El partido de hoy dejó en los paladares rojillos un sabor amargo y casi impotente. Los hombres de Jan Urban no supieron desplegar su fútbol y en sus piernas se notó la carga de partidos que algunos hombres —como De las Cuevas y Nino— vienen acumulando esta temporada a tenor de las innumerables bajas. A otros, simplemente su conciencia sesteante —¿a quien se le ocurre poner un partido a las cuatro de la tarde?— le invitaba a dejarse de pataditas y tirarse en el sofá. Solo los elegidos fueron capaces de sortear los elementos y saltar a la cancha con el hambre y la motivación de un partido de Champions Leagre; o lo que es lo mismo: con las ganas de un canterano de Tajonar. Fue Merino, con sus pases en largo y distribución prodigiosa —hasta que se le acabó la gasolina en la segunda mitad—; fue Berenguer con sus carreras infinitas tras entrar al campo con un equipo desgastado; pero, sobre todo, fue Miguel Olavide. El mediapunta navarro cuajó su mejor partido desde que debutará con la zamarra rojilla. Fue vertical, hábil, profundo, creativo e ingenioso; pero la situación no era la más propicia. Obligado a arrancar desde el centro del campo, sus eslalon se quedaron a falta de unos pocos metros para terminar siendo determinantes.

Roberto Torres se marchó pitado al banco

Menos brillante estuvo, en cambio, Roberto Torres. El navarro, llamado a ser uno de los líderes de Osasuna tras el descenso, está muy lejos del nivel esperado y el paso de los partidos no hace sino ahondar en su desesperación y en la de la parroquia rojilla. Hoy su impasibilidad de otros partidos se convirtió en rabia —incluso se llevó una amarilla por protestar—, pero su ira se representó en jugadas inacabadas y errores de principiante. El público le abroncó hasta en dos ocasiones —ambas por pecar de individualista y fallar— y acabó marchándose al banquillo con una nueva reprimenda del respetable —y que te pite El Sadar, siendo navarro, es complicado—. La grada y toda la familia osasunista sabe de la necesidad de recuperar al Roberto Torres con chispa que encandiló la temporada pasada, que goza de una de las mejores diestras del campeonato y que tiene potencial para ser un jugador determinante. Sobre todo ahora, en un momento en el que Osasuna se encuentra en cuadro y en el que las jóvenes promesas como Olavide tiene en él un ejemplo a seguir.

Y es que hoy era un día propicio para todo. El Sabadell, un equipo que lucha por salir de los puestos de descenso, que llega tras ganar al Recre y empatar ante el Sporting —pero tras acumular siete jornadas consecutivas sin ganar previamente—, visitaba Pamplona para cerrar una primera vuelta muy negativa, pero que ha terminado por maquillarse en las cuatro últimas jornadas. Era una oportunidad de poner la guinda a la remontada más importante del equipo —la clasificatoria— en la que ha sido la última cita de la primera vuelta. Si bien es cierto, Osasuna llegaba al duelo como el partido ante el Recre, o peor. A los ya de por sí pocos profesionales disponibles se sumaba la baja de Sisi, que cumplía ante los catalanes ciclo de tarjetas. En su lugar, Manu Onwu —pendiente de cerrar su salida— regresaba a una convocatoria con solo once fichas del primer equipo: nueve jugadores de campo y los dos porteros. Pero la oportunidad de colocarse a dos puntos de los puestos de Playoff estaba ahí y a nadie se le escapaba.

De más a menos

Ante esta tesitura, Osasuna salió como un ciclón. A los 44 segundos la presión arriba de los de Urban casi logra ser aprovechada por Kodro tras una mala cesión de Riau. A la jugada siguiente, una triangulación entre Echaide, De las Cuevas y Olavide por banda derecha sembró el miedo en la zaga arlequinada, pero el canterano estuvo demasiado lento dentro del área. Y, poco después, Kiko Olivas tuvo que tirarse al piso para cortar un centro tensado al área para el que Nino ya tenía la caña preparada. Pero eso solo eran avisos. Fue el propio Torres, tras cazar un rechace en el lateral diestro del área sabadellenc, quien confirmó las sensaciones del equipo con un trallazo abajo y sin ángulo que obligó a Nauzet a hacer su primera parada de la tarde.

