Un partido sin historia, para bien y para mal. Osasuna viajaba a Valencia con la intención de pescar en río revuelto, pero al final fue el conjunto ché quien echó la caña a los rojillos. Y la situación era propicia. Mal juego, malos resultados y la cabeza de Miroslav Djukic, técnico valencianista, pendiente de un hilo. Esto tampoco obsesionaba a jugadores y afición navarra —Mestalla siempre será un campo difícil—, pero existía un cierto halo de entusiasmo en cuanto al encuentro de esta tarde. Pero como suele ser costumbre, ese hachazo que te baja de la nube a velocidad de vértigo no se hizo esperar.

Quince minutos cumpliendo el guión previsto

El Valencia saltó al terreno de juego con la intención de llevar la iniciativa, y Osasuna, como buen invitado, cedió gustoso a los intereses de los locales. Bien armado en defensa, el conjunto navarro no pasó aprietos durante los primeros minutos del encuentro. Los hombres de Djukic tenían la bola, pero superaban la medular y se dedicaban a pasarse el balón como dejando que el tiempo transcurriera. Todas las jugadas acaban en centros al área sin destinatario o anticipaciones de la zaga rojilla. Únicamente Feghouli rompía el guión establecido con su intensidad y algún tiro desde fuera del área. El argelino, siempre participativo y, hoy, especialmente activo, fue de los mejores de su equipo en la primera parte.

Sin embargo, la defensa rojilla era un muro. Damiá y Marc Bertrán se encargaban de frenar las acometidas de los extremos valencianistas por banda y solo las incorporaciones de los laterales —Guardado y Barragán— ponían en apuros a los catalanes. En el centro, Lotiès parecía recuperar su mejor nivel y Arribas se mostraba especialmente concentrado en el marcaje a los atacantes rivales. De hecho, en los primeros minutos, fueron varios los balones cortados por la zaga y que generaron contras peligrosas. Pero, como ya pasó en Valladolid, la triangulación era buena, rápida y fluida, pero la resolución inerte. En cualquier caso, fue Osasuna quien dispuso de la primera oportunidad clara del partido. Guardado frenaba en seco una arrancada de Cejudo por banda y el árbitro señalaba la falta. El lanzamiento de Armenteros al punto de penalti era rematado de forma magistral por Arribas, pero su cabezazo se marchaba lamiendo la cepa del poste derecho de Diego Alves.

Osasuna jugó 75 minutos con uno menos por la expulsión de Puñal.

Precisamente, por esa falta, Guardado vio la tarjeta amarilla y, segundos después, Damiá también era amonestado en una jugada similar por Velasco Carballo. El madrileño dejaba claro que el listón que había establecido estaba muy bajo, sacando las dos primeras cartulinas en dos faltas sin trascendencia. Más importancia tuvo, no obstane, su siguiente decisión. Pelota en el centro del campo: Patxi Puñal se tira con la plancha para dificultar la salida del balón, pero llega tarde y arrolla a Dani Parejo. Falta fea, dura y a destiempo del capitán que el colegiado señaló con roja directa. Decisión, cuando menos, sorprendente, y que determinó el rumbo del partido al dejar a los rojillos 75 minutos con uno menos.

A Osasuna le sobró un minuto

La expulsión trastocaba los planes de los rojillos, pero Javi Gracia decidió no hacer ningún cambio. El Valencia seguía sin dar miedo. Con un juego tremendamente estático, los de Djukic eran incapaces de desarmar la defensa rojilla y el murmullo en la grada empezó a convertirse en los primeros pitos de la tarde al ver que su equipo, con uno más, seguía basando sus ataques en centros al área en los que Arribas y Lotiès eran infinitamente superiores a Jonas Gonçalves. De nuevo, los tiros desde fuera del área —esta vez con la firma de Dani Parejo— eran las mejores opciones del Valencia en ataque, pero Andrés Fernández estaba cuajando un gran partido.

De uno de estos, llegó la mejor ocasión del Valencia en la primera parte. Un zapatazo de Canales golpeaba en la espalda de un defensor, envenenado su trayectoria. El balón pegaba en el larguero y el rechace caía en las botas de Feghouli que, casi en el área pequeña, no conseguía batir al meta rojillo. Entretanto, Osasuna ya había dejado de sumarse a la contra. Con uno menos, los de Javi Gracia desechaban cualquier opción de contraataque con un patadón a seguir para ver si, con suerte, Oriol Riera cazaba algún balón por alto; pero no la hubo.

