Las victorias de Osasuna esta temporada son como el cine slasher. Sí, ya sabéis, la del grupo de universitarios norteamericanos etílicos que consideran una buena idea irse a pasar el fin de semana a una cabaña alejada de la mano de Dios. ¿Por qué? pues porque todas tienen idéntico guión. Varían algunos detalles pero el final suele ser el mismo —respetos a Cabin in the Woods—. La cosa suele redundar en torno a un gol de Nino y una expulsión que todo lo complica cuando más felices se las prometían los rojillos. Vale que esta vez no se haya repetido la constante "remontada", pero, por lo demás, todos los aficionados navarros han terminado con el corazón asomando al fondo de su garganta. Y eso que, pensándolo fríamente, el Barça no ha tenido apenas ocasiones reales. Un par de llegadas aisladas de Dongou y poco más.

Lo que tampoco cambia es ese regustillo final que, sea cual sea el rival —Osasuna acostumbra a sufrir contra el último y contra el primero— tampoco varía. Y, una buena noticia: esta vez parece que esa sensación de superioridad ha llegado para quedarse. Hay que tocar madera, porque con los rojillos nunca se sabe, pero el ritmo titubeante y entorpecido que apadrinó el equipo durante prácticamente toda la primera vuelta parece haber desaparecido. Con el de hoy son seis los partidos consecutivos que los de Urban acumulan sin perder —con cuatro victorias y dos empates—; o lo que es lo mismo: 14 de los últimos 18 puntos posibles, a pesar de todos los pesares. El equipo ha recuperado cierta solidez defensiva —en gran parte por el asentamiento de Vujadinovic en el once— y en ataque Nino continúa con su inquebrantable olfato goleador: con el de hoy ya son nueve las dianas que acumula el menudo delantero almeriense.

Nino olió sangre

Se presentaba el Barça B ante su público con un ligero aire de desahogo. Los de Eusebio habían sumado cuatro derrotas consecutivas, alguna bastante decepcionante en casa como la que sufrió ante el Mirandés (1-3) y otra sumamente humillante como es el 7-0 que le endosó el Real Valladolid. Sin embargo, la victoria de la semana pasada ante el Recre por 3-1 permitía a los chavales de La Masía coger un poco de aire —aunque no mucho, el descenso aprieta a tan solo un punto— y salir ante Osasuna con fuerzas renovadas. Y eso es lo que al parecer quiso demostrar Dongou al poco de sacar de centro. Con apenas 30 segundos de tiempo corrido, una jugada suya por banda diestra puso en tensión a Sisi que, como si de un flashaso se tratara, supo desde ese momento que iba a tener un partido difícil.

Así que Osasuna, perro viejo, se puso a testear al jovencísimo cuadro local. El Barça de Eusebio, gen blaugrana, quiso tomar el control de la pelota casi desde el pitido inicial y los rojillos les cedieron la posesión a cambio de una presión a toda cancha que tomara el pulso de las perlas culés. Así, Ortolá tuvo, cuando todavía no se había llegado al minuto cinco, dos cesiones comprometidas de su atosigada defensa que a punto estuvieron de costarle un buen disgusto al guardameta catalán. Una jugada invidual sin acierto de Joan Román, un centró tenso pero sin destinatario de Sandro, etc. El Barça pronto comenzó a desinflarse y, poco a poco, Mikel Merino fue pidiendo paso.

No tardó mucho Osasuna en tomar el mando, pero si en acercarse a puerta

Al mediocentro rojillo se le vio con ganas de agradar en una de las cunas del fútbol español y tomó la batuta de un Osasuna que comenzaba a desperezarse. De inicio, los hombres de Urban se mostraron poco finos, sin chispa, pero con el paso de los minutos fueron cogiendo temperatura —aunque tampoco mucha—. Sin un fútbol fluido, los navarros encontraron en los balones largos una vía rápida para su fútbol de ataque. Los visitantes ganaron prácticamente todas las disputas aéreas, la superioridad física era evidente y casi empezaba a resultar sorprendente que no llegaran las ocasiones. De hecho, hubo que esperar hasta el minuto 19 para avistar un atisbo de acercamiento al área defendida por Ortolá, en un libre indirecto botado por Torres que remató mal y en fuera de juego Miguel Flaño.

