A Osasuna le quedaban tres balas en la recámara, pero falló en su primer disparo. Sus rivales tienen ahora la opción de contraatacar y el pistolero navarro está tendido, casi indefenso, sobre la arena. Cierto es que aún le quedan dos opciones de remontar el duelo, pero de momento solo puede esperar que su enemigo falle para no verse herido y en desventaja. Eso sí, en los Spaghetti Western norteamericanos vale con un tiro preciso para tumbar a tu adversario, pero en esta película, más cercana al drama, Osasuna —que ha demostrado tener muy poca puntería— ya no puede fallar con ninguno de los proyectiles que le quedan en su tambor. La situación es crítica.

El Celta saltaba al césped con la permanencia en el bolsillo

Y eso que el momento era idóneo. El Sadar apunto estuvo de colgar el cartel de solt out, la afición volvió a recibir el autobús del equipo como en las grandes ocasiones y el rival, por mucho que Luis Enrique lo negara, no parecía que fuera a plantar mucha pelea. Además, el cuadro celeste se enteraba, ya en Pamplona, de que se aseguraban la salvación matemática tras el empate in extremis del Getafe en el Camp Nou y dos de sus jugadores estrella, Rafinha y Charles, se quedaron en Vigo para celebrar el logro.

Con la permanencia en el bolsillo, las noticias que llegaban del cuadro gallego no podían ser más esperanzadoras. Habituales como el central Cabral, el centrocampista Alex López, e incluso el portero Yoel, se quedaban en el banquillo para dar minutos a algunos de los jugadores que menos habían contado para Luis Enrique esta campaña. Sonaba a clase práctica del asturiano y partido fácil para los rojillos.

Pero quien se acuerde mínimamente de Luis Enrique como jugador entenderá lo que sucedió realmente. El actual técnico celtiña destacaba por su pundonor, orgullo y coraje sobre el césped. El de Gijón rara vez daba un balón por perdido y, mucho menos, un partido. Pues como entrenador, otro tanto lo mismo.

El Celta condenó la falta de intensidad

Osasuna salió relajado y el Celta en tromba. Mario Bermejo se revolvía en la frontal para realizar el primer tiro a puerta de los gallegos a los pocos segundos de comenzar el duelo. En la jugada siguiente, un cúmulo de despropósitos defensivos de Osasuna —de los que se contagió Krohn-Dehli con un resbalón de lo más inoportuno— a punto estuvo de suponer el 0-1 de Nolito si no llega a interceptar Arribas su disparo con el cuerpo enviando la pelota a córner. Un córner que, tras rechazar la defensa navarra, volvería al punto de penalti para que Fontás rematara solo, pero muy por encima de la portería de Andrés. El crono todavía había llegado al minuto 2 del encuentro.

El trivote celeste pasó por encima del doble pivote rojillo

A Osasuna y a "Navarra entera" —como reza el himno rojillo— le entró el pánico en el cuerpo. El Celta no había venido a pasearse, resulta que Luis Enrique decía la verdad. Y una cosa llevó a la otra. El miedo invadía a los locales que, a diferencia de otros partidos, no encontraban la estabilidad sobre el terreno de juego. El Celta, con Augusto Fernández, Oubiña y Krohn-Dehli en el medio del campo, pasaba por encima de la pareja formada por Puñal y el Gato Silva aprovechándose de los huecos que iban dejando las necesidades rojillas. Un pase del centrocampista danés para Orellana, pocos minutos más tarde, muy cerca estuvo de dejar al chileno solo en el área y las diagonales de Nolito sacaban loco a Arribas, incapaz de contener al gaditano.

Sin embargo, muy poco a poco, el Celta fue rebajando el ritmo frenético que había impuesto desde el pitido inicial. Osasuna, prácticamente paralizado por los nervios trataba de entrar en el partido y la pelota le duraba demasiado poco. El entramado que Luis Enrique había preparado en la medular era demasiado denso y los balones largos acaban todo en los dominios de Sergio Álvarez o con los atacantes rojillos incurriendo en fuera de juego.

