Católicos, musulmanes, ateos, agnósticos, etc. Da igual. La palabrería cristiana lleva muchos años presente en el mundo del fútbol. También la bélica o la taurina. No hay que comulgar necesariamente con ello, basta con querer potenciar y ampliar la riqueza del lenguaje en cuestión. Analogías, comparaciones, etc. La mano de Dios, Maradona. El astro argentino fue elevado a los altares como deidad por miles, cientos de miles; su heredero, Leo Messi, es para muchos el enviado divino del Señor para guiar al Barcelona hasta el Olimpo del balompié. Y en Osasuna, como no, también tienen a ese mesías. Tienen, ojo. En presente.

Mucho más alto; a imagen y semejanza, no solo de Dios –como dice la Biblia–, sino de Jesús, con la melena al viento y barba desaliñada; y, sobre todo, mucho más humilde, a la altura de las circunstancias. Y volvemos a insistir: tienen. Porque la importancia de Nikola Vujadinović va mucho más allá de su labor sobre el verde en los ocho meses que ha vestido la camiseta de Osasuna. Como futbolista, las cualidades del central serbio no van mucho más allá que las del resto de los mortales. Es más, posiblemente las condiciones de Vuja sean, a priori, inferiores a las de Jordan Lotiès, por ejemplo. Sin embargo, en cada carrera, en cada balón cortado o cada testarazo, el zaguero de Belgrado desprendía con su sudor una lección que quizá el galo nunca llegue a ofrecer. Y no es por desprestigiar al francés, ni mucho menos, pues lo normal para un jugador extranjero que llega a Pamplona casi sin saber situar la ciudad en el mapa es pasar, sin pena ni gloria, por el vestuario de El Sadar. Pues es ahí, en las entrañas del estadio o en los campos de entrenamiento de Tajonar –y no los domingos sobre el terreno de juego– donde Nikola ha dejado una herencia prácticamente inédita.

Fotografía: Marca.

Futbolistas como el 'Pipa' Gancedo o Jaroslav Plašil dieron sobre la cancha un magnífico rendimiento con la camiseta de Osasuna. Se convirtieron, para muchos aficionados, en los ídolos rojillos de sus respectivas épocas. Sin embargo, no sembraron en las praderas navarras el mensaje que sí plantaron otros ilustres como Walter Pandiani o, más concretamente, Savo Miloševic. Nos referimos, sin duda, a esa fusión atípica con la tierra, a una simbiosis perfecta con los valores de la casa, esos que se enseñan en Tajonar y que, desde hace algunos años, ha quedado patente que hay un perfil muy concreto de futbolista que es capaz de adquirirlos como suyos sin haber mamado de las categorías inferiores de Osasuna.

Es ese compromiso, ese carácter; ese 'Osasuna nunca se rinde' o, como dijo en su día el gran baluarte del sentimiento rojillo, César Cruchaga, 'Aquí no se rinde ni Dios'; ese espíritu batallador, ese sentirlo como propio, ese orgullo; esa rasmia que dicen los navarros. Todo eso que Tajonar está dejando escapar por cada rincón, todo eso que solo en contadas ocasiones se consigue inculcar a los nuevos fichajes y que Vujadinović, en apenas unos meses, fue capaz de asimilar e integrar como si ese escudo que portaba sobre el pecho le hubiera acompañado desde la cuna.

Por eso él es el mesías de Osasuna. Porque él ha marcado mejor que nadie el camino que canteranos y foráneos deben seguir desde que firman su contrato con el club navarro. Esa era la gran importancia de Nikola, por eso desde la directiva hicieron el mayor de los esfuerzos por mantenerle como jugador rojillo. Su importancia en el eje de la zaga los días de partido es motivo secundario. Si hay algo que el fútbol te enseña con el paso de las temporadas es eso de que un clavo saca a otro clavo y que tras un jugador, viene otro. Pero el peso que Vuja cogió en el vestuario –especialmente tras la llegada de Martín al banquillo– es mucho más difícil de cubrir.

Y aunque cueste creerlo, su última gran lección la ha dado en las últimas semanas. Porque aunque todo el osasunismo evitase el jueves las fotografías de la firma del serbio con su nuevo equipo, el Beijing Enterprises de la Segunda División china, el esfuerzo que el jugador hizo por escuchar hasta el último segundo al que fuera su club desde el 31 de octubre es encomiable. Y es que, si bien son pocos los datos oficiales en torno a la negociación con el jugador, se estima que, junto a la que se llevó el premio, había hasta cinco ofertas más sobre la mesa del jugador; sin contar la de Osasuna. Y todas ellas, no solo económicamente muy superiores a la de los navarros, sino también deportivamente.

