Durante los días previos al partido, varios medios se hacían eco de un dato singular: El Sadar es un campo en el que se pierden Ligas. Ya le pasó al Real Madrid en la campaña 2010/11, cuando un gol de Javi Camuñas (1-0) alejó definitivamente a los de Mourinho de la pelea por el primer puesto. La temporada siguiente, fue el Barça el que se dejó medio campeonato en Pamplona gracias a un doblete Dejan Lekic y un tanto de Raúl García que los de Guardiola no consiguieron remontar (3-2). Hoy, el Atlético de Madrid visitaba el feudo rojillo a sabiendas de que, en el presente curso, tanto merengues como culés, sufrieron de lo lindo para puntuar frente a Osasuna, que consiguió rascar puntos de ambos duelos —2-2 ante los blancos y 0-0 frente a los blaugranas— y, aún así, el equipo del Cholo Simeone, todavía envuelto en una nube tras abordar San Siro el pasado miércoles, saltó al césped pamplonica como quien sale por su huerto a pasear. ¿El resultado? Un contundente 3-0 que invita a la reflexión: ¿echarán de menos al final de temporada los tres puntos perdidos en El Sadar?

De entrada, el Atlético de Madrid salió al campo sin algunos de sus titulares. Miranda, Arda Turan, Filipe, Godín y Diego Costa llegaban a territorio navarro apercibidos de sanción y, aunque durante la semana se aseguró que Simeone no iba a reservar a ninguno de ellos, el técnico argentino cambió de opinión en el último momento y solo los tres últimos nombres formaban parte del once inicial rojiblanco. El derbi contra el Real Madrid de la próxima semana parecía centrar la atención de los colchoneros, mientras que Osasuna tan solo era una pequeña piedrecita en el camino que debían rodear. Pero la piedrecita se les metió en el zapato cuando apenas les había dado tiempo a apoyar un pie sobre el verde de El Sadar y, por mucho que lo intentaron los jugadores rojiblancos, no consiguieron sacarse a ese incómodo inquilino de sus botas.

Los mejores 45 minutos de la temporada

Javi Gracia sabía de las circunstancias que rodeaban al conjunto madrileño. Los del Cholo venían tras disputar y ganar un exigente partido frente al AC Milan y con la vista puesta en el derbi del Calderón, que ya asoma en el horizonte. Por si fuera poco, con medio equipo titular a una amarilla de perderse el encuentro contra el eterno enemigo, lo último que le interesaba a los colchoneros era un partido intenso. ¿No quieres caldo? Pues toma dos tazas. El técnico navarro, un auténtico estratega y analista minucioso de sus rivales, golpeó a su adversario cuando todavía no se habían asentado sobre el terreno de juego.

Una triangulación de lujo entre Armenteros, Oriol Riera y Roberto Torres —taquito incluido— apunto estuvo de dejar al canterano en uno contra uno frente a Courtois, y solo el instinto asesino de Godín pudo desbaratar la jugada enviando el balón a córner cuando el navarro ya preparaba el golpeo. Primeras gotas de sudor frío, primera papeleta salvada, ¿o no? El propio Torres fue hasta el banderín. El mediapunta de Osasuna sacó en corto, mientras en el área todo el equipo trazaba una diagonal hasta el primer palo. La defensa zonal cayó en la trampa. El centro no fue allí, sino al segundo palo, donde apareció en carrera Cejudo para fusilar a un indefenso Thibaut Courtois que lo único que pudo hacer fue sacar el balón de las mallas: 1-0, minuto 5.

La pizarra de Javi Gracia fue protagonista y Osasuna volvió a ser una auténtica amenaza a balón parado

Se desataba la locura en El Sadar y la sorpresa en el banquillo visitante. Nadie esperaba que iba a ser fácil, pero tampoco que tan pronto tendrían que remar a contracorriente. El Atlético estaba visiblemente tocado y Osasuna había entrado en combustión. Para el minuto diez, los locales ya habían acumulado 4 saques de esquina en su haber y, en uno de ellos, Mario Suárez apunto estuvo de introducir el balón en su propia portería intentando evitar el remate en el área pequeña de Lotiès, que se quedó haciendo el molde de un cabezazo perfecto.

