Catastrófico el encuentro vivido esta mañana entre el juvenil A del Real Madrid y sus homólogos del Benfica. Los chicos dirigidos por Luis Miguel Ramis afrontaban con mucha esperanza este encuentro de semifinales de la Youth League. Con un juego bonito, atractivo e intenso durante todo el torneo se buscaba un billete para la gran final del próximo domingo. Aunque la ilusión dio paso al miedo escénico a la presión y como consecuencia a que las piernas se encogiesen y la precipitación reinase en el conjunto madridista.

El primer tanto fue un mazazo descomunal. Espectacular pase dibujado por Nuno Santos, protagonista los minutos posteriores, para que Pereira con un simple toque superase a Caba. Era el 1 - 0 y llegaba tras 9 minutos de tanteo. Terror, así se resume lo ocurrido en los siguientes 7 minutos, un periodo de tiempo tan corto y en el que se decidió por completo todo un partido. Los portugueses entraban como cuchillos entre una blanda defensa madridista, un mal control y una mala decisión de Jaime quien se llevó con lo puesto a Nuno Santos, derribo claro, último defensa, penalti y expulsión. Quedaban aun 73 minutos de lo que ya se veía como una tremenda agonía.

Los blancos perdían 3 - 0 en el minuto 16. Expulsión de Jaime en el 13'.

El 2 - 0 fue una losa. El temblar de las piernas de los madridistas casi podía escucharse, la presión de saber lo que se están jugando y de saber que se está escapando sin que nadie pueda o sea capaz de hacer nada. Dos minutos después y nuevo fallo, nueva mala decisión, nuevo penalti, tarjeta amarilla. Nuno Santos lanzó, Caba paró y el rechace entró llorando, como todo madridista que estuviese presenciando ese momento.

El equipo estaba totalmente roto, grogui, noqueado empezando por su técnico y terminando por el último de los aficionados. Un mar de sueños, ilusiones, proyectos e intenciones había sido desparramado de manera cruel por el suelo, era irrecuperable, se había caído. Una sensación áspera, de incredulidad inundaba el banquillo blanco, las caras de los chicos y el cuerpo técnico eran un poema. El simple hecho de mirar el marcador y ver un 3 - 0 en el minuto 16 provocaba oleadas de resoplidos, miradas fijas en la nada y el hecho de saber que el partido se va a hacer muy muy largo.

El Benfica quería el cuarto y el propio Pereira a punto estuvo de hacerlo en una jugada calcada a la del primer tanto. La estrelló en el lateral de la red. Pero del mismo modo que vino el miedo se fue, el terror desapareció. El Real Madrid sabía que ya estaba todo perdido, la tirantez de los músculos desapareció y comenzaron a ser ellos mismos, poco a poco eso sí. De manera muy paulatina el equipo se fue estirando, se fue atreviendo y sobre todo, se fue encontrando de nuevo consigo mismo hasta terminar el primer acto ligeramente mejor que su rival.

Tres de los cuatro tantos lusos, de penalti.

El segundo tiempo sin mucha historia. El Benfica era consciente de que este partido no se les iba a escapar. Apoyados en una colocación perfecta, sin cometer ningún tipo de riesgo y confiando en el contraataque apoyados en Pereira, Nuno Santos y uno de los mejores del encuentro, Felipe Costa.

Se buscaba el gol desde media distancia y en varias ocasiones los madridistas estuvieron cerca de conseguirlo, pero serían de nuevo las malas decisiones quienes condenarían a los cachorros blancos. Penalti absurdo de Ismael por mano en un salto donde no tenía oposición. Felipe Costa lanzaría ahora y pudo pecar de soberbia al batir a lo Panenka con un resultado tan holgado. Nadie se quejó. Ni la amargura salía ya de unos chicos totalmente abatidos. Los 35 minutos posteriores sobraron. Ni Real Madrid ni Benfica querían estar allí. Los portugueses estaban con la cabeza puesta en la final del domingo. Los madridistas intentando que el reloj corriese, el pasar de cada segundo dolía, la agonía fue lenta y la manera de caer, estrepitosa.

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