Johan Neeskens fue un conocido jugador de los años setenta, abanderado del fútbol total de la Holanda de Cruyff y que realizó una carrera bastante similar a la del mito de Ámsterdam. Inició su carrera en el Ajax de las tres Copas de Europa de principios de década para marcharse en 1974 al Barcelona donde ya le esperaba el otro Johan. Subcampeón del mundo en dos ocasiones (1974 y 1978), consiguió marcar, siendo centrocampista, cinco tantos en el primero de ellos. En total, once títulos sin contar los conseguidos en Estados Unidos y 49 internacionalidades con la Naranja Mecánica.

Tras sus cinco años en Barcelona, cruzó el charco hasta el Cosmos de Nueva York para jugar en la nueva North American Soccer League, volvió a su país para jugar en el FC Groningen, y decidió acabar su carrera en diferentes equipos de Estados Unidos y Suiza. Como se puede apreciar, Neeskens (Heemstede, 1951) nunca militó en ningún equipo español aparte del Barcelona y, sin embargo, Neeskens participó con un gol a favor en una victoria del Rayo Vallecano. La fortuna, esquiva para Johan II, quiso que así fuera.

Neeskens perdería su segundo mundial poco después de aquel Rayo-Barça | the100.rul
Neeskens perdería su segundo mundial poco después de aquel Rayo-Barça | the100.rul

El suceso ocurrió en la penúltima jornada de la Liga 1977-78 en el Estadio de Vallecas, conocido ese curso como el cementerio de los elefantes. Era el último día de abril y el Rayo, dirigido por el uruguayo Héctor Núñez, estaba salvado virtualmente en su debut en Primera. Solo una extraña carambola le haría descender y con un punto certificaría la permanencia. Aún así, los rivales que restaban eran el FC Barcelona en casa y el Atlético de Madrid, que había llegado hasta cuartos de final en la Copa de Europa (eliminado por el Brujas), en el Vicente Calderón, por lo que el peligro, aunque escaso, existía.

El Rayo ganó 12 de los 17 partidos como local

Mas contaba con el cementerio de los elefantes a su favor. ¿Por qué era llamado así al complejo vallecano? Pues porque en ese primer año en la élite todos los grandes habían caído. De hecho, sólo cuatro equipos conseguirían empatar (Salamanca, Espanyol, Las Palmas y Burgos) y únicamente el Elche ganaría en Vallecas. Las dimensiones del terreno de juego, el estado del césped (a saber cómo estaría para que destacase en aquellos años 70) y el viento persistente y reiterativo en diferentes fechas hacían estragos en los rivales de mayor técnica.

Así pues, en el último partido que jugaría Johan Cruyff en suelo madrileño, pues ya estaba anunciado que se marcharía a final de temporada de Can Barça, el Rayo se jugaba más que un Barcelona que ya había perdido la Liga ante el Real Madrid y que solo optaba al subcampeonato. El tiempo en aquella tarde fue paradigma de la primavera: sol al inicio del partido, con amenaza de lluvia para el final y con el mencionado viento que haría diabluras con el balón.

Cruyff jugaría por última vez en suelo madrileño como culé

El Rayo debió escoger campo en el sorteo inicial entre capitanes. Jugando a favor del viento, el Rayo consiguió adelantarse en el marcador en el cuarto minuto con un gol olímpico. El medio Landáburu (quien fichó por el Barça tras la temporada siguiente), con ayuda del efecto y el viento, sorprendió a Mora, guardameta blaugrana suplente del Trofeo Zamora de aquel año Artola, consiguiendo anotar desde el saque de esquina por el segundo palo. Pasado el cuarto de hora, llegó el gol del bueno de Neeskens en una jugada totalmente desafortunada. Guzmán intentó conectar con el punta Alvarito, pero el pase hacia éste dio en el holandés que desvió hacia el fondo de su propia portería.

