Si Osasuna jugara así todos los partidos estaría, como poco, en puestos de Playoff. Y la cosa tampoco fue como para tirar cohetes, pero la mejora —que no era difícil tras lo visto la pasada jornada en el Carlos Belmonte— es evidente; sobre todo teniendo en cuenta que entre el partido frente al Albacete y el de hoy hay una diferencia bastante considerable: de perder contra el colista, a dominar al colíder. El Girona, máximo candidato al ascenso directo junto a Las Palmas, jugó casi los 90 minutos a merced del fútbol rojillo y, en fases del partido, vio como los navarros los encajonaban en su propia área. Fue Osasuna quien puso las ocasiones, el fútbol y las ganas, y solo la mala suerte —vaya la que falló Nekounam...— y el acierto de Isaac Becerra bajo los palos, evitaron que Urban se desahogara un poco el cuello de la camisa.

Se puede decir sin miedo a represalias: Osasuna mereció ganar e, incluso, hacerlo con autoridad; y eso fue gracias a un repentino cambio de actitud, a un empuje que no se veía desde hace tres jornadas —concretamente desde el partido ante otro de los cocos de la categoría, el Real Betis— y a una evidente mentalidad ganadora, esa que, con unos recursos limitados y presupuestos irrisorios para los grandes equipos, llevó a los rojillos, durante casi la primera década del presente siglo, a consolidarse como un equipo a tener en cuenta en Primera División. Pero las cosas han cambiado mucho desde entonces y, como reza el título de esta crónica, solo con empuje y actitud no vale.

Una victoria de Leganés o Ponferradina metería a los rojillos en descenso

Con apenas 16 puntos —solo dos por encima del descenso— una victoria de Leganés o Ponferradina mañana metería a los rojillos en la zona peligrosa de la tabla y, en las próximas tres jornadas, toca bailar con dos de las más feas: Las Palmas y Valladolid. Si hay o no ultimátum de cinco partidos a Urban —contando este y el de la semana pasada— es un misterio, pero lo cierto es que, o acompañan y mucho los resultados de diciembre, o los rojillos se tomarán los turrones en la peor situación que han vivido en décadas.

De lo mejor esta temporada

Vujadinovic otorgó mayor solidez defensiva a la zaga

Osasuna saltó al césped de El Sadar buscando un cambio y así quedó plasmado en el once inicial rojillo. Para empezar, los dorsales por encima del 25 desaparecieron de la zaga. David y Unai García volvían al banquillo y Miguel Flaño y Vujadinovic al once. El central serbio, fichado para solucionar los problemas de Osasuna atrás, jugó su segundo partido con la camiseta roja y lo cierto es que su presencia en la retaguardia dotó de mayor solidez y agresividad a la defensa navarra. Javi Flaño y Sisi ocuparon los laterales ante los problemas de Echaide y Cadamuro y la dupla Nekounam-Loé fue la encargada de canalizar el juego local. Por delante, una nueva sorpresa: Ansarifard relevaba a Torres en la alineación incial, mientras que Kodro, De las Cuevas y Nino completaban el ataque titular de Jan Urban. Y con esto, Osasuna jugó uno de los mejores tiempos en lo que va de liga.

Los primeros 45 minutos dejaron para la galería —y solo para la galería— una muestra de dominio rojillo sin paliativos. Desde el saque incial pudo verse a los hombres de Tajonar con una actitud sumamente competitiva. Quizá fuera El Sadar, la zona de descenso apretando desde abajo o la resolución del Parlamento navarro en favor de la nueva ley de pagos para la deuda del club; el caso es que, con apenas un par de balones jugados, Osasuna consiguió atemorizar al flamante colíder. A los pocos segundos una pelota de De las Cuevas desde la derecha se paseaba por el área helando la sangre de los defensores catalanes y, un par de jugadas más tarde, Kenan Kodro se sacaba de la chistera un chutazo lejanísimo que obligaba a Isaac Becerra a hacer una de las paradas de la tarde en su primera intervención.