Pero la lógica acabó por imponerse. Osasuna tiró de las bandas para empezar a achuchar al Celta. Los balones al área acaban casi siempre en tierra de nadie, pues Oriol Riera tampoco tenía su día. Aún así, un centro de Marc Bertrán al que el ariete catalán no llegó por poco empezó a levantar las esperanzas en la grada. Riera reclamó penalti y De las Cuevas se encontró con un balón en el área que no se esperaba y que acabó en saque de puerta. Tres minutos más tarde era Torres, desde la otra banda, quien lo intentaba en jugada personal tras dos recortes.

Los rojillos comenzaban a mejorar, comenzaban a tener la bola y a contener al Celta. Fue entonces cuando llegó el primer mazazo. Antes, Krohn-Dehli avisó con una vaselina desde la frontal que llevó la tensión al graderío pero que para la que finalmente Andrés se recompuso bien. El meta murciano había salido a despejar un balón hasta la frontal, pero fue finalmente Damià quien tocó, y mal, el balón, que le quedó franca al danés. No obstante, en la jugada siguiente, el guardameta rojillo no estuvo tan rápido.

Nolito hizo el 0-1 con una espectacular vaselina

Nolito, muy adelantado a la defensa, recuperaba su posición en una contra celeste. El gaditano se incrustaba entre los defensores justo en el momento en que Orellana enviaba un pase sutil para su desmarque. El de Sanlúcar aprovecha en posición correcta el pase de su campañero y, desde el lateral del área, ante la salida de Andrés, ejecutaba una perfecta vaselina que se colaba delicada en la portería rojilla. Era el minuto 19, el 0-1 y el comienzo de una sufrimiento agónico que nadie esperaba.

Fotografía: EFE.

Nolito y Sergio sentenciaron a Osasuna

Osasuna había vuelto a demostrar una preocupante falta de intensidad en los primeros minutos y solo la relajación del Celta había impedido antes que los gallegos se adelantaran. Los navarros estaban muy tocados y la superioridad céltica en el centro de campo comenzaba a ser un problema muy grave para los rojillos. Las pérdidas en la zona comprometida estaba poniendo en muchos apuros a la zaga y los constantes unos contra unos de los gallegos tras la presión dificultaban la salida de balón.

Solo Jonny bajo palos evitó el gol olímpico de Torres

Sin embargo, tras varios minutos de incertidumbre, Osasuna se recompuso. Tocaba remar contracorriente, pero quedaban muchos minutos y los rojillos, ahora sí, subieron un pistón la marcha. Fue, sobre todo, un córner desde la izquierda que a punto estuvo de convertir Roberto Torres en gol olímpico lo que espoleó a los navarros. Solo el acierto de Jonny sacando la pelota bajo los palos cuando Sergio Álvarez ya estaba vendido impidió el empate. No obstante, sería la única vez que el Villagarcía de Arosa se vería superado.

Lo que en principio parecía un ventaja para Osasuna —el portero titular del Celta vio el encuentro desde el banquillo—se convirtió en una terrible pesadilla. Los navarros empezaban a acercarse con peligro al área gallega. Aurtenetxe impedía con apuros un remate de Riera dentro del área y el línea señala un dudoso fuera de juego en una jugada que acabaría con el balón debajo de las mallas. Y fue entonces, en el mejor momento de Osasuna, cuando apareció la figura de Sergio Álvarez que innauguraría un minuto fatídico para los rojillos.

Sergio Álvarez desbarató, por partida doble, la mejor ocasión de Osasuna

Fue la mejor ocasión para los locales. Oriol Riera conseguía impactar con un centro desde la izquierda que obligaba la estirada soberbia del cancerbero para evitar que el empate. Pero la cosa no quedó ahí. El rechace cayó en pies de De las Cuevas que, solo, dentro del área pequeña, no consiguió batir al guardameta gallego que, en un alarde de agilidad y reflejos, metió otra mano salvadora.

Y de lo que pudo ser la igualada nació la sentencia. El Celta armaba la contra y, nuevamente Orellana, ponía un centro desde la derecha al segundo palo para la entrada solo de Nolito que, con frialdad, superaba por bajo a Andrés Fernández y pisoteaba la moral de los jugadores rojillos: 0-2, minuto 32.