Vujadinović en su nuevo estadio. Fotografía: Beijing Enterprises.

Se habla de tres propuestas de la Bundesliga alemana, una del Calcio, otra procedente de Israel, y todas ellas con un punto en común: que fueron descartadas por el jugador mientras la de Osasuna seguía en pie. Por eso el serbio ha estado en más de una ocasión con el bolígrafo sobre el contrato que le hubiera hecho quedarse en Pamplona. Y, solo a última hora y por dinero, la operación se ha ido al garete. Pero no penséis que eso está mal. Vujadinović, con mujer e hija –las archifamosas Aleksandra y Leonora– y ante su última oportunidad de firmar un gran contrato (29 años el próximo 31 de julio) optó, a buen seguro muy a su pesar, por la seguridad económica que le proporcionaba el desorbitado salario que se embolsará en Pekín. YA lo dijo en su día: "Si tuviera 23 años ni me lo pensaba, seguiría en Osasuna. Pero con casi 29 años, tengo que mirar por mi futuro y el de mi familia". Si no, ¿de qué va a jugar en la segunda china?

De este culebrón hay que quedarse con que Vujadinović prefirió quedarse en Osasuna, en Pamplona, en Segunda División, antes que marcharse a la primera germana o italiana; incluso, antes que los petrodólares israelíes o, directamente, los dólares contantes y sonantes que le ofrecieron desde la Mejor League Soccer el pasado mercado de invierno. O lo que es lo mismo, con ese sentimiento rojillo que invadió al serbio en cuestión de semanas y que debe ser el objetivo a alcanzar por los formadores de Tajonar y, en última instancia, por los entrenadores del primer equipo con nuevos hombres a su cargo. Y en este sentido, el club puede estar tranquilo, porque si algo ha demostrado Enrique Martín –con su título de coaching bajo la manga o sin él– es que es capaz de convertir a un miembro cualquiera de la plantilla en un líder, lleve ocho años u ocho meses, como hizo con el propio Vuja.

Ahora toca que Petar Vasiljević, director técnico, le ponga las cosas fáciles al de Campanas. ¿Cómo? Fichando con cabeza, buscando ese perfil de jugador que, si en Primera era necesario, en segunda –con menos posibles para traer calidad– es imprescindible. Y, por si sirviese de algo, el ejemplo de Milošević no era aleatorio. Al igual que no es tan solo suerte que Vujadinović se haya convertido en lo que es. Y Vasi, mejor que nadie, debería saberlo. Porque por carácter, por su forma de entender el fútbol y la vida, un futbolista de la antigua Yugoslavia siempre lo tendrá más fácil para interiorizar esos valores de los que hablamos. Mucho más que un brasileño o un argentino. O un polaco, como en su día demostraron Ziober, Kosecki o el propio Jan Urban.

En el mercado nacional pasa otro tanto lo mismo. ¿Todavía alguien se atreve a negar la diferencia entre el fútbol del norte y el fútbol del sur? Lo de Caparrós en el Athletic fue una de esas excepciones que confirman la regla, pero a ver quién se atreve a negar que ver a un utrerano en el banquillo local de San Mamés, al principio, quedaba raro. Y chirriaba no por la filosofía rojiblanca de mantener el origen vizcaíno/vasco/navarro/riojano de su plantilla, sino por enfrentar y mezclar dos concepciones balompédicas casi antagonistas. Un experimento que, en la mayoría de los casos, sale rana.

Pero, eh, el fútbol no es una matemática exacta, que quede claro. Fichar jugadores vascos, riojanos, balcánicos o del este de Europa no va a asegurar el éxito de Osasuna –paquetes hay en todos los rincones–, pero la dirección deportiva y el cuerpo técnico del primer equipo deben tener claro que tipo de jugador quieren para el conjunto rojillo. Y lo demás sí, lo demás es cuestión de suerte, de dar con la tecla, de estar en el lugar y momento idóneo, como ocurrió con Vujadinović, al que pocos habrá que no le deseen lo mejor en su nueva aventura. Hasta siempre, Nikola.

Fotografía: Diario de Noticias de Navarra.