Se puede decir más alto pero no más claro: "vendetta". La mejor forma de recuperarse de los mazazos, es por medio, de un rápido intercambio de papeles. Y sí, el partido del sábado parece ser la escusa perfecta para aliviar las heridas. El continuo resentimiento engorroso debe ser sanado y la cicatriz cosida cuanto antes, o por el contrario, la herida será infectada. Esta vez, el rival a batir no es el Valencia, no en vano, los pupilos de Paco Jémez tendrán que intentar convertir al antagonista en aliado y recordar que gracias a él, un nuevo anhelo esperanzador florecerá en el porvenir del Rayo Vallecano.

Borrón y cuenta nueva

El envite del pasado martes parecía contar, desde el principio, con un firme guión plasmado en la superioridad valencianista, en cambio, nada más lejos de la realidad, y es que es absolutamente irreprochable la actitud exhibida por el equipo. Los jugadores franjirrojos hicieron soñar durante 80 minutos a un barrio entero mediante un silencioso "rayazo en Mestalla”. Al final, el aficionado rayista acabó despertando del sueño en el que se encontraba felizmente acomodado, desencadenando que aquella premonición negativa acabase siendo el trágico desenlace.

Para el recuerdo allá quedaron las más de 2 millones de personas pegadas al televisor. La pantalla retransmitía como un equipo humilde estaba a punto de cosechar una proeza histórica, pero por desgracia, la suerte no estaba del bando visitante, y apenas diez minutos antes del final del partido la realidad se transformó en fantasía. De hecho, la descomunal ficción que estaba obrando la entidad vallecana, causó furor entre los propios aficionados y cuando todo el mundo soñaba con un Rayo en la siguiente fase, el destino por causas ajenas al fútbol le tenía deparado un agónico final a la entidad franjirroja. La audiencia fue la gran privilegiada al entender, por fin, el mundo paralelo en el que el 'Rayito' de Paco Jémez sobrevive día a día.

La lección aprendida

Por tercer año consecutivo, la profecía de caer eliminados en las primeras fases de la Copa de S.M. el Rey volvió a desmoralizar a la parroquia franjirroja, evocando así a los fantasmas de la antigüedad. La ilusión del comienzo contrastaba con la tristeza del final, en un rápido y silencioso parpadeo, el fracaso despertaba a los rayistas de un sueño crédulo, que de haberse cumplido no sabría que escribir.

La severa realidad evidenciaba que Mestalla solo quedó en una vulgar noche, que por medio de "4 copazos" el tren de vuelta a la realidad había llegado a su destino. En otras palabras, todo el esfuerzo fue tirado por la borda en los minutos finales. De hecho, antes de disputar el partido de vuelta el devenir de la eliminatoria estaba ya casi sentenciado a favor del cuadro ché. Unas 24 horas antes del inicio del encuentro casi nadie preveía que el cuadro visitante pondría en graves aprietos a la escuadra valencianista.

Nuestro querido equipo volvió a demostrarnos, una vez más, una valiosa lección en la cual, personalmente, aprendí que la realidad no es un cuento, y los buenos, a veces, no siempre ganan. A lo que me acordé, de que a mi rayito le da igual el escenario, el rival y el arbitraje, su único objetivo es apartar cualquier piedra del cruel camino que siempre tiene que recorrer. A su vez, lo acontecido en Mestalla era similar a los batacazos del pasado, sin duda alguna, malos recuerdos guardados en el cajón, donde Racing, Las Palmas y Levante, respectivamente, truncaron el sueño copero de un equipo humilde que no se pone techo.