Errático, frío y poco fluido, comenzó el partido en Los Cármenes tras el parón de selecciones que no ha afectado en exceso a los dos equipos que se veían las caras sobre el césped. El Rayo se presentó en la ciudad nazarí con muchas bajas en la zaga, lo que propició que Antonio Amaya ‘re-debutara’ con su equipo de toda la vida al lado de Abdoulaye Ba. Una defensa de altura, sin duda.

Los vallecanos comenzaron buscando la portería contraria con su habitual estilo de toque y posesión. Los granadinos pusieron en liza ‘la pizarra Caparrós’, un fútbol directo y contraataque. Los visitantes impusieron su juego sobre los rojiblancos durante los primeros minutos, aunque en lo único que sacó ventaja fue en la comparativa de córners a favor.

Léo Baptistao fue el gran destacado de los franjirrojos durante los primeros minutos. Moviéndose en busca de huecos a la espalda de la defensa, el joven delantero fue un dolor de cabeza para la defensa andaluza.  De sus botas nació la primera gran acción peligrosa del Rayo; tras una cabalgada del brasileño y un frustrado disparo posterior, Licá recogió el rechace y lanzó un disparo templado que salvó Roberto con una parada sensacional.

El partido se desarrolló de manera lenta y con pocas ocasiones para ambos conjuntos

El partido, con el paso de los minutos, se puso tenso y pronto saltaron chispas. En una acción en la que el cuero estaba fuera del terreno de juego, Nyom derribó a Baptistao para que, instantes después, Alberto Bueno en un balón dividido golpeara –queriendo o no- al cancerbero Roberto, algo que al rojiblanco no le sentó nada bien.

Como el temporal español durante la semana, la primera mitad fue oscura, nublada. Sin apenas ocasiones en ambas porterías, vallecanos y nazaríes provocaron más de un bostezo entre el público de Los Cármenes. Jeison Murillo fue el único que rompió la monotonía que predominaba sobre el césped con un remate a quemarropa que se marchó por pocos centímetros por encima del larguero.

El primer golpe lo lanzó el Granada por mediación de Piti, pero su disparo se marchó arriba. Con menos claridad, el Rayo trató de cercar la portería de Roberto con combinaciones cerca del área nazarí.

Tras la visita al baño y tomarse el bocadillo, los aficionados de Los Cármenes vieron como los jugadores volvieron al verde tras el descanso. Esta vez el público no tuvo ocasión de aburrirse, ya que los dos contendientes comenzaron la segunda mitad con intención de hacer daño a su rival.

La segunda parte comenzó frenética, pero pronto volvió la tónica vista en la primera mitad

Después de prometer una segunda parte emocionante, el Granada tomó las riendas del encuentro. Sus acercamientos fueron más reales y patentes ante un Rayo que no conseguía jugar con comodidad.  

Aunque el ataque rayista estaba algo acalambrado, su defensa estaba pletórica y de ahí que Toño no haya necesitado sudar mucho la camiseta. Los cuatro de atrás junto a un omnipresente Baena lograron evitar que el Granada produjera más de un infarto en la grada rayista. Entretanto, los vallecanos trataban de probar –de forma tímida- las habilidades de Roberto.

Caparrós y Jémez buscaron refrescar y buscar alternativas en el once. En estos últimos minutos, Juan Carlos entró para reforzar al Granada, mientras que Manucho y Embarba saltaron al terreno de juego para potenciar el ataque franjirrojo.

Pasada la media hora de juego de la segunda parte, los bostezos fueron sustituidos por un fútbol frenético avalado por los ‘uy’ constantes de la grada. Manucho nada más salir besó el santo, pero lo hizo en fuera de juego. Acto seguido, Roberto lanzó un pase largo digno de un ‘quaterback’ que si Insúa no detiene mediante falta, se hubiese dado un mano a mano en la portería vallecana.

Manucho anotó en el último minuto su primer gol en Liga, que vale tres puntos

El Granada hizo de tripas corazón y dio el ‘do’ de pecho en los últimos compases del partido acechando la portería, pero fue el Rayo Vallecano quien gozó del don de la efectividad. Una gran jugada de Kakuta –la última del partido- terminó con un pase sensacional a Manucho, que tras entrar desde el banquillo se convirtió en el autor del tanto que dio la victoria al conjunto de Paco Jémez.

El triunfo de los vallecanos es una gran inyección de buenas sensaciones por dos motivos: por mantener la portería a cero y por vencer un partido en el que los franjirrojos supieron sufrir.