En 1896 el genial escritor  H. G. Wells, publicó La Isla del Doctor Moreau novela de ficción en la que el científico de Wells, el viviseccionista Dr. Moreau, se recluye en una remota isla tropical para llevar a cabo experimentos con diversos animales, humanizando sus cuerpos y aumentando la capacidad de sus cerebros. De aquella avanzadilla creativa de Wells, en la que polemiza literariamente sobre la experimentación, el darwinismo, la sociedad, la identidad humana y el juego a ser Dios, surgen criaturas monstruosas, inquietantes combinaciones de espanto y extraña belleza, entre humanos y animales. Algo con lo que ha fantaseado la cultura y la mente humana desde tiempos muy remotos, dando como resultado extraños dioses de mágicos rostros, prominentes mandíbulas, ojos brillantes en la oscuridad y cualidades bestialmente humanizadas.

E inicio este texto con este recuerdo de la novela del visionario Wells, que supo ver en este gran misterio el mundo que nos aguarda tras la experimentación genética, porque cada día me es más complejo la calificación y cualificación de un futbolista de otro planeta al que no hace demasiado identifiqué con El hombre de Vitruvio del gran Leonardo.  Y es que la insaciable voracidad goleadora de Cristiano Ronaldo, sus aptitudes físicas y habilidades técnicas, cada día me recuerdan más a aquellos dioses de la antigüedad mitad hombre mitad animal, representados asiduamente en la cultura egipcia, mesoamericana y sumeria. Como dirían en uno de aquellos documentales de la teoría de los antiguos alienígenas, todo es cuestión de los extraterrestres, de la ingeniería genética, y en el caso que nos ocupa no es nada descabellado fantasear con algo así, porque lo de Cristiano como todos sabemos ya no es de este planeta.

Por ello si no supiera que el fenómeno es fruto de la unión marital entre María Dolores dos Santos Aveiro (una cocinera) y José Dinis Aveiro (un jardinero municipal), habría buscado sus orígenes en la Isla del Dr.Moreau. Es más, me he preguntado en más de una ocasión si esa Isla tropical en la que Moreau llevó a cabo sus experimentos no sería la portuguesa de Madeira, pues en su carrera identifico la potencia arrasadora de una manada de bisontes, en su zancada aptitudes felinas, en su salto creo ver un dios mitad hombre mitad pájaro, en su golpeo atómico una patada de avestruz y en su ambición una cualidad absolutamente humana, pues Ronaldo como buen humano siempre quiere más y jamás se detendrá hasta conseguirlo.

Me es sumamente complejo imaginar a un Real Madrid sin este dios mitad hombre, mitad animal, y difícilmente el equipo de Ancelotti podría ser un sólido candidato a ganarlo todo sin la presencia de esta fuerza de la naturaleza. Cristiano Ronaldo jamás se detendrá y curiosamente de todas las cualidades que conforman la excelencia genética de este ser a medio camino entre la realidad y la ficción, es su cualidad más humana la que le puede llevar a ser el mejor. Y es que es esa infatigable codicia y ambición por ser el número uno, por no detenerse en la pelea y querer siempre más, la que sin duda genera mayor poder de fascinación en todos nosotros.

Ya son 226 goles de Cristiano Ronaldo con el Real Madrid, en 216 partidos, saliendo a más de un gol por partido. Ante la Real Sociedad hizo tres de los goles, el vigesimotercer hat-trick desde que juega en el Real Madrid, acercándose ya a números de Alfredo Di Stéfano en este apartado anotador. No cabe duda que el portugués atraviesa por uno de los momentos más excepcionales de su carrera, y lo cierto es que no sabemos qué será lo próximo que nos tiene reservado este insaciable jugador mitad humano mitad bestia surgido de las vivisecciones del Dr.Moreau, de aquella Isla creada por la grandiosa imaginación de H.G.Wells, pues como he defendido en todo momento, la realidad siempre supera a la ficción.

Mucho más en el caso de este futbolista para el que se agotan calificativos, a lo largo de la historia del fútbol hemos disfrutado con cracks de todo tipo, talentos superiores como Messi, que comparte arco generacional con el jugador de Madeira, pero difícilmente encontraremos un futbolista con tal grado de ambición como Cristiano, al que hoy quise buscar en la Isla del Dr. Moreua, y en el marco de la experimentación genética, pero que de seguir semejante progresión tendría que seguir buscándole en el maravilloso universo de la ficción para ubicarle posiblemente en la integración del hombre a la máquina, la figura poshumana con la que nuevamente jugamos a ser dios y nos acercamos a esas representaciones antiguas de los dioses.