45 minutos. Fue pocos segundos más tarde del saque de centro, en un balón al hueco en el que Larsson gana por velocidad a Lotiès y obliga a Andrés a salir hasta la esquina del área grande para tapar su remate con el cuerpo. Si bien, el meta murciano no tuvo hoy mucho trabajo, se mostró serio y contundente durante todo el partido, imponiéndose por alto en casi todos los balones colgados por los hombres de Juan Ignacio Martínez.

Pero eran los locales quien debían llevar el peso del encuentro, y así fue. La presión 4-4-2 de Osasuna aún estaba asentándose en el campo y los pucelanos rondaban el área de los rojillos, que cuando tenían el balón, no conseguían sacarlo con claridad. Por momentos, el juego solo transcurría en campo visitante, pero todas las jugadas acaban con errores no forzados del Valladolid. El frío de la noche vallisoletana —unos 5ºC— parecía impedir pensar con claridad a los jugadores de ataque del conjunto local que, además, no contaban con el apoyo de su centro del campo —la pareja formada por Sastre y Álvaro Rubio—, muy bien cubierto en todo momento por los mediocampistas rojillos.

Solo los córners parecían inquietar al equipo navarro, que parecía tener presentes sus errores a balón parado de partidos anteriores. No obstante, los rojillos se desquitaban a la contra y por banda derecha. Un centro de Marc Bertrán al borde del área era enganchado con calidad y de primera por Roberto Torres, pero su volea no encontraba portería por poco; más tarde, era Mariño quien sacaba con los pies un remate de Cejudo que se plantó solo dentro del área tras una buena jugada de Armenteros. El juego de Osasuna era rancio y contemplativo, pero al contragolpe se mostró peligroso e incisivo.

De hecho, la primer mitad pudo terminar con ventaja para los navarros, pero, de nuevo Mariño salvo del hielo a los suyos. Un gran centro de Miguel De las Cuevas dejaba solo a Damiá en el segundo palo. El lateral catalán, entrando con potencia, remató de primeras, solo y dentro del área, pero el portero vigués sacó una mano salvadora para mantener el calor corporal de los aficionados blanquivioletas.

Segundo tiempo, misma tónica

Pero si el primer tiempo fue aburrido, la segunda se pasó entre cambios y tarjetas. El partido no fue brusco, pero Fernández Borbalán disparó cartulinas a diestro y siniestro. Un total de ocho tarjetas, cuatro por equipo, llenaron el acta del colegiado a falta de goles, y no será porque Osasuna no lo intentó. Los rojillos salieron fuertes del vestuarios, adelantando sus líneas de presión y recuperando arriba para inquietar a la zaga pucelana. Sin embargo, los navarros empezaban a notar la asuncia por sanción de Oriol Riera en la delantera, o de cualquier otro que fijara las defensas y pudiera aprovechar los centros constantes de Marc Bertrán por la derecha, en su mayoría en balde.

Juan Ignacio Martínez aguardó los diez minutos protocolarios tras el paso por vestuarios, pero en vistas de la ausencia de reacción por parte de los suyos intentó meter un poco de chispa que revitalizara a sus jugadores. El colombiano Humberto Osorio y al albanés Valdet Rama entraron al campo —por Bergdich y Larsson— para aportar frescura al ataque vallisoletano, y por momentos lo consiguieron. Los locales obligaron a recular a los rojillos durante algunos minutos y Patrick Ebert metía el miedo a la defensa navarra con sus centros medidos. No obstante, hoy no era el día de Javi Guerra, que batalló con Lotiès y Arribas durante todo el partido para apenas gozar de balones claros que rematar.

Pero poco duró este Valladolid. Cuando se alcanzaba el minuto 65, nueva ocasión clara de Osasuna que encogió a los locales. Damía, incrustado entre los defensores pucelanos, recibe un balón que toca de primeras atrás para De las Cuevas. El alicantino, con tiempo, prepara su disparo raso que se marcha rozando el palo derecho de Mariño. Seguía avisando Osasuna; a cuenta gotas, pero más que su rival. Entonces llegó la mejor para los locales y más clara del partido. Ebert gana línea de fondo y su pase atrás lo deja pasar Osorio para que Javi Guerra, de cara, desde el punto de penalti, no consiga batir a Andrés. El meta rojillo hizo su protocolaria intervención salvadora sacando una mano espectacular cuando ya se había vencido al lado contrario.

Fue entonces cuando salió Oier —minuto 68— y comenzaron los parones en el juego. El canterano entró por Torres para apuntalar el centro del campo, de por sí contundente con Lolo y Puñal, pero tuvo que esperar muchos minutos para poder tocar su primer balón destacado. Primero fue Marc Valiente el que se retiró sangrando, después Arribas con un golpe en el muslo, más tarde amarilla para el capitán Puñal, etc. Se volvía de nuevo al poco fútbol pronosticado para la noche del viernes. Solo los córners del Vallodolid impedían que el aficionado desconectara del partido. En uno de ellos, Javi Guerra no consiguió acertar con la portería rival cuando le llegó un balón franco en el área pequeña con la defensa superada. Su remate con el muslo, de gran dificultad, se marchó por encima del arco defendido por Andrés.

Pero cuando todo parecía abocado al empate, cuando Juan Ignacio Martínez apuraba sus oportunidades dando entrada a Manucho, llegó el momento de Oier. El centro tocadito y con rosquita de Lolo fue un regalo para el navarro, que solo tuvo que molestarse en acertar con la portería tras la salida en falso de Mariño: 0-1 y Zorrilla se congeló. Todavía quedaba tiempo —siete minutos—, pero la hipotermia era un hecho. Cuatro tarjetas y dos cambios después, Fernández Borbalán pitaba el final, para alegría de los rojillos, que se encontraron con una victoria casi inesperada en los últimos minutos que les permiten dormir fuera del descenso.