Al Barça B le faltaba orden, disciplina y rigor táctico, además de una interpretación más inteligente de las premisas de su entrenador —la obsesión por sacar la pelota jugada le pudo costar más de un gol—, pero la calidad de las promesas del FC Barcelona es algo que nadie a día de hoy discute. Un pase brutal filtrado desde la defensa hacia el interior del área rojilla sirvió a Dongou la primera del partido, pero el camerunés estuvo algo lento, a diferencia de Roberto Santamaría, que acabó blocando la pelota en el mano a mano con el delantero. Corría el minuto 22.

Los locales tenían la primera de la tarde y Nino respondía casi inmediatamente. Incursión de Torres en el área barcelonista y pase atrás para el disparo forzado del almeriense con la zurda a las manos de Ortolá. La jugada no revistió peligro, pero el remate del delantero supuso la primera llegada a puerta de Osasuna. Y eso desató a los de Urban, y al propio Nino, que parecía tener la portería entre ceja y ceja y la escopeta bien calibrada. Un minuto más tarde, el punta rojillo tiraba un desmarque ante un envío de De las Cuevas que terminaba en el fondo de las mallas tras una soberbia vaselina. Sin embargo, la jugada era invalidada por dudoso fuera de juego. Pero Nino apenas protestó; él tenía otra misión, otro objetivo férreo en su cabeza, y no tardó en cumplir con su cita dominguera.

A la tercera Nino logró el premio del gol

Kodro forzaba hábilmente una falta pegada a la línea de cal que delimitaba el lateral zurdo del área de Ortolá. Torres, como viene siendo costumbre, recogía la pelota para poner en juego el balón y Nino se perdía en el palo largo como dejado a los cabeceadores espacio para la jugada. Pero no hubo centro, o al menos no aéreo. Nino trazó un desmarque veloz por la frontal y Torres le sirvió un balón rasito para que el delantero le pegara en carrera apenas un metro por detrás del punto de penalti. Y, por supuesto, el pistolero no falló y la ambulancia volvió a sonar. A ras y pegadita al palo izquierdo del meta catalán, el veterano ariete ponía el 0-1 (minuto 27).

Y lo que vino tras el gol fue un auténtico repaso. Fueron dos minutos de intensidad y acoso rojillo. Dos minutos que pasaron eternos para los culés. Un remate de cabeza de Kodro que tuvo que sacar Ortolá, un mano a mano de Olavide —muy escorado— que tapó bien con el pecho el portero culé, un chutazo de Torres desde fuera del área que se marchó rozando la escuadra izquierda del portero. Osasuna recuperaba y llegaba con una velocidad pasmosa, el Barça estaba totalmente noqueado. Los blaugranas era el perfecto sparring de un Osasuna enrachado y el partido estaba para tiempo muerto de Eusebio.

Pasito atrás

Pero Osasuna todavía tiene ese gen recesivo —literal— de equipo de la zona baja de Primera que le obliga a echarse un poquito atrás tras adelantarse en el marcador. Llámale perspectiva o conformismo. El caso es que, tras unos minutos de parón por un choque entre Patric y Kodro que dejó al capitán del Barça un corte en la rodilla, los rojillos volvieron a ceder la batuta del encuentro al cuadro local y, esta vez, lo harían de forma definitiva.

El Barça se oxigenaba tras unos minutos de agobio y reagrupaba sus líneas —totalmente desubicadas tras el gol—. Munir, la perla hispano-marriquí del club, tomaba las riendas del partido y volcaba el ataque culé por banda izquierda: craso error. Los de Eusebio no supieron meterle mano a su rival por el flanco zurdo y solo las apariciones esporádicas de Dongou por la derecha conseguían inquietar a Osasuna y, en especial, a Sisi. El camerunés firmó la jugada de la mejor oportunidad de los suyos antes del descanso, con un sprint hasta la cocina que acabó asistiendo a Sandro para que el atacante culé rematara forzado y ligeramente desviado desde el interior del área (minuto 38).

Patric, capitán culé, debió ser expulsado por agresión sobre Merino

Y es que el Barça no causaba demasiado peligro y a los culés comenzaban a rondarle los fantasmas de jornadas pasadas. El propio Sandro tuvo sus más y sus menos con Munir tras un pase errado por el centrocampista blaugrana y Patric evidenció el nerviosismo del filial con una agresión flagrante sobre Mikel Merino que no vio el colegiado. Tras dos minutos de añadido por el tiempo perdido durante la primera parte, finalizaban los primeros 45 minutos con un resultado adverso para los locales en la mejor entrada de la temporada en el Mini Estadi: casi seis mil espectadores.