El Atlético intentó recomponerse, pero no había manera. Osasuna había bajado un poco su intensidad inicial, pero los rojiblancos no podían hacer otra cosa que tocar sin sentido en la medular. Cualquier intento de superar el centro del campo acababa en una peligrosa contra rojilla y solo Diego Ribas lo intentaba desesperado desde lejos, topándose siempre con algún defensor navarro que blocaba su disparo.

No se auguraba peligro sobre la portería de Andrés, mientras que el área contraria una nueva jugada ensayada tras córner, prácticamente idéntica a la del primer gol —pero esta vez con un centro al primer palo—, daba otro disgusto a los rojiblancos. Afortunadamente para ellos, en esta ocasión el rematador fue Arribas y no consiguió impactar de lleno con la pelota, facilitando la reacción tardía de la defensa atlética. Sin embargo, lo peor todavía estaba por llegar.

Juanfran, un ex rojillo ilustre, despejaba con candidez un centro sobre su área. Armenteros y Gabi —que cumplía su partido número 200— saltaban a la pelea del balón dividido, pero era el argentino quien lograba hacerse con la posesión del esférico en la frontal. Y la frontal, a Emi, le tienta mucho. Armenteros soltó un zapatazo desde veintitantos metros que Courtois, de nuevo, tuvo que buscar al fondo de su portería. El disparo potentísimo del jugador rojillo se colaba golpeando en el palo derecho del belga poniendo tierra de por medio en el marcador. Era el minuto 20 y el luminoso reflejaba un inimaginable 2-0.

Solo el Cholo intentó reaccionar

Tras el gol de Armenteros el Atlético pasó de su 4-3-2-1 inicial a un 4-4-2 con Diego Costa y Villa en punta

Tras el segundo mazazo Simeone se puso manos a la obra. El primer gol podía haber sido un accidente, pero el segundo y la inoperancia de su equipo empezaban a convertirse en un problema crónico. De su 4-2-3-1 inicial pasó a un clásico 4-4-2 con Diego Costa y Villa en punta de ataque, Adrián ligerante escorado a la derecha, Diego ligeramente escorado a la izquierda y carriles al gusto para Juanfran y Filipe. Fue entonces cuando comenzaron los mejores minutos del Atlético que, aun así, fueron una calamidad en comparación con partidos anteriores.

Andrés Fernández celebró su partido número 100 con Osasuna en Primera dejando su portería a cero

La presión rojiblanca forzó varios córners, algún intento de disparo lejano que acababa tapando la defensa y... poco más. Andrés Fernández, que cumplía 100 partidos en Primera con Osasuna, era un espectador de lujo y, salvo algún centro al área sin peligro, apenas tocó el cuero. De hecho, seguía dando mayor sensación de peligro el conjunto local, que tocaba como nunca antes lo había hecho esta temporada. Solo Martínez Munuera, colegiado del encuentro, logró poner nerviosos a los rojillos tras perdonar en dos ocasiones la segunda cartulina amarilla a Mario Suárez.

Con el paso del minuto 39 al 40 el descanso parecía asomar ya para ambos equipos. Los rojillos, conformes con el resultado, no querían sorpresas desagradables como en el partido contra el Real Madrid; los rojiblancos, en estado de shock, ni siquiera podían pensar en recortar distancias en el marcador. Sin embargo, la noche aún guardaba un último regalo antes del paso por vestuarios. Armenteros ganaba un balón en banda y la ponía para Damià que doblaba por banda izquierda con la mente puesta en el área atlética. Sin pensárselo dos veces, el catalán ponía un centro sobre las inmediaciones de Courtois, plagada de jugadores rojiblancos y Roberto Torres. Pues, continuando con la cadena de catastróficas desdichas de los vistitantes, fue el jugador navarro quien, sin saltar y casi en el área pequeña, cabeceaba picado para hacer el tercero de la noche y llevar a El Sadar al extasis: 3-0, minuto 41.