El público de El Sadar se frotaba las manos. El Sabadell, dormido, no parecía muy dispuesto a crear oposición a los rojillos y hubo incluso quien se desparramó en su butaca a la espera de una victoria plácida ante los catalanes. Pero nada más lejos de la realidad. Poco a poco, el conjunto dirigido por Álex García, tambien sesteante, se fue desperezando. Osasuna dominaba —con una distribución exquisita de Merino—, pero el Sabadell comenzaba a buscar opciones de contraataque y un viejo conocido de la afición rojilla, Antonio Hidalgo, fue el primero en probar suerte con un disparo mordido que se fue muy por encima de la meta defendida por Santamaría.

El de Hidaldo, un chut irrelevante a priori en el trascender del partido, terminó por despertar a los catalanes que, para entonces —minuto 8— ya habían logrado frenar el ímpetu inicial de sus anfitriones. El equipo arlequinado tiró de presión arriba ante un equipo como Osasuna que no es precisamente un témpano de hielo sacando el balón jugado desde atrás. Eso facilitaba las llegadas de peligro de los navarros una vez superada la medular, pero empezaba a incomodar a los hombres de Urban. Y cuando pasa eso, los rojillos pierden balonces. Muchos. Y en situaciones comprometidas —medio campo o, incluso, cerca del área—.

En el 33, Marcos mandó un chutazo a la cruceta

El Sabadell se crecía por momentos y Osasuna se acobardaba en su mitad de cancha. Aún así, más allá de algún centro peligroso sin rematador, el equipo catalán tan solo era molesto y su dominio no duró mucho más que el arreón inicial de Osasuna. Cuando se llegaba a la primera media hora de juego el partido parecía equilibrado. Ni unos ni otros se disputaban la posesión y, mucho menos, las ocasiones de gol. Pero los vaivenes del juego había comenzado a partir a ambos conjuntos y una jugada aislada pudo suponer el 0-1 en favor del equipo visitante. Marcos se sacó de la manga un trallazo que impactó con violencia sobre la cruceta derecha de Santamaría —minuto 33— y el nerviosismo comenzó a apoderar se los hombres de rojo, que se tiraron al ataque en la recta final de la primera parte.

Olavide tiró de cintura y una gran jugada individual desde la medular terminó con un gran pase al interior del área que Kodro no supo leer. Instantes más tarde, un centro desde la izquierda se complicó innecesariamente debido al desentendimiento de Nauzet con su defensa y el balón salió despejado con muchas dificultades e, incluso, una posible mano. Pero la gran ocasión la tuvo Nino poco antes de que Sagués Oscoz anunciara el final de los primeros 45 minutos. Un balón vertical de Merino al interior del área era dejado con maestría por De las Cuevas sobre la media luna y el almeriense, con un gran disparo al primer bote, no pudo celebrar el tanto inicial por centímetros.

Un encuentro roto

El partido estaba roto al término de la primera parte y así continuó a la vuelta de vestuarios. El Sabadell tuvo la primera de peligro, al desaprovechar un tres para uno, pero sería Osasuna quien llevaría el peso del encuentro. A los 50 minutos, un centro en falta de Torres desde la izquierda era rematado en el primer palo por Kodro y sacado bajo palos por Nauzet cuando en el fondo sur ya se cantaba el 1-0. Sin embargo, y a pesar del dominio rojillo, la lentitud y la falta de tensión de los jugadores navarros condenaron el ataque osasunista y, especialmente, las internadas de Olavide. "La importancia de acabar las jugadas", que dicen los entrenadores, quedó plasmada en dos contras de los catalanes: en la primera Collantes no encontró portería por mucho, pero en la segunda un testarazo de Benja a bocajarro anticipándose a Miguel Flaño puso el "¡UI!" en la grada y el paradón de Santamaría en los highlights.

