Corren tiempos donde el protagonismo del físico en el fútbol cobra cada vez más relevancia. El vigoroso duelo de la pasada noche en San Mamés es la muestra más reciente. Esto es así, nada puede cambiar la evolución del deporte. Un deporte que transita con celeridad en su transformación hacia la prevalencia hercúlea. Una transformación con visos de hacer más pujante el espectáculo y no conceder margen para la tregua visual. Ahora bien, no hay que obviar –al margen del talento- la innata trascendencia del ´coco´, desde un punto de vista intelectual como desde el plano psicológico. Y de ambos anda sobrado el nombre de hoy: Xabi Alonso. Xabi es estabilidad emocional, carácter ganador y fortaleza psicológica. Extensión del mister sobre el tapete. Compostura.

Septiembre y octubre fueron losas para el tolosarra. Como casi todas las temporadas, tardó en agarrar el tono físico adecuado. Piernas pesadas que impedían la agilidad mental. Juego trabado, carne de amarilla en los balones divididos y peligrosas concesiones a su espalda. El equipo resentía el estado de su motor. Mourinho no corregía adecuadamente los desajustes que originaba el exceso de verticalidad en transición. Xabi sufría corriendo hacia atrás, pero su puesta a punto era cuestión de tiempo.

A medida que avanzaba octubre, el ´5´ se iba entonando. Su liderazgo emergía. El ´efecto corrector Khedira´ ayudó a ello, sobre todo en la exigente transición defensiva. También la participación de Ramos en el centro de la zaga. La línea defensiva mordía más avanzada y los espacios entre líneas menguaban. Es ahí donde la figura de Alonso es imperiosa. Y mortal de necesidad. Y donde sus carencias quedan camufladas.

En campo propio, su lectura táctica del juego es superior a la de cualquier otro mediocentro. Domina por anticipación mental y cohesión espacial. Motoriza tren inferior para ganar balones divididos por tierra o por aire. Cierra líneas de pases. Ordena y alinea. Inteligencia natural.

Factor decisivo para defender, eje para atacar. La salida de balón la inicia incrustado entre los centrales, abiertos estos y alzados los laterales para formar una primera línea de pase junto a Khedira. Siempre orientando y  acompañando el gesto con elegancia. Su principal arma, el preciso y precioso desplazamiento en largo, se convierte en decisiva tanto para desatascar en fase posicional como para lanzar la contra y exprimir el talento de Ronaldo, Higuaín o Di María. Espectáculo visual

En campo ajeno siempre constituye un apoyo para descongestionar o prolongar la jugada. Es la pausa, la mesura y el criterio. Ponderación racional y urbana frente a la voracidad salvaje de los atacantes. Su hándicap -ya conocido- para el giro hace más importante la figura de un escudero que le ceda la base en la salida y le ampare en la llegada.

Xabi Alonso. Un mariscal, un mariscal inteligente.