Sin atisbo de reacción

Marc Bertrán y Lotiès se retiraron con molestias

Con 3-0 el Cholo ya no animaba desde el banquillo, simplemente paseaba cabizbajo por el área técnica. Ni siquiera intentó grandes cosas tras el paso por vestuarios, solo el cambio de Mario Suárez por Koke, que sonaba más a proteger a su equipo contra una más que probable expulsión del centrocampista madrileño que a otra cosa. Gracia también movió su banquillo, él por necesidad. Marc Bertrán con molestias, dejó su puesto a Oier, quien se dedicó desde su entrada a colmar la paciencia del irascible Diego Costa.

El crono avanzaba, pero no el balón. Osasuna, bien plantado en defensa, impedía cualquier jugada de peligro del Atlético y, cuando tenía la posición, distribuía con criterio y elegancia de la mano de Silva, hoy intachable director de la orquesta rojilla, perfectamente sincronizada y afinada. Solo de vez en cuando se oía un solo estridente, obra de Cejudo, que con sus regates y carambolas se ganó los aplausos del público y un grito unánime que pedía su renovación. Tan clara era el dominio rojillo que hasta la mejor ocasión del Atlético llegó del pie de un jugador Osasunista. Lotiès, en un despeje poco ortodoxo, apunto estuvo de introducir el balón en la portería de Andrés.

Dos ex rojillos llevaron el peligro del Atlético: Juanfran y Raúl García, que salió en el minuto 60

Fue entonces cuando al Cholo se le encendió la bombilla y agotó todos su cambios. Entró Arda Turan por Diego Ribas y entró un tal Raúl García por un desaparecido Villa. Al argentino era al único de todos los allí presentes —incluida la afición rojilla— al que no se le había pasado por la cabeza sacar al centrocampista navarro, que se llevó una ovación de gala del público de El Sadar. No sirvió de mucho, pero el zizurtarra protagonizó la llegada de mayor peligro de su equipo. Un centro al área de Koke era rematado de forma acrobática por el ex osasunista y, tras tocar ligeramente Andrés con su manopla, el balón se paseó sobre la línea de gol hasta abandonar el terreno de juego. Dos minutos más tarde, era Arda el que servía para el desmarque de Raúl, pero de nuevo Andrés se interpuso en su camino ganándole la partida al jugador atlético.

También se quiso unir a la fiesta otro viejo conocido por la afición local. Juanfran trazó una jugada espectacular por su banda, pero su centro al área era despejado de puños por Andrés evitando el remate de alguno de sus delanteros. El meta murciano volvió a recordar en sus escasas intervenciones al de sus mejores partidos con Osasuna, adelantándose con maestría a las intenciones de su rival. La última la tuvo Diego Costa que, minutos después de un piscinazo antológico en el área, intentó resarcirse con una gran jugada en la que se sumergió con potencia y sutileza en el área rojilla para acabar su incursión con un disparo altísimo cuando ya se encontraba en el área pequeña. Estaba claro, hoy al Atlético no le salía nada.

Y ya está, los rojiblancos no tuvieron más. Pocas y sin demasiado peligro. Osasuna fue, aunque pueda sonar extraño, el dominador también de esta segunda parte. Más recatados que en la primera parte —con 3-0 no había necesidad de precipitarse en ataque—, los navarros supieron manejar el partido a las mil maravillas, defendiendo su espectacular renta con posesión del esférico y seriedad defensiva.

Este resultado pone al Real Madrid líder en solitario y deja a Osasuna a siete de los puestos de descenso

El colegiado, muy desacertado en las pequeñas decisiones durante todo el encuentro, añadió dos de descuento, a pesar de varias interrupciones para la entrada de las asistencias y la realización de los seis cambios. Nadie protestó. Ni unos ni otros querían alargar más el encuentro. Menos el Atlético, que con este resultado otorga el liderato en solitario al Real Madrid tras la derrota del Barcelona en San Sebastián. Osasuna, en cambio, sí supo aprovecharse de los pinchazos de los equipos de la zona baja y logra una renta de 7 puntos sobre el descenso, marcado por el Valladolid.