Llegó al Real Madrid en el vaivén de una sensación extraña para convertirse en el ala derecha del equipo blanco, toda vez que la zurda tiene dueño, señor y rey: Cristiano Ronaldo. Su arduo fiachaje azuzó la impaciencia madridista por ver al Mejor Jugador de la Premier League en filas vikingas pero por otro lado, los recelos ante la falta de pretemporada y las lesiones que amenazaban con minar su llegada al equipo, se convirtieron en sombras que, junto a un polémico precio aún no esclarecido, planearon sobre la cabeza del galés desde el primer día. A Gareth Bale no le esperaba una etapa sencilla y buena muestra de eso podía dársela su excomapñero en el Tottenham, Luka Modric, que ya había pasado por aquel particular infierno un año antes.

Nueva vida; nuevo idioma; nuevo equipo y nueva cultura. Una adaptación a contreloj sin tiempo a engrasarse y encajar en un Madrid con sempiterna prisa por llegar a todo. El debut de Bale se retrasó por esas lesiones que prendieron la llama de la habladuría en murmullos que especulaban con la dolencia real del '11'. No obstante, el galés debía tener muy claro que si algo relega todo a un plano secundario en el fútbol, esos son los goles. Y las asistencias. Y en defintiva, los números objetivos, que lejos de filias y fobias colocan a cada uno en su lugar.

Bale acaba la temporada con 21 goles y 17 asistencias

Una temporada después, Gareth Bale pone fin a su primera año como jugador blanco con 21 goles marcados y 17 asistencias concedidas. Números en absoluto desdeñables para el 'novato de oro' en filas blancas, para un jugador cuyas expectativas, disparadas, no pueden haberse visto defraudadas en absoluto; más todavía cuando se tiene en cuenta la relevancia de algunos de esos goles.

Héroe en la Copa y en la Champions

Con la ausencia de Cristiano Ronaldo en la final de Copa, el galés estaba llamado a erigirse en el hombre que tirase del carro, en la gran estrella. Había logrado avisar el de Cardiff al FC Barcelona en la final de Mestalla, sin suerte hasta que a punto de cumplirse el tiempo reglamentario y con empate a uno en el marcador, merced de los goles de Ángel Di María y Bartra, cuando Bale recogía un pase de Coentrao por la derecha y activaba el turbo banda arriba, por la zurda, en perfecta sustitución del ausente Cristiano. Bartra trataba, y lograba, sacarle del campo con un fuerte empujón que no propició la queja ni el desistimiento del galés; Gareth retomó la senda señalada por la línea de cal para adentrarse en los dominios de Pinto y concederle a los suyos el éxtasis del primer título: la Copa del Rey.

No contento con eso y en plena lucha por el trono europeo, el Madrid retomaba oxígeno con el tanto de Sergio Ramos en el minuto 92 cuando el Atlético de Madrid soñaba con alzar al cielo de Lisboa su primer entorchado. Y en una prórroga que se antojaba agónica y cargada de sufrimiento y extenuación, volvió a aparecer él para poner por delante al conjunto blanco por primera vez en el encuentro. Su tanto de cabeza le redimía por los fallos anteriores, pues el de Cardiff rozó el gol en numerosas ocasiones sin suerte.

A partir de la primera ventaja en el luminoso de da Luz, las otras dos dianas, producto de Marcelo y Cristiano Ronaldo, llegaron solas para redondear el resultado que confirmaba la reconquista de la Champions League. La Décima. De nuevo Bale tuvo ahí un papel fundamental con el gol que modificaba el reparto en el peso de la balanza. Gareth Bale es el hombre de las finales; dos finales que le han valido a los blancos dos títulos en su primera temporada como madridista. Y el galés promete más y mejor en una temporada -la siguiente- que sí podrá completar desde el principio.