Un sol primaveral alumbró el Estadio de Vallecas en la mañana futbolera de domingo. Mientras el Juvenil A rayista se jugaba el campeonato de Liga de División de Honor en Alcorcón, los mayores buscaban recobrar buenas sensaciones tras el varapalo de Vigo. El objetivo se cumplió en ambos suelos madrileños, sin embargo, la victoria del Rayo ante un impetuoso pero más descertado Almería deja más inquietudes si no en la afición rayista, sí en su cuerpo técnico.

Realmente positivos, más allá de los tres puntos y del hito de llegar a los 700 goles en Primera División, fueron únicamente los primeros veintipocos minutos, o lo que es lo mismo, hasta el gol de Amaya. Durante ese primer lapso de partido, el Rayo poseía el balón sin muchos problemas ante un Almería -quizás- demasiado replegado. El conjunto de Vallecas, con Fatau incrustrado entre los centrales hacía profundos a los laterales Nacho y Tito por donde empezaba a nutrirse el juego local. La consigna era clara: balón a las bandas, para buscar los centros al área, casi siempre, para Manucho.

Manucho ha cambiado la manera de atacar del equipo de Jémez

Por poco fue Trashorras quien acertaría primero a marcar tras un centro de Kakuta y una dejada de Embarba, de nuevo titular en la banda izquierda. El disparo del '10' tras marcharse como un caballero, con elegancia, de Dubarbier lo despejaría Rubén, para atraparlo finalmente con un rebote blandito de Manucho. El guardameta no podría hacer nada en la siguiente jugada que nació con un córner sacado en corto por Kakuta. El francés recuperó la pared, tocó hacia Zé Castro, escorado en la banda derecha, se marchó entre dos almerienses y puso un centro medido al segundo palo como si no fuese un central corpulento. En esa zona apareció su compañero en la zaga Antonio Amaya, muy libre, para cabecear picado y hacer su primer gol desde su vuelta al barrio madrileño.

El Almería se despierta

El gol cambió el guión. El Almería, liderado por Thievy, decidió que la idea de esperar en campo propio no le había propiciado nada bueno y comenzó a molestar a los zagueros franjirrojos en la salida de balón. El Rayo dejó de producir tanto por bandas, el dominio empezó a equilibrarse y las ocasiones claras desaparecioron hasta el descanso. Solo un disparo lejano de Ximo Navarro y dos caídas sin aparente infracción, una en cada área, de Wellington y Embarba alteraron a los más de diez mil asistentes, la mayoría con gorra o gafas de sol, que habían acudido al templo rayista.

Jémez viendo que la segunda parte llevaba los mismos derroteros que los últimos compases del primer acto, decidió que entrase Jozabed por Fatau a los cinco minutos de la reanudación para tener mejor juego interior. De poco sirvió, puesto que el equipo de Sergi seguía poniendo en aprietos y, además, ahora empezaba a acosar al guardameta Toño. Fue Thievy, a la salida de un saque de esquina que el había provocado en una acción en la que el congoleño pidó penalti, quien primero lo intentó con un seco zurdazo que el cancerbero volvió a mandar a córner.

La respuesta, tanto a disparo como a plegaria de penalti, no tardaría mucho en producirse en el área de Rubén. Embarba recogió el rechace de un mal despeje de una falta centrada por Trashorras y empalmó, también con la izquierda, a bocajarro y en carrera. La potencia del disparo hizo que Rubén solo pudiera rechazar, con la mala suerte de que le llegara perfecto al Zarra de la Liga. Alberto Bueno, desaparecido en las últimas fechas (quizás por falta de actitud o quizás porque el nuevo estilo rayista, en el que Manucho es a quien se busca con balones aéreos) voleó a la mediavuelta en la misma línea del área pequeña. No fue gol porque Dubarbier la paró con la mano que tenía separada del cuerpo. Gil Manzano tampoco vería pena máxima en esta ocasión.

Llegó el carrusel de cambios para ambas escuadras. Jémez introdujo a Miku por Bueno, pasando a jugar con un 4-4-2 más marcado, y Pozuelo ocuparía el puesto de Embarba para el último cuarto de hora. Sergi prefirió alterar más el once. Entraron Zongo, Edgar Méndez y Hemed por Wellington, Azeez y Dubarbier. Zongo, que empezó en la banda derecha en la posición del brasileño hasta la entrada de Edgar, acabó de lateral izquierdo cuando Dubarbier fue sustituido por Hemed. El delantero israelí retrasó a la mediapunta a Thievy y el congoleño hizo lo propio con Thomas, que pasó a jugar al lado de Corona en el doble pivote.

Miku, a punto de hacer el 2-0 y el 700 del Rayo en Primera

Los ofensivos cambios de Barjuan provocaron más contraataques del Rayo que ocasiones indálicas, puesto que la única clara fue un remate de Zongo de cabeza tras una falta de Corona. Era el Rayo quien estaba más cerca del gol, pero le costó cerrar la contienda. Manucho en un mano a mano con Rubén, Kakuta tras una jugada personal o Pozuelo, que incluso se marchó de Rubén, pero no pudo superar la cabeza de Zongo que despejó en la misma línea de gol, pudieron convertir el segundo. Sí pudo Miku, muy activo desde su entrada. Tito recuperó tras un mal pase de Rubén, conectó con Kakuta que venía de fallar su ocasión y esta vez el francés decidió regatear para luego asistir al venezolano. El único fichaje de invierno en el último minuto de partido, y rozando el fuera de juego, empujó la pelota para hacer el gol 700 en Primera del Rayo.

El marcador final devuelve la sonrisa al aficionado rayista, no tanto al entrenador canario, que ve como su equipo es virtualmente "equipo salvado" tras sumar ya 41 puntos. Todo lo contrario que el Almería, que sigue pendiente de conocer si la sanción de -3 puntos se lleva a cabo. Empatado con el Dépor a 28 puntos, está en el alambre, aunque finalizará la jornada en ese salvatorio 17º puesto. El Sánchez Pizjuán será el próximo lugar donde juege el Rayo, mientras que el Almería recibirá al Eibar a cinco jornadas del final de Liga.