Ya daba igual que quedara tiempo, ya daban igual los tópicos de siempre. "Hay que hacer un gol antes del descanso o estamos perdidos", decían algunos. Se equivocaban. Si algo podía salvar a Osasuna era el descanso. Estaban hundidos, muy tocados y cada minuto más sobre el césped aumentaba el peligro del Celta. Nada salía bien y, ni si quiera un gran balón de Puñal a la cabeza sin marca de Arribas pudo enderezar el rumbo del partido. A vestuarios con 0-2 y gracias.

Con más corazón que cabeza

Tras quince minutos de descanso para asimilar lo sucedido, Osasuna volvía a saltar al césped. El público seguía animando, pero en las caras de los jugadores solo se podía ver desesperación. De las Cuevas, que había hecho un partido nefasto, se quedó en el banquillo para dar entrada al paraguayo Acuña, a la postre de los más destacados del equipo rojillo —al menos por empeño—.

Ahora sí, Osasuna necesitaba marcar rápido para volver a meterse en el partido. La afición comenzaba a hacer cuenta con un posible empate —la victoria era una utopía—, pero la intensidad de los rojillos no daba ni para intimidar siquiera a su rival.

El Celta, con una cómoda ventaja y un rival herido, esta vez si retrasó definitivamente la posición y durante toda la segunda parte se dedicó a esperar a su rival y salir a la contra con peligro. Tampoco necesitaba más el equipo de Luis Enrique pues durante los primero diez minutos de la reanudación no hubo nada destacable cerca del marco defendido por Sergio Álvarez.

De hecho, hasta el minuto 58 Osasuna no tendría su primera ocasión de la segunda parte. Fue con un pase largo de Armenteros que generó una bonita lucha entre Fontás y Oriol. Finalmente fue el delantero rojillo quien se llevo la pelota en el área y acabó rematando para ver con su disparo era repelido con facilidad pasmosa por el meta gallego. Un minuto más tarde, era el Celta quien respondía a la ocasión local con una espectacular volea de Krohn-Dehli que se marchó por encima del larguero para culminar una contra de Mario Bermejo.

Tras estas dos ocasiones, el partido se convirtió en el clásico correcalles. Los navarros, más con el corazón que con la cabeza, adelantaban cada vez más sus líneas y los gallegos desaprovechaban sus opciones de contra buscando el luciemiento individual: Nolito buscó el hat-trick con un lanzamiento desde la esquina del área y Santi Mina, que había entrado por Bermejo, se empachó de balón en una contra en superiodidad.

Oriol Riera acabó desquiciado por la actuación de Sergio Álvarez

Entre tanto, Oriol Riera seguía peleándose con Sergio. Un gran centro raso atrás de Acuña era rematado por el delantero catalán tras adelantarse de forma magistral a su marca, pero, nuevamente, se encontraba con el portero del Celta y, pocas jugadas después, un nuevo balón para Riera a la espalda de la defensa era rematado alto por el ex jugador del Alcorcón que empezaba a evidenciar síntomas de desesperación. Prácticamente ahí se acabó el partido —si no lo había hecho ya antes—.

Fotografía: EFE.

Minutos de agonía

El canterano David Goldar debutó en Primera con la camiseta celeste

Con la llegada del minuto 70 comenzó el carrusel de cambios en ambos bandos. Por los locales entraron Lobato y Cejudo por Armenteros y Roberto Torres, mientras que en los visitantes Augusto y Fontás cedieron sus minutos a Madinda y el joven David Goldar, que debutaba en Primera con la camiseta celesta.

Para entonces Osasuna ya estaba totalmente roto. Podía el desánimo y se veía en las caras de los jugadores. Solo Acuña parecía con fuerzas para presionar y apenas un carrerón de Cejudo que se quedó en nada y una nueva jugada personal de Oriol que desbarató Sergio despertaron al público de sus localidades.

El final se hizo eterno para Osasuna. Los jugadores rojillos se habían dejado el fondo físico y, aún así, no había conseguido un gol en casa ante un equipo que no se jugaba nada. Solo por orgullo, los jugadores siguieron intentándolo hasta el final y el graderío animando sin interrupción. Pero con el final del partido, el público de El Sadar regaló una sonora pitada a unos jugadores que se habían visto sobrepasados por la empresa y que habían sido incapaces de salir al campo a comerse la hierba. El Celta ponía el jaque y solo queda esperar que Espanyol y Betis no ponga el mate. Osasuna tendrá que aprovechar las dos balas que le quedan si no quiere bajar a Segunda División.