Un año en el mundo del deporte puede dar para mucho. Son muchos los casos, tanto para bien como para mal, en los que los 365 días que tiene un año han marcado la trayectoria de muchos deportistas. Un ejemplo claro de esto es lo que vivió Joaquín Óscar Larrivey la temporada pasada, durante su estancia en el Rayo Vallecano. Cuando fue presentado a principios de agosto de 2013 eran pocos los que pensaban que ese delantero argentino iba a calar tan hondo en el corazón de la siempre agradecida parroquia rayista.

El punta recaló en Vallecas siendo prácticamente un desconocido para los aficionados al fútbol. Sus buenos inicios en Argentina, concretamente en Huracán, donde anotó 39 goles en tres campañas, le valieron su fichaje por Cagliari, donde nunca llegó a cumplir las expectativas que generó su contratación. Estuvo cedido por el equipo italiano en varios destinos, pero en ningún equipo logró destacar por su faceta goleadora. Por último, vivió una experiencia en México, en la que apenas anotó dos goles en una quincena de partidos, pero, sin embargo, Felipe Miñambres y Paco Jémez decidieron que él era el hombre adecuado para llevar al Rayo Vallecano a un nuevo milagro: lograr la salvación por tercera temporada consecutiva.

Inicio de Liga y primera vuelta para olvidar

El principio de temporada del Rayo Vallecano fue un desastre. A pesar de vencer en el primer choque liguero frente al Elche, en el que salió como titular, y del gol que anotó en la tercera jornada frente al Levante, el equipo dirigido por Paco Jémez encadenó seis derrotas seguidas en otros tantos encuentros, lo que le dejaba en puestos de descenso. Lo cierto es que Larrivey y el resto de la plantilla echaban demasiado en falta a Piti, Leo Baptistao, Chori Domínguez y compañía.

La sombra de estos era muy alargada y, en una primera vuelta paupérrima, la escuadra de Vallecas tan solo logró sumar 16 puntos. El argentino, hasta el ecuador de la Liga, únicamente acumulaba dos goles, uno de ellos el citado frente al Levante, y, otro, cosas del destino, lo anotó en Vigo para encarrilar la victoria rayista en Galicia. Ambos fueron anotados de inapelables cabezazos, cifras que no le valieron para consolidarse en la titularidad, ya que Paco Jémez preferiría optar por gente como Jonathan Viera o Bueno en punta. Lo que no se podía negar era falta de actitud o de esfuerzo, ya que desde el primer día hasta el último el goleador fue un ejemplo en estos aspectos.

Una segunda vuelta para enmarcar

La segunda parte de la temporada 2013/2014 quedará para siempre en el recuerdo de los aficionados del Rayo Vallecano. Tras anotar su tercer gol frente al Atlético de Madrid, en una nueva derrota rayista, el rumbo del equipo franjirrojo y el de Larrivey dio un giro inesperado. Tras marcarse un partido espectacular frente al Málaga, con gol incluido, y con la derrota frente al Sevilla con la famosa charla con el fondo de Vallecas, la suerte cambió. “Bati”, como se le conocía en sus inicios en Argentina, se asentó en el once titular de manera definitiva, logrando cuatro goles en tan solo tres jornadas, y que hicieron que, por primera vez en la temporada, el conjunto de la Avenida de la Albufera acumulara tres victorias consecutivas.

El equipo salió de los puestos de descenso. La grada de Vallecas, que de esto del fútbol entiende un rato, vio en Larrivey a un referente y premiaba cada gran actuación suya con el ya famoso: “Oh Larrivey, Oh Larrivey, todos queremos que marque Larrivey”. Si bien al ariete le costó hacer goles, una vez cogió confianza no paró de meterlos uno detrás de otro. Osasuna, Espanyol, Betis y Granada fueron sus últimas víctimas, para cerrar la que seguramente haya ido una de las mejores temporadas de su vida. Doce goles suyos, diez de ellos en la segunda vuelta, dejaban al Rayo Vallecano un año más en la máxima categoría del fútbol español.

En verano cambió Vallecas por Vigo

Pero como muchos otros futbolistas en el Rayo Vallecano, el 'ex' del Cagliari solo firmó un año, y para cuando la directiva se puso en contacto con su agente, al delantero ya le llovían las ofertas, tanto del fútbol español como del extranjero. Finalmente, y a pesar de que se le ofreció un contrato muy suculento, acabó firmando de forma gratuita por el Celta de Vigo. Él, como persona agradecida que es, se despidió mediante una carta de toda la afición rayista.

A sus 30 años, vive un estado de forma envidiable. Ha caído de pie en Vigo, donde es uno de los jugadores más queridos. ¿El motivo? Lleva siete goles en tan solo once encuentros, más de la mitad de los que anotó en su etapa en el Rayo Vallecano. Sus goles decisivos frente al Deportivo de La Coruña o frente al Barcelona, unido a su sacrificio y a su espíritu de lucha, han hecho que Larrivey sea en apenas cuatro meses el referente ofensivo que todo equipo necesita, sentando a Charles, otro goleador nato, en el banquillo.

El reencuentro con Vallecas y su gente, sin lugar a dudas, será especial. Quizá al salir al campo se le haga extraño hacerlo por la bocana de vestuarios visitante y no por la local, como tantas otras veces hizo. Quizá los cánticos que él recibía el domingo no llevaran su nombre, sino el de Leo Baptistao, Alberto Bueno o Gael Kakuta. Pero lo que sí es seguro es que, pase lo que pase, cuando el encuentro termine y Larrivey se dirija a los vestuarios, volverá a oír las voces y los aplausos de la afición rayista, como en tantas ocasiones recibió.