Era el 2009, Florentino Pérez regresaba a la Presidencia del Real Madrid y con él llegaban fichajes millonarios como los de Kaká o Benzema; firmándose el contrato del apalabrado por Calderón: Cristiano Ronaldo. Una temporada que invitaba a soñar, con la final de la UEFA Champions League en el Santiago Bernabéu. La tan ansiada Décima. Un año en el que figuras del fútbol esperaban tener un peso importante en la historia del nuevo Real Madrid. También aquella sería la última temporada vestido de blanco de un jugador que hacía su décimo sexto año en el primer equipo: Raúl González Blanco. Relegado por Manuel Pellegrini a un papel secundario, pese a su buen hacer en las tres últimas temporadas, con la antigua presidencia y en un club venido a menos en cuanto a fichajes extrambóticos, que no símbolos mitificados hasta la gloria. Uno de esos símbolos era el '7'. El eterno capitán de un barco debilitado con batacazos de años atrás, de un barco que había sido el más grande del Siglo XX. El Real Madrid había perdido prestigio, especialmente en su competición más reconocida: la Champions.

Raúl era el último, junto a Guti, de esa gran contienda de jugadores de la que solo iba a sobrevivir el santo de todos los madridistas: Íker Casillas. Una carencia de minutos y oportunidades que le hicieron tomar la decisión más valiente, dejar su sitio a nuevas generaciones y aspirar a seguir siendo una referencia en otros clubes. Entre lágrimas, por la puerta de atrás del Santiago Bernabéu y con un reconocimiento especialmente exiguo se marchaba el capitán de todos. Aquel que aparecía siempre, cuando tenía que hacerlo. Atrás se quedaban 741 partidos oficiales, 16 títulos y 323 goles que le situaban como el máximo realizador del Real Madrid a lo largo de la historia. Todo ello acompañado por un sentimiento especial, por un respaldo de la afición que nunca antes se había visto y que decía mucho de lo que había significado aquel futbolista delgado que un día daba el salto al primer equipo en el estadio de La Romareda, en el mes de octubre de 1994.

Su próxima aventura: en el Schalke 04, Alemania. Allí se engrandeció como muy pocos lo habían hecho, no solo en la historia del club, sino en la de todo el país. Líder indiscutible y una de las grandes referencias que tomaba el mando de su nuevo navío con un brazalete que quedará recordado por todos los hinchas del Veltins Arena. Allí, reconocimientos, homenajes y afinidades con Raúl le hicieron ser uno de los jugadores más valorados de toda la historia. Querido como muy pocos. Sentir que se extrapoló y trasladó a España con una marea de camisetas azules que todavía avivaban el cariño de los aficionados españoles por un '7' que había dado mucho, y recibido muy poco. Raúl era el nombre más sonado y su leyenda la mejor consolidada desde que el fútbol es fútbol y se respetan a jugadores de su talla y aptitud. Como un gladiador superviviente, así se retiró el eterno capitán; aquel que fue caracterizado como el mejor jugador español de todos los tiempos por personajes del fútbol de la talla de Pep Guardiola.

(teinteresa.com)

Tres años después, ahora en las filas del que será su último equipo, el Al Saad de Qatar, llegaba el momento más soñado y deseado por todos los madridistas y admiradores de su persona: el reconocimiento de un club al que en ciertas ocasiones le cuesta dar el paso pero, que en esta ocasión, acertó con la decisión de homenajear al mejor jugador, por palmarés, goles y partidos jugados, de la historia del Real Madrid. Llegaba el 22 de agosto de 2013 como el día señalado, el día que todos los aficionados, no solo del Real Madrid, recordarán como uno de los mejores homenajes en la historia del fútbol. Emocionado, vistiendo un '7' que le había cedido Cristiano Ronaldo y con un brazalete que también le fue entregado por Íker Casillas. Dos herederos que siguen viendo en el delantero madrileño a un futbolista único y de merecido respeto.

Comenzó el partido llevando la blanca del Real Madrid, más de mil días después y volvía a vislumbrar como el capitán que siempre ha sido y siempre será. Alzando la voz, dirigiendo a los suyos y cansando a todos los centrales del equipo contrario, su equipo actual. Insistente, perseverante y empecinado en conseguir su gol, el último con su equipo de toda la vida. Marcelo se interesó en buscar continuamente la asociación con él y fue precisamente el más aguerrido en una zona super poblada de hombres de negro el que luchaba por hacerse con la posesión. Insistencia que no hizo otra cosa que referenciarle como el futbolista de todos en un campo lleno de compañeros. Marcado de cerca pero hábil en las maniobras de despiste, de desmarque. Así llegó su tanto, el 359 en total con la elástica del Real Madrid. Pase en largo de Di María y control, como siempre, de Raúl que valía para después definir con su pierna izquierda. En aquella portería había logrado batir a porteros de todos los equipos, e incluso colocarse como el máximo goleador del Real Madrid en liga, a lo largo de la historia, con doscientos goles -ante el Espanyol, de penalti-.

Gol que resonó con más fuerza que nunca entre el público del estadio Santiago Bernabéu. Su gente, su grada. Un tanto que recordó al de gestas históricas pero que seguía retumbando en los corazones de todos esos aficionados a los que se les escapaba una lágrima al ver a su '7', a Raúl haciendo lo de siempre. En el segundo tiempo, por primera vez en la historia, fueron continuos los halagos y deseos de que el equipo al que se medía el Real Madrid en el Bernabéu consiguiera un gol. Raúl jugaba con el Al Saad y las tornas parecían haberse igualado en una fiesta que solo fijaba las miradas en una persona. Raúl era el sueño, el hijo pródigo al que todos querían ver de nuevo en este estadio y sobre ese césped. Su casa, la de todos los aficionados al Real Madrid que por fin tenían de nuevo a su gran ídolo enfrente. Aquel que todavía guarda muchos triunfos, éxitos y recuerdos anclados en el alma de tantos seguidores.

Ovacionado como los grandes héroes. Así se despidió el '7', agradeciendo el cariño eterno de una afición que le ha visto crecer y convertirse en uno de los mejores delanteros de la historia. Raúl nunca ha conseguido el Balón de Oro o un título con la Selección Española, pese a merecerlo, pero consiguió llevarse uno de los premios más difíciles de conseguir en el mundo del fútbol: el cariño de muchos y el reconocimiento de todos. Raúl González Blanco.

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Sobre el autor
Jesús Albarracín
Coordinador y redactor del Granada CF. Vocación y profesión, todo en uno. En Granada CF TV, ABC Punto Radio Granada, Revista Oficial del Granada CF. Colaborador en RadioVAVEL.