El hijo del mítico Meho Kodro mejoró considerablemente sus prestaciones de la pasada jornada. El delantero de origen bosnio tiró de movilidad, mientras que Nino fue quien puso el genio, Ansarifard la calidad y De Las Cuevas sacó a relucir sobre el tapete sus mejores trucos. Osasuna buscaba la verticalidad, el juego por banda y los pases en profundidad; el fútbol inocente y horizontal de las últimas jornadas, con los jugadores limitados en sus movimientos como fichas de ajedrez, parecía pasar poco a poco a mejor vida.

El Girona no trenzó una jugada hasta bien pasado el minuto 10

Entretanto, el Girona se limitaba a achicar. Su primera jugada —que además terminó en la mejor ocasión de los de Machín en estos 45 minutos iniciales— llegó bien pasados los primeros 10 minutos: jugadón de Pera Pons, envío en profundidad a la derecha para Cifuentes y remate con violencia del lateral que obligaba a Santamaría a despertar de su letargo y enviar a córner. Antes, prácticamente los jugadores visitantes fueron parte del decorado de El Sadar. No llegaron al área ni a balón parado y no dieron ni dos pases seguidos; y eso fue gracias, en parte, al trabajo de presión arriba y, principalmente, de Loé y Neko en la medular.

Los pivotes rojillos se encargaron de desbaratar cualquier indicio de salida ofensiva del equipo catalán. Solo una pega para el iraní: desperdiciar una de esas ocasiones que te pegan las manos a la cabeza como con Super Glue. Sin portero, a un metro de la portería y con todo el arco para él. De pura rabia, la mandó a las columnas que sujetan la zona alta del graderío sur en un rechace del portero que llegó tras un remate de cabeza de Vujadinovic en saque de esquina (minuto 19). Aún así, el iraní creó peligro, y mucho; sobre todo a balón parado y de la mano de su compañero balcánico, que da la impresión de que este año nos va a dejar algún que otro gol merced de su poderío aéreo.

Isaac Becerra hizo un partido espectacular manteniendo su portería a cero

Pero si no era la mala fortuna o la falta de puntería, era Isaac Becerra quien evitaba el 1-0. El portero del Girona dejó para los highlights varias paradas de mérito que salvaron a su equipo de irse uno o dos goles por debajo en el marcador al descanso. La más destacada llegó apenas cinco minutos más tarde. Balón a la frontal para Kodro, bajada del delantero y dejada para Ansarifard que venía de cara y en carrera como una locomotora hacia el interior del área. En uno contra uno, el meta catalán evitaba el primero de la tarde y Kodro, en el rechace, tampoco conseguía batir al cancerbero de Badalona. No contento con eso, un minuto después desbarató una doble ocasión de Javi Flaño: primero, en un voleón desde fuera del área que se quitó de encima como pudo y, después, en un nuevo remate del lateral rojillo, esta abajo y a la izquierda, que acabó en córner tras sacar una manopla salvadora.

Y si de momento no aparecen ocasiones del Girona es porque no las hubo. El equipo de Pablo Machín fue una mera comparsa en la representación osasunista. De hecho, los momentos de mayor tensión vividos por la retaguardia rojilla llegaron del nerviosismo, precisamente, de los hermanos Flaño que, incomodados por la agresiva presión de los jugadores blanquivermells, tomaron un par de decisiones comprometidas que cerca estuvieron de causar algún infarto en la grada.

Tras la primera media hora de partido, el ritmo se redujo. Osasuna retrasó su presión y el Girona rascó algunos puntos en el porcentaje de la posesión. Sin embargo, en la recta final de la primera mitad los rojillos volvieron a la carga. Era De las Cuevas el que avisa de una nueva oleada con un centro al área que se paseaba por encima de las botas de Kodro y Ansarifard. Un minuto más tarde, en el 38, Sisi ponía un centro al área que Vujadinovic enviaba fuera por poco e, inmediatamente, un jugadón de Ansarifard —autopase incluido— acabó con el iraní barriendo el piso y pidiendo la pena máxima, muy al estilo de Masoud Shojaei. Pero el árbitro no vio nada punible en lo que entendió como una disputa de balón y, poco después, señalaba el final de la primera mitad para alivio visitante.

