Con 28 años desembarcó en la capital de España. Ataviado con un sombrero, su corbata bien ajustada al gaznate y un pañuelo blanquecino asomando en la solapa de su chaqueta, un casi desconocido jugador argentino tomaba posesión en la que sería su Tierra Prometida. Ahora, a la edad de 88 años nos ha dejado Alfredo Di Stefano.

Millonarios y su encuentro ante el Real Madrid convenció a Bernabéu, aunque fue más bien éste el que lo hizo con los dirigentes del club colombiano, que habían disfrutado de las acciones del jugador de River durante un par de temporadas. El mejor presidente de la historia del club blanco fichó al mejor jugador de la historia merengue. No podía ser de otro modo.

Di Stefano, a Amancio en la llegada de éste al Madrid: "Para llevar este escudo, primero, gallego, hay que sudar la camiseta"

A pesar de su edad, Alfredo Di Stefano sumó más de 300 goles con la elástica blan ca. Su llegada fue el punto de partida del que más de 50 años después sería coronado como mejor club del siglo XX, el de la Saeta Rubia. Su rostro siempre impertérrito escondía un profesional como no se ha conocido, dedicado en vida a su pasión, el fútbol.

Cuenta Pachín, cuando alguien tiene la genial idea de ponerle un micrófono delante, que su máxima preocupación era la de compartir tertulias con sus compañeros de profesión, involucrarles en sus éxitos y no dejar que nadie se relajase. La mayor estrella del firmamento madridista aleccionó a una de las que más han brillado siempre, Amancio Amaro, para que éste nunca olvidase "que para llevar este escudo, primero gallego hay que sudar la camiseta".

La Saeta no volverá a volar

La grandeza venía implícita en su nombre. Abanderado del Real Madrid campeón de Europa de entre finales de los 50 y principios de los 60, su paso por la capital dejó huella en todo aquel que pudo verle jugar. Cinco decenios después, la admiración del mundo del fútbol por su persona seguía intacta, de aquellos que no le vieron jugar, como la de quiénes sí disfrutaron de sus jugadas.

"Jugaba de todo. De pronto le veías atrás, sacando un balón o rematándolo", cuentan de él. Aunque Di Stefano siempre las quiso "cortitas y al pie". Adelantado a su época, siempre tuvo claro que uno solo no se iba a ninguna parte - "Ningún jugador es tan bueno como todos juntos" - y que ensalzar su persona, solo le hacía más débil: "Yo era un futbolista que jugaba para el equipo, no fui abanderado de nada. No me gustó".

Su nombramiento como Presidente de Honor del Real Madrid en noviembre de 2000 fue una de las noticias más unánimemente aceptadas de la historia del madridismo. Nada ni nadie hacían desviar la mirada de las pancartas que le anunciaban como mejor jugador de la dilatada historia merengue, que ahora le tenía como referente para futuras generaciones. Ahora muchas de ellas han crecido, con él y recordándole a través de sus mayores. Bendita hemeroteca.

Por eso, y tras 88 años batallando, y más de 60 unido al madridismo, toca despedirse de la Saeta. El equipo de sus amores, sin saberlo, le brindó un último trofeo, de los suyos, antes de despedirse del argentino. El último vuelo del mejor jugador de la historia, al que preguntado sobre qué le habría gustado ser de no haber podido llegar a ser futbolista, contestaba muy seguro de sí mismo: "Ser futbolista otra vez". Descansa en paz, viejo.