De las Cuevas pudo adelantar a Osasuna con un gran lanzamiento de falta

Rozando la hora de partido, Osasuna se encontró en su peor momento. Incapaz de trenzar jugadas o crear peligro, la desesperación de los hombres de Urban se evidenció en un desquiciado Roberto Torres, que buscó en solitario ser la solución a los problemas de fluidez del equipo. El canterano se llevó las reprimendas del público y, con él perdido, De las Cuevas fundido y Olavide olvidado en la medular, Osasuna dejó de jugar. Merino tomó el mando, pero la precisión del internacional sub 18 había decaído tras el descanso. Los locales limitaron su fútbol de ataque a balones largos buscando la anticipación de Kodro o el fallo del defensor —algo que o no se produjo, o no supo ser aprovechado—. Solo De las Cuevas, con un lanzamiento de falta bien colocado pero sin fuerza, puso algo de picante al encuentro y Nauzet, con una manopla a la altura de la escuadra hizo la réplica a Santamaría —minuto 67—.

Con el setenta llegaron los cambios. Kodro dejó su sitio a Álex Berenguer y Olavide —el mejor de Osasuna— se sentó para dar paso a José García. Pero, a pesar de que ambos cuajaron una buena actuación, las sustituciones no fueron acordes con la situación sobre el verde. Con un equipo totalmente partido, la incorporación de dos hombres de ataque y desborde al medio del campo no hizo sino aumentar la distancia entre líneas. Por suerte para los rojillos, el paso de los minutos fue dorando el conformismo de los catalanes, obligados, al menos, a sumar. El Sabadell dio un paso atrás y demostró tener muy poca prisa. Osasuna captó y asumió el mensaje, tirándose al ataque en la recta final del encuentro.

Urban felicita a Olavide tras ser sustituido. Fotografía: Diario de Noticias de Navarra.

Torres hizo su clásico recorte y tiro, permitiendo a Nauzet trazar una bonita palomita para los fotógrafos sobre el verde y, segundos después, De las Cuevas tuvo la gran oportunidad. El alicantino recibía un balón de espaldas en la media luna y con un disparo a la media vuelta dejaba roto al portero arlequinado. Sin embargo, su disparo al primer palo se marchó lamiendo la cepa del poste. Era el minuto 81 y cinco más tarde sería Vujadinovic quien sumara una nueva oportunidad al cabecear por encima de la portería una falta en el lateral derecho del campo.

Apurando el final del partido, Urban sacaba del campo a Roberto Torres —con la consiguiente reprimenda— y daba entrada a Onwu poniendo toda la carne en el asador. El tudelano tuvo incluso una ocasión clara antes del pitido del colegiado, pero el zaguero catalán estuvo más rápido que nadie para tapar su disparo dentro del área tras un gran pase de Nino. Era el minuto 92 y el partido agonizaba. Sagués Oscoz no tenía intención de alargar la contienda y fue el primero en dar por bueno el empate, decretando puntual el final del encuentro y, con él, el reparto de puntos.

Osasuna cerraba la primera vuelta con un amargo empate, por la oportunidad perdida y por la sensación de que haber subido un pistón o jugar al nivel de otras semanas hubiera supuesto una victoria importante para los intereses de los rojillos. Pero tras varios partidos de emociones fuertes, hoy el fútbol no deparaba a los navarros una nueva hazaña, sino un pobre empate, un duelo ramplón y sin carisma; pero, sobre todo, sin picardía. Menos mal que Olavide le puso algo de gracia al asunto.

Los jugadores se saludan al final del partido. Fotografía: Diario de Noticias de Navarra.