De esta manera explicaba el cronista de Mundo Deportivo, J. Diez Serrat, la táctica del primer Rayo de Primera: “Y aunque el quehacer rayista contenga aspectos aparentemente toscos, su eficacia no puede ponerse en tela de juicio. Con una defensa aguerrida y sin contemplaciones a la hora de alejar el balón de sus dominios , un mediocampo en el que se conjugan técnica (Fermín y Landúburu) y fuerza (Guzmán), y un contragolpe vivaz, rapidísimo y con ‘olfato de gol' (Gónzález y Alvarito), hacerle frente no es papeleta cómoda. Sobre todo, en los primeros compases, cuando se emplean a tope para sorprender al adversario con un tanto temprano que les permita adoptar le estrategia de contraataque que es la que más le va”.

Cruyff intenta evitar a Nieto. Rayo-Barça, 1978 | EFE
Cruyff intenta evitar a Nieto. Rayo-Barça, 1978 | EFE

Con 2-0 en contra, Michels decidió cambiar el sistema (había empezado con Neeskens, que era uno de los primeros “box-to-box” de la Historia según la FIFA, de líbero y dos defensas como De la Cruz y Migueli). Con los cambios, sin mejorar excesivamente en ataque, impidió que el equipo de Núñez agrandase la ventaja. Ya en la segunda parte, nada más pitar el árbitro Jaramillo González, el Barcelona aprovecharía un error del guardameta local, Hierro, para acortar distancias con un disparo de apariencia frágil de De la Cruz. A pesar de los intentos de Cruyff, que pidió penalti en el 28 de la primera parte por derribo de Uceda, y gracias a la madera pues el Barcelona estrellaría dos balones en los palos de Hierro, que había sido el suplente de Alcázar, el Rayo acabaría ganando al Barcelona en su primer encuentro como local ante los catalanes.

Michels: "Finalizar las jugadas no es nuestra principal virtud"

Héctor "Pichón" Núñez reconocería la fortuna que habían tenido aquella tarde de abril. "Hoy hemos tenido mucha suerte, toda la que nos ha faltado en el resto del campeonato. El Barcelona ha jugado muy bien. Sin embargo, el partido fue raro, pues ninguno de los goles se produjo en jugadas claras sino en producto de carambola. No me duelen prendas, creo que ellos han merecido por juego un mejor resultado, por lo menos un empate", se sinceraba el técnico uruguayo que se despedía de Vallecas porque era conocido que el Atlético de Madrid esperaba su pizarra para el siguiente curso. Volvería dos años después tras no cuajar a las orillas del Manzanares y ser destituido tras una discusión con Pereira.

Héctor Núñez falleció en Madrid en diciembre de 2011 | EFE
Héctor Núñez falleció en Madrid en diciembre de 2011 | EFE

Por su parte, Michels, que también abandonaría el Barcelona ese año finalizando así su segunda etapa (desde 1971 hasta 1978, exceptuando la 75/76 entrenando al Ajax), dejaba claro porque sólo habían ganado la Copa del Rey (a la UD Las Palmas) aquella temporada en la que también llegaron a semifinales de la Copa de la UEFA (PSV): “En el segundo tiempo, hemos dominado los 45 minutos pero el Barcelona ha demostrado una vez más que su capacidad para llevar a buen término las jugadas no es su principal virtud”. A pesar de la derrota, acabarían siendo subcampeones de Liga al ganar al Valencia del pichichi Kempes.

La afición rayista respiró tranquila con el triunfo. Ya estaban salvados. Y aunque no hubieran ganado al equipo de Cruyff, también lo estarían por la combinación de los demás resultados. El Rayo, el matagigantes que poseía un cementerio de elefantes donde habían caído los seis primeros de aquella Liga, acabaría décimo en la tabla de dieciocho con doce victorias (todas en casa), nueve empates y trece derrotas. Marcando 50 goles y encajando 59. Era su primer año en la división de oro y el resultado era inmejorable. Tanto que un gol a favor de todo un Neeskens quedaría en mera anécdota.