Medio tiempo para cada equipo

Arrancaba la segunda mitad y, en el primer balón del Girona —tras el saque de centro— Loé estiraba su gadgetopierna para recuperar la posesión. Parecía una premonición, una señal de que nada cambiaría durante esta segunda mitad. Y aunque el equipo albirrojo salió con otro aire de vesturarios, los presagios del aficionado rojillo se confirmaron minutos después. Ansarifard enviaba un balón elevado para Nino que, muy escorado, remataba de primeras dentro del área sin encontrar portería. Primer susto de esta parte para Isaac y primera ocasión de Nino, que durante la primera mitad destacó en el fútbol que no se ve. En el 54 el de Vera lo volvió a intentar, pero su disparo, tras pegar en un defensor, salió manso a las manos de Becerra. Fue realmente Sisi quien inquietó de verdad a la zaga catalana con un balón dividido en la frontal que terminó en un golpeo potente del manchego que se marchó rozando el palo diestro de la portería gerundense.

Se llegaba a la primera hora de juego con un dominio incontestable de los rojos y el gol merodeando la puerta de Becerra. Pero, con el paso de los minutos, el dominio y peligro rojillo se fueron disolviendo. No obstante, todavía quedaba una última muy clara para los hombres de Urban. Quizá la mejor jugada de Osasuna en el partido que, tras toque y movilidad, terminó con el balón en la bota de Ansarifard dentro del área. Pero Becerra, vendido y con el pie, realizó una parada de esas que valen los puntos de un partido. Era el minuto 70.

A partir del minuto 75 fue el Girona quien tomó las riendas del partido

Conscientes de que el esfuerzo del meta catalán no podía quedar en vano, los hombres de Machín subieron un pistón. Cinco minutos más tarde, un centro de Aday —que había entrado por Coris poco antes— posibilitaba un remata de Jaime Mata que pegaba en el lateral de la red. El miedo comenzaba a rondar el área de Santamaría. Cedrick —que había sustituido a un desfondado Kodro—, con un carrerón marca de la casa y posterior remate intentaba dar un poco de oxígeno a los suyos, pero su disparo, de nuevo, lo paró Becerra —y además, se llevó un buen golpe contra la valla publicitaria del fondo sur—.

El Girona apretaba. Mata reclamaba un penalti inexistente y Sandaza lo intentaba en solitario y sin suerte; pero el partido agonizaba. Y esos son, precisamente, los minutos más peligrosos del fútbol. No falla. En el minuto 87, a tres del final, a punto estuvo de caerse de nuevo la grada de El Sadar si Jaime Mata no llega a devolverle el favor a Neko, pues, emulando al iraní, falló lo imperdonable: Pera Pons se metía hasta la cocina y su centro, superando a Santamaría, no era aprovechado por el centrocampista del Girona que, solo, sin portero y a un metro del arco, remataba incomprensiblemente a las manos de Roberto, que ya miraba sin esperanza el balón dentro de las mallas.

Y aunque todavía quedaba tiempo, aunque el colegiado añadió los protocolarios tres minutos de descuento, el partido moría en esa jugada. A los visitantes les valía el empate y los rojillos, con el miedo todavía recorriendo su espalda, no supieron volver a meterle mano al equipo blanquivermell. El pitido final de Arias López decretaba el final del encuentro y el reparto de puntos. Un reparto que, visto lo visto, era bueno para los visitantes, pero que tras los últimos resultados de los navarros, dejaba a los locales en evidencia. Los rojillos recuperan la senda adecuada, pero el despiste a costado muchos puntos por el camino. Ultimátum o no, Osasuna tiene tres partidos por delante para acabar el año en condiciones aceptables, pero ya no valdrá con actitud y empuje, sino con sumar de tres en tres.