Osasuna no podía pasar del medio campo, pero atrás se estaba mostrando muy sólido, para desesperación valencianista. Sin embargo, el único despiste de la zaga rojilla fue castigado con demasiada crueldad. Un despeje de Arribas caía en las botas de Feghouli que filtraba de primeras una buena pelota a Barragán, que había ganado la espalda a Damiá. Esta fue la primera jugada en la que el equipo de Djukic decidió cambiar los centros altos por balones rasos. El pase del lateral coruñes al punto de penalti era aprovechado por Jonas, más listo que nadie, para adelantar a los suyos en el minuto 44 del encuentro, a uno del descanso: 1-0.

Sentencia en siete minutos

El gol fue un auténtico jarro de agua fría para los rojillos, que había aguantado bien, y con uno menos durante media hora, las acometidas del Valencia en la primera mitad. Osasuna saltó al campo tras el descanso con la caraja típica de este tipo de situaciones, pero Jonas Gonçalves acababa de entrar en combustión. Nada más empezar la segunda parte, un tiro suyo desde la frontal era interceptado con dificultad por Andres, pero solo dos minutos después obligaría al murciano a recoger el balón de su red por segunda vez. Centro de Feghouli al corazón del área y el brasileño, con mucho tiempo, la revienta de volea contra las mallas: 2-0 y partido sentenciado.

Jonas Gonçalves firmó un hat trick en menos de diez minutos.

Osasuna agachaba la cabeza como un niño al que le están echando la bronca. Demasiado castigo quizá, primero por parte de Velasco Carballo y más tarde por culpa del acierto del delantero valencianista. La situación ya era de sobra conocida para los rojillos, que no es la primera vez esta temporada que, con todo el partido por jugar, ya estaban pidiendo la hora. Jonas, en cambio, lo que pedía era la pelota, y sus compañeros ya había aprendido como buscarle. El atacante carioca no es ningún portento por alto, pero por bajo era superior a los defensores rojillos. Los de Djukic, de la mano de Dani Parejo, comprendieron que imprimirle velocidad al juego a ras de suelo les daba una mayor ventaja sobre su rival. Así llegó el 0-3, de la misma manera que el primero. La jugada fue idéntica y con los mismos protagonistas. Feghouli para Barragán y este para el brasileño que empujaba la bola por tercera vez a la red ante la desesperación osasunista: hat trick. A partir de aquí, el partido se acabó.

Cuarenta minutos de compromiso

Jonas había metido prácticamente todo lo que había tirado sobre el marco de Andrés y pudo hacer su cuarto de la tarde, de no ser porque el murciano metió una manopla espectacular ante un remate picado del brasileño. En cualquier caso, el partido ya estaba muerto, y ambos entrenadores se encargaron de certificarlo con un carrusel de cambios. Silva entró por Cejudo, Banega por Canales, Torres por De las Cuevas y Hélder Postiga por el tres veces goleador. Con el brasileño se fue la magia.

Lo que quedaba de partido fue para sufrimiento de los aficionados de ambos equipos y, solo Velasco Carballo se encargó de añadirle algo de picante en una jugaba embarullada. Una falta lateral a favor de Osasuna terminaba con los jugadores rojillos levantando los brazos pidiendo al colegiado que parara el partido: primero, porque Lolo estaba tendido en el suelo con un aparatoso corte en la cabeza; segundo, porque Guardado —que tenía amarilla— cortó en el área y con el brazo el centro de Armenteros. Al final, la jugada no se cerró hasta que Diego Alves lanzó el balón a la grada para que el centrocampista sevillano fuera atendido, tras una ocasión en cada portería.

Lolo tuvo que salir del partido y dejó su puesto a Oier. Djukic, que vio como Guardado se jugó el penalti y la segunda amarilla, decidió sentar también al mexicano para evitar males mayores y dio entrada al canterano Fede Cartabia. Entre unas cosas y otras, se había perdido mucho tiempo y el colegiado añadió cuatro minutos para desesperación de los aficionados, que agonizaban en sus asientos tras una segunda parte soporífera. Buena muestra de ello fue ver como el público comenzaba a abandonar sus asientos antes de tiempo.

Cuando llegábamos al minuto 94, Velasco Carballo pitaba el final del partido. Djukic certificaba su continuidad, al menos una semana más, en el banquillo del Valencia, y Osasuna se marchaba a vestuarios para olvidar cuanto antes un partido sin historia y del que apenas se pueden sacar reflexiones.