Corría el 18 de mayo de 2014. Osasuna se enfrentaba al que podía ser su último partido en primera después de catorce años consecutivos en la élite del fútbol nacional. El rival era asequible. El Betis ya era equipo de Segunda División desde hacía unas semanas, lo que hacía fácil una necesaria victoria. No obstante, los tres puntos no eran suficientes para lograr la gesta. La permanencia se jugaba en tres estadios más: Vallecas, Almería y Valladolid. Una victoria rojilla y otra de Valladolid, Athletic o Rayo era la única salida de emergencia posible; el resto de combinaciones mandarían a los de Pamplona al infierno.

Aquella tarde comenzó de la mejor manera posible. Oriol Riera –el goleador del equipo en la anterior campaña, con trece goles- marcaba el primer gol de todos los partidos que se jugaban a la misma hora, que se jugaban el ser o no ser. La mitad de la tarea estaba hecha. Pero, de repente, como si el destino estuviera avisando de algo inevitable, la valla del fondo sur se venía abajo. Además, el marcador del resto de estadios no acompañaba. El Almería empataba, el Getafe ganaba y el Valladolid perdía.

A falta de tres minutos para el final de todos los partidos, una pequeña luz se encendió en un oscuro y tenebroso túnel. El Rayo Vallecano, tras haber empatado minutos atrás, conseguía remontar el marcador hasta ponerlo en 2-1; en ese instante, Osasuna era equipo de Primera. Pero poco duró la alegría. El colegiado decidía anular el tanto por posición de fuera de juego, lo que devolvía a los navarros su condena al descenso. Incluso cinco minutos después, el Getafe volvía a marcar, llevándose así los tres puntos. No había nada que hacer. Osasuna estaba en Segunda. Y Patxi Puñal colgaba las botas de esta agria manera.

Aquel 18 de mayo los rojillos no daban crédito. No podían sentir, solo podían llorar y pensar como había sido posible lo que que estaba ocurriendo. Sin embargo, lo peor estaba todavía por llegar, y los aficionados que se dieron cita en el Sadar ni se lo imaginaban.

La deuda invisible

La afición había perdido la mirada perdida y tenía que afrontar una nueva situación. De las decisiones que se tomasen en ese momento, dependía el futuro del club, ya que según como se gestionase, podría incluso desaparecer, tal y como les ha ocurrido a otros clubs. Pero que si se hacía bien, podría arreglarse el desaguisado que se había creado.

El primero de los pasos fue el adiós del míster, Javi Gracia. El segundo, la presidencia. Archanco decidió poner su cargo a disposición de los socios, después de que dos miembros de su junta convocaran una reunión extraordinaria. La afición comenzaba a pronunciarse, a la vez que descubría los chanchullos que él y su antecesor, Patxi Izco habían realizado en las arcas del club. No obstante, Miguel Archanco no quería dejar su sillón de la presidencia y puso como condición para su abandono un plazo. Plazo que le dictó la Hacienda Foral para presentar un plan de viabilidad y explicar como Osasuna iba a hacer frente a la deuda, que día tras día iba ascendiendo en grandes cantidades como por arte de mágia.

La parte deportiva también se jugaba mucho en el nuevo escenario. El mercadillo de ‘Vasi’ ponía a la venta a los pesos pesados del equipo. Había que vender si no se quería un descenso administrativo a Segunda B, vender para lograr algo de liquidez antes del 31 de julio, puesto que si no se pagaban 8 millones de euros antes de esa fecha, en diferentes contratos, la LFP podría entrar en juego y cambiar las reglas.

Con Zabaleta llegó la calma

El 20 de junio se empezó a aclarar todo aquel desaguisado que había. Tras la celebración de la junta extraordinaria, y tras debatir quien y como había que gestionar y presidir Osasuna en esos momentos de locura, Javier Zabaleta –el cual se había presentado a las últimas elecciones, las cuales ganó Archanco- se ganó la confianza de los votantes y lo proclamaron como presidente de la Junta Gestora, con un total de 139 votos, frente a los 99 de Maquírriain y los tres de Chema Garrido.

Su primer movimiento fue la venta de Oriol Riera al Wigan Athletic. El jugador catalán, haciendo fe de su buen año con Osasuna, decidió dejar aparcadas sus ofertas de equipo de Primera División y emigrar a Inglaterra, haciendo más grande así su paso por Pamplona. El coste de la operación se cerró en 2'5 millones de euros y su recuerdo quedará por largo tiempo.

Oriol Riera ha sido el pichichi de Osasuna con 13 goles. Foto: ferplei.com

El siguente paso de la nueva Junta Gestora fue terminar lo que se había empezado con Hacienda. Lourdes Goicoechea, Consejera de Economía, Hacienda y Empleo, admitía ante los medios que desde el Gobierno harían lo posible por mantener a Osasuna en Segunda, siempre y cuando el Club esté al día en sus pagos, ya que el descenso sería malo para el equipo y para Navarra. Se abría así un atismo de esperanza para avanzar en la gestión deportiva. Así lo confirmaba días después Zabaleta. El acuerdo con Hacienda no fue gratis, pero sí razonable para no descender.

El ámbito deportivo también empezaba a cambiar de color. Tras varias idas y venidas en la dirección técnica, Jan Urban era el elegido por la Junta Gestora para dirigir al equipo en la temporada 2014/2015. La vuelta del polaco fue una inyección de moral para todo el mundo. La afición, envuelta en un mar de dudas durante el proceso de 'desinfección', volvía a recobrar la ilusión por el equipo. Y es que ante la nueva situación, solamente las raíces serían capaces de devolver a Osasuna a su lugar. Y para eso había llegado él, el elegido. Ilusión y emoción a raudales.

