No fue en el estadio Pierre Mauroy de Lille ante casi 27.000 espectadores, pero sí en uno de los campos más emblemáticos de España. Es verdad que no fue ante una escuadra casi invencible como aquella Francia liderada por Tony Parker, pero sí ante un equipo histórico como el Real Zaragoza y en su feudo. Los triunfos de España en el Eurobasket y de Osasuna en la capital aragonesa tienen mucho en común. En ambas, la afición rival ha presenciado una victoria de las que duelen, de las que dejan huella, de esas que escuecen en la historia de un equipo. Se puede pensar que, al fin y al cabo, han sido tres puntos. ¡Pero vaya botín!

Tras la derrota del Alcorcón, Osasuna había dado un salto en la clasificación sin jugar y pisaban el césped de La Romareda siendo líderes. La expedición había viajado a Zaragoza en cuadro con las lesiones de David García, Pucko, Martins o Lotiès. De aquellos 20 jugadores que formaron la convocatoria incluso había tres porteros porque Nauzet había sufrido un duro golpe en el último entrenamiento y era seria duda, al igual que Merino con problemas musculares. A Martín Monreal no le importaba este parte de guerra, ni tan siquiera le preocupaban los pocos profesionales disponibles para un envite de tal magnitud. Porque enfrente había un Zaragoza en horas bajas, pero siempre peligroso.

Rozando la perfección

Para evitar las contras del Zaragoza, Osasuna finalizó todas sus jugadas de ataque

El Zaragoza jugaba su segundo partido consecutivo en casa y quería borrar de un plumazo la mala imagen dada ante el Córdoba donde perdieron 0-1. Osasuna quería aprovecharse de esos nervios iniciales y salió mandón con un activo Maikel Mesa que probaba desde la lejanía el marco de Bono. La consigna de Martín Monreal era clara y sencilla: acabar las jugadas para evitar una posible contra maña. Otro de los ingredientes que usaron los rojillos era la posesión y se afanaron en mimar la pelota con un excelso Roberto Torres en el centro del campo.

Mientras tanto, Nino esperaba su momento cual pistolero para engatillar su arma en cualquier instante. De hecho, el delantero de Vera pronto realizó un disparo cruzado que obligó a estirarse a Bono desviando el balón a córner. Un córner donde se vio que el de Arre tiene una confianza brutal e intentó un gol olímpico que casi se cuela en el marco local. Osasuna era el único equipo que lo intentaba y el Zaragoza no se sacudió la presión hasta bien entrada la primera parte. Los centros laterales fueron una constante en el ataque aragonés y, en uno de ellos, Wilk puso a prueba a Nauzet. Un espejismo para lo que iba a ocurrir minutos más tarde.

Nino levanta el puño para celebrar su primer tanto de la temporada.

Los rojillos seguían merodeando el área y Roberto Torres era la brújula que marcaba el camino. Ante la pasividad de la defensa local, el canterano se internó en el área y centró para que Nino fusilara a Bono. Un fuerte disparo al primer toque que acabó de un plumazo con la mala racha del delantero almeriense. Era la quinta jornada y Osasuna había marcado gol en todos los partidos disputados. Eras las 12:30 del mediodía y los pupilos de Enrique Martín Monreal era líderes en solitario con 12 puntos de 15 posibles y mostrando una imagen de equipo sólido en La Romareda.

Guardar el botín

El paso por vestuarios sirvió para que el Zaragoza cogiera las fuerzas necesarias para conseguir la remontada o, al menos, puntuar. Al igual que en los Juegos Mediterráneos ante el Almería, Osasuna había llegado al descanso por delante en el marcador, pero tenía 45 minutos por delante para proteger un magnífico botín que había conseguido tras el gol de Nino. Los de Ranko Popovich salieron en tromba y una jugada personal de Hinestroza a punto estuvo de neutralizar el marcador. La banda izquierda local era una auténtica autopista con Diego Rico y Jaime Romero, pero sus centros no encontraron rematador.

Oier y Unai García estuvieron excelsos en tareas defensivas. Detrás Merino que salió por José García.

Martín Monreal tiró de experiencia y pillería optando por realizar pronto los cambios para frenar ese ímpetu del cuadro aragonés que parecía que, tarde o temprano, iba a derribar el muro navarro. De esta forma llegaron las tres substituciones casi seguidas: Merino, Olavide y Kodro por José García, Maikel y Berenguer, respectivamente. Además de enfriar al rival, el técnico de Campanas quería mantener la posesión como mejor forma de protección ante las tempestades rivales. Popovich también movió ficha dando entrada a jugadores con un perfil más atacante como Ortuño o Erik Morán. Ante tanta interrupción, la tormenta local se convirtió en débil chirimiri ante la tranquilidad de Osasuna que tocaba y tocaba mientras La Romareda empezaba a silbar.

Osasuna jugará ahora dos partidos en El Sadar ante Córdoba y Lugo

En el tramo final, Osasuna se echó de forma descarada atrás juntando las líneas y dejando en ataque a Nino que hacía las veces de Robinson Crusoe. El Zaragoza lo intentó con más corazón que cabeza, pero no había tiempo para más. Los rojillos habían conseguido la cuarta victoria en cinco partidos y ya eran líderes en solitario antes de recibir a Córdoba y Lugo en El Sadar. Un inicio que invita al optimismo, pero como dice Martín: “partido a partido o entrenamiento a entrenamiento”.