Curioso deporte el fútbol, ¿verdad? "¡Pero si es solo un juego!", dicen algunos sorprendidos cuando ven en el telediario el rosto roto del aficionado que acaba de sufrir una derrota. O en clase o el trabajo. Siempre está ese compañero, ateo del balompié, que se mofa los lunes por la mañana tras la derrota del equipo. No comprenden el monumental cabreo del hincha, no entienden que el miércoles todavía dure la molesta resaca liguera. Y es normal. Eso no es algo con lo que se nace, no es algo que adquieras de forma innata. Es algo que se inculca de padres a hijos. Un sentimiento que invade tu mente de forma irracional y que es casi imposible de ignorar.

Muchos equipos llevan tras de sí una estela de valores culturales que superan lo que pasa dentro de un campo de fútbol. Y eso no se puede entender; solo se puede sentir. Es ese amor al puro fútbol, al de antaño. Al de camisetas de algodón, medias bajadas y amor por los colores. De jugadores que sentían el escudo y cuyos ropajes no estaban impregnados de marcas comerciales. El verde césped era el color imperante en el estadio, mientras que ahora es el rojo del neón de Coca-Cola que protege los límites del campo. Equipaciones manchadas, no de hierba y barro, sino de sponsors y etiquetas; jugadores comprometidos tan solo con los ceros de su contrato.

Aquel fútbol hoy es utopía. Tanta gente detrás de una pelota —ni por asomo hablamos solo de los 22 vestidos de corto— hacía imposible que el mercado tardara mucho en lanzar sus garras sobre el deporte rey. El marketing y la compra-venta han convertido el mundo del fútbol en una carrera para sprinters que buscan resultados inmediatos. No se mira más allá de dos, tres temporadas —en el mejor de los casos— y, por lo general, se prefiere seguir la pista del dinero, como diría Mark Felt (AKA Garganta profunda), a mantenerse fiel a unos colores.

¡Y qué agradecido es ese "por lo general"! Todavía quedan, aunque parezca mentira, jugadores que miran más allá de su cuenta corriente. ¿Quién se acuerda de Cristiano Lucarelli? Aquel aguerrido delantero italiano —ex del Valencia— que rechazó ofertas millonarias por permanecer en el Livorno, el equipo de sus amores. O, bueno, quizá no haya que irse tan lejos. "No sé lo que hubiera sido jugar en otro equipo. Se que igual hubiera podido ganar más dinero o incluso algún título, pero lo que he sentido en este club no lo podía haber sentido en ningún otro equipo de mundo", dijo el ex capitán rojillo César Cruchaga en su despedida como futbolista.

Ambos son, por supuesto, casos extremos y difícilmente repetibles. Concretamente el de Cruchaga con Osasuna sería imposible de entender si no hablamos de su origen y sentimiento navarro. Por eso, hablar de la vuelta de Javad Nekounam en estos términos sería una absoluta locura, pero ello no quita que el gesto que ha tenido el iraní con el club rojillo sea digno de mención y agradecimiento por parte de la parroquia osasunista; además de uno de esos detalles que nos recuerdan que el puro fútbol todavía emerge —aunque sea a trompicones— entre el manto omnipresente del mercado.

Jugando al margen del mercado

Las ofertas que tenía el iraní de otros equipos sextuplicaban la de Osasuna

Sextuplicar. O lo que es lo mismo, multiplicar por seis una cantidad. Eso es lo que hacían las numerosas ofertas que el persa tenía —eso sí— en su país. Nekounam, todo un ídolo de masas en Irán, titular indiscutible en cualquier club de la Liga del Golfo Pérsico y líder absoluto del combinado nacional que recientemente ha disputado el Mundial de Brasil, ha decidido, a sus 33 —para 34— años, pasar de los petrodólares para ayudar a Osasuna. Y lo ha decido él. Nadie en el conjunto rojillo había hablado con el jugador. Fue él el que, apenas dos o tres días tras confirmarse el descenso, llamó a las oficinas de El Sadar para ofrecerse al equipo que le dio la oportunidad de dar el salto al fútbol europeo.

¿Quién iba a pensar que un mundialista como Nekounam podría volver a Osasuna con el descenso a Segunda? Sí, Neko siempre fue de esos que cuando la soga apretaba aseguraban que de consumarse el hundimiento seguirían en el equipo achicando agua hasta devolverlo a Primera. Pero las palabras se las lleva el viento y en el fútbol, como en la vida, la hipocresía está a la orden del día. Pero lo que ha hecho el iraní es más que eso. Él ha vuelto al barco cuando ya estaba en tierra disfrutando de su retiro —porque con 33 años, en Irán, petrodólares, mujer e hijo, aquello sonaba a jubilación; y no precisamente anticipada—.

En 2007, cuando todavía se recuperaba de una grave lesión de rodilla, Osasuna le renovó tres temporadas más

"¿Qué necesidad, Javad?", le diría su familia. La necesidad de cumplir una deuda pendiente. La deuda que el jugador siente con el equipo que confió en él con un fichaje "exótico" —que en el mundo del fútbol es el eufemismo de "muy arriesgado"— y que le permitió convertirse en el primer jugador iraní en jugar en la llamada mejor liga del mundo. La deuda que guarda en su interior desde que Osasuna le renovara tras un año en blanco por culpa de una grave lesión de rodilla.

A pesar de su aparente frialdad y de que en muchas ocasiones se le acusara de no jugar al 100% de su capacidad, el vínculo del que Neko adquirió con Osasuna durante los seis años que duró su primera etapa en El Sadar fue tan fuerte que apenas tardo cinco meses en volver a sonar para los rojos. Después de rescindir su contrato con los navarros y fichar por el Esteghlal en julio de 2012, en diciembre de ese mismo año se ofreció ante la directiva de Miguel Archanco para volver al club rojillo, inmerso en una tremenda crisis de resultados. Sin embargo, la cabezonería del ex presidente impidió el ansiado enlace.

De hecho, no ha sido hasta la llegada de la junta gestora cuando la opción Nekounam ha empezado a tomar viabilidad —pues, obviamente, su ofrecimiento tras el descenso llegó con Archanco en el cargo—. Y es que Osasuna y el iraní están condenados a entenderse. Por muy bajo de forma que estuviera, por mucho que no rindiera al tope de sus posibilidades y aunque a veces pecara de falta de carácter, desde su marcha nadie ha conseguido hacerse con las riendas del equipo en el centro del campo. Jugadores como Annan, Timor o Silva no han conseguido acercarse ni de lejos a la sombra del capitán persa, que es con toda seguridad un fichaje de lujo, sea o no el de sus primeros años.

En el peor de los casos, Neko, que firmará por dos temporadas, aportará a la medular ese poso de calidad y veteranía que quedaba en entredicho tras la retirada de su buen amigo Patxi Puñal. Pero hay que insistir en que lo más importante de la operación —que rubricará mañana con la firma del contrato— es ese deseo explícito del jugador de vestir de nuevo la camiseta rojilla. Un gesto que le honra como jugador y que hay que agradecer como seguidor rojillo y como aficionado al fútbol de siempre. Porque a veces, son esos pequeños resquicios que quedan entre el imperativo categórico y el "por lo general" los que devuelven a los más puristas la fe en los viejos valores del deporte rey.