Nunca he tenido claro el concepto de purgatorio. Intuyo que es un tema confuso incluso para la gente religiosa. Yo, que ignoro por completo los caminos del señor, siempre he pensado que se trata de un lugar donde la gente aguarda -en un estado de sufrimiento continuo- a que se decida su destino. Mi mente, muy peliculera, en su día decidió que dicho lugar se trataba en realidad del paraje que Salvador Dalí pintó en su famosísimo cuadro “Los relojes blandos”. Para mí el purgatorio siempre había sido ese escenario misterioso y adusto que el genio catalán pintó tomando como modelo la bahía gerundense de Port Lligat.

Tras el gol del Valladolid en Pucela que complicaba más si cabe la permanencia de Osasuna en primera división, me di cuenta de que estaba equivocado. Poco antes de la medianoche, tras presenciar el enésimo resultado negativo para los intereses de los navarros, al fin, vi la luz. Y con ella descubrí que el purgatorio, al menos el rojillo, se encuentra no muy lejos de donde yo lo había ubicado.

Cornellá–El Prat, el estadio del RCD Espanyol es sin ningún atisbo de duda el purgatorio del osasunismo. Cuentan, que el coliseo perico está ubicado entre dos localidades, y que el límite entre una y otra pasa por medio del terreno de juego. Por lo tanto, las porterías están ubicadas en municipios diferentes, pertenecen a poblaciones diferentes. Una enfrente de la otra, dos lugares, dos mundos. Es la prueba definitiva, a un lado el cielo, al otro, el infierno. Lo que ocurre entre ambas porterías dicta sentencia.

Como el resto de los rojillos que han visto la luz, peregrinaré a tierras catalanas para expiar los pecados acumulados durante todo el campeonato, los de la grada, y sobre todo los del campo. Le rezaremos con fervor al roble montañés y al vino de la ribera. En cálices de plástico tomaremos el jugo de la endrina. Porque en Navarra somos, casi por encima de todo lo demás, gente de fe. De la que se escribe con mayúscula bastante, sí, pero de la que se escribe con minúscula mucho más aún. Cuando la situación se pone de color gris oscuro casi abismo, la sacamos a relucir y nos aferramos a ella, y más nos vale, porque esto es lo que realmente no diferencia del resto.

El Espanyol no ha logrado aún su salvación, por lo que no nos va a regalar nada. Mejor, que se guarden la limosna para el domingo siguiente. Hemos llegado a esta situación después de mandar al limbo mil y una oportunidades de salvarnos cómodamente, y creo que es porque teníamos algo que comprobar. Teníamos que demostrarnos que la pureza cromática de nuestros corazones sigue intacta, y qué mejor manera de hacerlo que citarnos con el señor del fútbol en la penúltima jornada de liga.

Para el juicio del domingo, nuestro pastor Javi Gracia tendrá que elegir con suma delicadeza los argumentos que utilizará para que la balanza caiga a nuestro favor. Como fervorosos fieles, no podemos hacer otra cosa que recordarle que los que le ponen corazón, los que han mamado el osasunismo desde la cuna y los que tienen por virtud principal el esfuerzo, nos han abierto las puertas del cielo durante 14 gloriosos años. La ilusión y el compromiso llegan donde la belleza y la plasticidad no alcanzan.

Sabemos que nos va la vida en ello, lo sabemos. Y las cuentas son claras. Si se pierde, se perderá también el envite y descenderemos inevitablemente a las oscuras tinieblas de la segunda división. Si se gana, nos ganaremos la oportunidad de mirarnos al espejo en nuestra propia casa una última vez, para descubrir quiénes somos en realidad y poder afrontar nuestro destino en armonía. Empatar supondría abonarnos a una lotería cruel, como introducir cuatro balas en el cargador (dejando dos huecos libres), hacer girar el tambor y apretar el gatillo contra nuestra propia sien.

Aun y todo, mi fe sigue intacta. Sobre todo porque ahora tengo más claro el concepto de purgatorio. La luz y la Wikipedia me han acercado a la verdad, y es alentadora. La teología explica que todo aquel que entra en el purgatorio, antes o después termina entrando en el cielo. Por lo tanto, si estoy en lo cierto y Cornellá–El Prat es el purgatorio del CA Osasuna, no tenemos nada que temer. Además, en el improbable caso de que esté equivocado, todavía nos quedará San Fermín.