Comienza la pretemporada

Poco a poco las aguas volvían a su cauce, y la pretemporada comenzaba para los jugadores. Con las inminentes salidas que se iban a dar en un corto espacio de tiempo, era turno para los jugadores del Promesas, de probar suerte y intentar hacerse un hueco entre los 'mayores'. Era la oportunidad de chavales como Unai García, Maikel Mesa, David García, José García, Mikel Merino, Alex Berenguer y Kike Barja. Y como si un sueño de una noche de verano se tratara, el primer partido de pretemporada de Osasuna dejó sobre el terreno algo impensable en los últimos años, un once plagado de canteranos.

Era el comienzo de algo bonito, la vuelta a aquello que se pedía con la llegada de Urban. Era el momento de volver a la tradición de dar el mayor protagonismo posible a los jugadores de casa, los que verdaderamente sienten la camiseta, los colores, y los que tiran del carro cuando las cosas van mal. El resultado de aquel partido, incluso, no pudo ser mejor. 0-4 y todos más contentos que chupita. Las sensaciones que transmitió aquel equipo nada tenían que ver con lo visto durante la temporada.

En muy poco tiempo se había conseguido recobrar la ilusión por el equipo. Ilusión que parecía insalvable en el caótico mes de junio. No obstante, no todo iba a ser de color rosa. Las idas seguían siendo más abundantes que las venidas. Koné hacía la 13/14 y renovaba su contrato con el Racing, cuando anteriormente había fichado por Osasuna. Posteriormente, la LFP tomó cartas en el asunto y aunque admitió al futbolista como jugador del equipo cántabro, dio la posibilidad al club navarro de ir por la vía civil.

Timor y Joan Oriol también hicieron su salida, y encima, por la puerta de atrás, echando pestes a su alrededor. Todo lo contrario a Andrés Fernández y Damià Abella. Estos dos hombres, haciendo gala de su sentimiento rojillo, abandonaron Osasuna por la puerta grande, con lágrimas en los ojos y demostrando su implicación con el club. Algo de agradecer por parte de los aficionados.

Entre tanto, la LFP levantaba el castigo a Osasuna de no poder fichar, ya que había cumplido unos requisitos para poder hacer incorporaciones. Las primeras llegadas no se hicieron de rogar. Javier Flaño regresaba a su casa para jugar junto a su hermano y Luis Virto se convertía en nuevo Director Técnico de Tajonar.

Sin embargo, el mejor fichaje posible estaba por llegar. Nada más y nada menos que el regreso de uno de los grandes de la historia del club: Javad Nekounam. El príncipe persa regresaba a Pamplona tras haber rechazado ofertas millonarias. Él prefería jugar en su tierra adoptiva, donde había disfrutado de sus mejores años como profesional. Prefería ayudar al club que le dio a conocer en el fútbol europeo. Y así lo dejó claro el día de su presentación en el Sadar. Todo un lujo de refuerzo para un club que había estado contra las cuerdas.

Nekounam se presentó ante la afición acompañado de su hijo. Foto: Imanol Itokun (VAVEL)

Durante el camino, salió a la luz el calendario para elegir a un nuevo presidente. El dia elegido para ello será el próximo 26 de septiembre, tras cumplir todas las fechas y pasos a dar en el calendario electoral. También se conoció el calendario de la temporada. Osasuna debutará en liga el 23 de agosto, frente al Barcelona B y en el Sadar.

En las últimas fechas, el equipo ha ido cogiendo forma, y poníendose a punto enfrentandose a equipos Champions, como es el Athletic de Bilbao. El partido que disputaron el pasado seis de agosto sirvió para meter miedo a los rivales, y avisarles de que una apisonadora se presentaba candidata al ascenso. La primera parte fue de escándalo, llegando al descanso por delante en el marcador con un tres a cero. En la segunda mitad las fuerzas se igularon, pero eso fue lo de menos. Lo importante era que oficialmente Osasuna había vuelto, y lo había echo para dar guerra. Para demostrar que todo lo ocurrido durante el verano había merecido la pena.

En segunda no se vive tan mal

No importa que Cejudo haya sido el último en marcharse por la puerta de atrás. Solo importa que este nuevo equipo está cogiendo la forma necesaria para afrontar una ilusionante temporada. Y es que en segunda no se vive tan mal. Al mal tiempo buena cara. Y a parte de la mejora del equipo, hay muchas cosas buenas que los aficionados rojillos disfrutarán. Porque, ¿qué hay mejor que limpiar el club de malas hierbas? ¿Qué hay mejor que crear un proyecto ilusionante con gente de la casa? ¿Qué hay mejor que solo se queden los que verdaderamente sienten los colores? ¿Qué hay mejor que descubrir nuevos estadios, equipos y aficiones más humildes? ¿Qué hay mejor que no sufrir horarios del mal y poder decir No al Fútbol Moderno? ¿Qué hay mejor que solo hablen de Osasuna para lo bueno y no para decir que tiene la peor afición del mundo?

Al final, el descenso a Segunda División ha resultado ser la salvación para un equipo que, de seguir en la misma línea, estaba condenado a lo peor. Pero hay veces que se tiene que retroceder un paso para dar tres adelante. El camino que queda por recorrer será muy duro, y tal vez no sea en el primer intento cuando Osasuna consiga volver a la élite del fútbol. Porque Osasuna quiere volver. ¡Y volverá!