Eusebio sabía que algo debía tocar para intentar afrontar con mayor valentía lo que restaba de encuentro y se la jugó al descanso agotando dos de sus tres cambios. Samper entró por Juan Cámara para tomar el timón de la sala de máquinas culé y Adama sustituyó a un inédito Joan Román para añadir picante y verticalidad y dejar a Dongou en punta de ataque. Sisi se libraba del camerunés, pero lo más difícil estaba por llegar.

Tras el descanso, dominio 100% blaugrana

Adama Traoré, catalán de ascendencia maliense, fue con diferencia el mejor del conjunto blaugrana. El extremo lideró el ataque culé y por su banda llegaron las mejores ocasiones de los suyos en la segunda mitad. Y es que el dominio de La Masía tras el descanso fue abrumador y el reculado rojillo se hizo patente en la presión, que quedó retrasada hasta el centro del campo a pesar de los problemas que durante la primera parte le había causado especialmente a Ortolá.

El Barça achuchaba, el Barça estaba ofreciendo un monólogo a su público y el Barça llegaba, pero no finalizaba. Adama hacía diabluras por banda pero no había último pase y, si lo había, no existía rematador posible. Las estrellas del ataque culé estaban desaparecidas. Sandro, Munir, Dongou, etc. Y Osasuna, tranquilo. Sin dificultades en ataque, sin interés por la pelota e, incluso, con alguna ocasión, como un remate en plancha de Kodro tras centro de Javi Flaño que a punto estuvo de suponer el 0-2 (minuto 63).

De las Cuevas y Jan Urban fueron expulsados a 20 minutos del final

Pero había que cumplir un guión; un guión que dictamina que Osasuna no puede llevarse los tres puntos sin sufrir; un guión que establece que los rojillos no pueden estar más de dos partidos sin acabar con uno menos al final del encuentro. Aunque, a decir verdad, esta vez no hay moviola posible. En el minuto 69 De las Cuevas veía la segunda amarilla por una dura entrada por detrás sobre un jugador local y Osasuna se quedaba con diez —y solo siete profesionales—. Bueno, con diez y sin entrenador, porque Jan Urban era inmediatamente expulsado dejando para la polémica un visible enfado que tuvo su punto culminante en el lanzamiento de una botella de agua contra el suelo.

Una vez más Osasuna era sometido a su pasión. Tocaba aguantar durante 20 minutos el acoso rival y lo que en principio parecía que iba a ser una plácida victoria se convirtió en un clásico sálvese quien pueda. Los navarros se encajonaron atrás y el conjunto catalán, no obstante, siguió con su particular e infructuoso monólogo. Siete minutos tardó el Barça en tener un nuevo acercamiento de peligro y, por cierto, se debió a un error de la defensa rojilla. Flaño no se atrevió a despejar un centro tensado de Adama y el balón cayó en pies de Grimaldo en el lateral izquierdo para que el canterano devolviera el esférico al corazón del área y Dongou rematara alto con todo a favor.

Kibu Vicuña, al mando tras la expulsión de Urban, introdujo a Álex Berenguer por Kodro para aprovecharse de la velocidad del joven extremo y Manu Onwu entró por Olavide en un cambio más bien destinado a asegurar la presencia del mínimo de siete —ocho con el delantero ribero— profesionales en el campo y para despedir al delantero, que cumplía su último servicio como jugador rojillo. Pero lo de menos eran las variables tácticas, el objetivo era que el reloj corriera sin incidencias y lo cierto es que Osasuna supo manejar con entereza los minutos finales del encuentro. Bueno, salvo en el tiempo de descuento, cuando un incomprensible fallo de marcaje sobre Sandro puso costar el empate. Un pase lejanísimo de Edgar Ié a la espalda de la defensa dejó al delantero canario solo en el interior del área, pero un mal control condenó la jugada a un tímido disparo de Gumbau en segunda línea que daba por finalizado el encuentro.

Con esta victoria, Osasuna aprovecha una jornada propicia para escalar puestos en la clasificación. Las derrotas de Numancia —3-0 ante el Sporting—, Mallorca —5-1 frente al Valladolid— y Alcorcón —2-3 contra el Albacete— permiten a los de Urban acercarse a los puestos de Playoff, que marca la Ponferradina con 35 puntos, cinco más que los navarros. Por su parte la zona baja queda ya a ocho puntos de diferencia, una distancia importante aunque engañosa. Es precisamente el Barça B, con 23, el primero que se salva de la quema, a tan solo uno del Racing, cuarto por la cola.