Llegaba el Barcelona a Madrid, a un estadio que en las últimas temporadas se le ha dado muy bien. Seis victorias y dos empates en las últimas diez visitas era un balance que les hacía pensar en la posibilidad de volver a ganar y alejar a siete puntos a un rival directo por la Liga.

Pero la actuación madridista, con una segunda parte de gran nivel, ha hecho que esa diferencia se haga mínima. La victoria local por tres goles a uno coloca a los de Ancelotti a un solo punto del Barça, acechando el liderato.

Si uno piensa en las condiciones ideales para ver un partido de fútbol, describe forzosamente el ambiente que reinaba Madrid a las 18:00. El astro rey calentaba lo justo y daba luz a los 22 protagonistas. El césped, un tapete que dejaba correr el balón cuanto gustase el jugador. Las excusas, por tanto, no estaban permitidas. Les tocaba a los jugadores poner la magia que atesoran sus botas, la que les convierte en los mejores jugadores del planeta. En las gradas, un torrente de voces gritaban, cantaban y pitaban, según se terciara. El Santiago Bernabéu se había vestido de gala, convirtiéndose en esa atmósfera con la que todo jugador sueña vivir al menos una vez en su vida.

Antes de comenzar la contienda empezaban a despejarse las dudas surgidas durante la semana. La principal incógnita la guardaba con mimo Luis Enrique. La participación de Luis Suárez había sido anunciada en la previa por Lucho, quedaba por saber si lo haría de inicio. Al asturiano, objeto de filias y fobias, se le pueden dar muchos adjetivos, pero hay uno que no puede faltar: valiente. Por si al partido le faltaba algo de morbo, Luis Enrique decidió regalar al espectador la alineación de inicio del crack uruguayo.

Primer golpe azulgrana

El inicio no sorprendió a nadie. El Barça comenzó haciendo lo que mejor sabe hacer, lo que le ha dado el éxito durante la última década: dominar la posesión. Y el Real Madrid, a lo suyo, en cuanto uno de sus jugadores tuviera el balón, todos buscarían la portería rival.

No hubo que esperar ni tres minutos y medio para asistir al primer gol. Su autor, el genio brasileño Neymar. Recogiendo un balón en el pico izquierdo del área, condujo hacia dentro y su disparo raso se coló a la izquierda de un atónito Casillas.

El gol de Neymar a los tres minutos congeló al Bernabéu

A partir de entonces el Barcelona desapareció. El Real Madrid, apoyado por su afición, tomó el testigo y empezó con decisión a remar para empatar el encuentro. Una internada de Marcelo llevó la preocupación por primera vez a la portería de Bravo, pero sería en el minuto nueve cuando un cabezazo de Benzema haría temblar su larguero. La imbatibilidad del portero chileno en liga se había salvado por poco.

Al equipo de Luis Enrique le costaba pasar de medio campo. Como si el gol les hubiera dormido, parecían haberse olvidado de lo que les hace grandes. Síntoma de sus extrañas sensaciones es que antes de cumplirse el primer cuarto de hora, sus dos estrellas ofensivas -Messi y Neymar- ya tenían tarjeta amarilla.

Las acometidas merengues continuaban y Toni Kroos lo intentó desde lejos, aunque su golpeo fue un poco mordido. Cristiano Ronaldo lo probó también con parecida suerte.

Cuando el Barcelona fue capaz de mantener el balón llevó peligro por el lado izquierdo, donde aparecía Mathieu para ganarle la espalda a James una y otra vez.

En el minuto 22 aparecieron los esperados. Messi, después de un primer intento lejano que atrapó Iker, tuvo el segundo. El Madrid no sacó bien el balón desde atrás y el cuero cayó a pies de Luis Suárez en banda derecha. El uruguayo puso un centro milimétrico, raso, entre el portero y la defensa, para que la Pulga apareciera en boca de gol. Cuando el sector culé ya cantaba el gol, el ángel bueno volvió al lado de Casillas y el mostoleño envió a córner.

Poco después una internada de Messi, también por la derecha, llevó de nuevo peligro a la meta de Iker. Su pase de la muerte para Neymar no llegó finalmente a buen término y el Bernabéu respiraba. Transcurría la primera media hora de juego y el Barça volvía a tomar la manija del partido.

Blanca resurrección

Pero entonces el partido dio un vuelco. Marcelo estaba haciendo daño por banda izquierda, y en una gran internada del lateral brasileño su centro atrás golpeó en el brazo de Piqué. Gil Manzano no lo dudó y la ocasión estaba servida para Cristiano Ronaldo.

El portugués, por mucho que ya haya fallado esta temporada, no suele marrar desde los once metros. En un escenario tan importante tampoco lo haría. La racha de imbatibilidad de Claudio Bravo había terminado en el minuto 34 del clásico, en el minuto 34 de la novena jornada liguera. Cristiano Ronaldo anotaba su decimosexto tanto del campeonato.

Espoleado por el gol, el Madrid siguió acosando el área rival durante unos minutos, pero poco a poco fue perdiendo gas y cedió de nuevo terreno a los de Luis Enrique. No era más que un respiro, pues al borde del descanso los de blanco volverían a la carga. Un robo de Carvajal cuando Neymar trataba de salir desde atrás permitió un último intento. Marcelo centró desde el lado contrario para que apareciera la cabeza de James Rodríguez, pero el remate del colombiano se fue ligeramente desviado.

Sin tiempo para más, sin añadir ni un segundo, Gil Manzano mandó a los vestuarios a todo el mundo. El primer tiempo, cargado de tensión y ratos de buen juego, quedaba ya para la historia.

Lo mismo, pero al revés

Los primeros compases del segundo acto de esta ópera confundieron a jugadores y afición. Los errores en el pase de unos y otros convirtieron el encuentro en un correcalles. Y en el arte de correr pocos ganan a los de Ancelotti. Benzema condujo una peligrosa contra y pasó el balón de forma precisa a Cristiano, pero el intento del luso lo rechazó a córner Piqué. Era la antesala del gol.

El centro desde la esquina de Modric voló hasta el segundo palo, donde sin oposición se elevó otro portugués, Pepe, para cabecear con rabia al fondo de la red. Igual que en la primera parte, el gol llegaba pronto, pero esta vez para los locales.

Es complicado rehacerse de un golpe tan duro nada más volver de los vestuarios, pero el Barça lo hizo. Apareció Messi y sacó la varita para encontrar a Neymar en velocidad. Ramos despejó el esférico, pero cuando el peligro parecía haber terminado, Mathieu se sacó un cañonazo desde casi 30 metros que hizo volar a Casillas para evitar el empate.

Isco ha mutado en guerrero

A la media hora de juego Luis Enrique movió su primera pieza. Un Xavi un tanto gris dejaba su sitio al croata Rakitic, quien nada más salir botó un córner. La zaga merengue despejó el peligro y el balón rodaba hacia el centro del campo. Parecía que Iniesta se haría con el cuero, pero Isco luchó, aunque la lógica decía que nunca llegaría a ese balón. Cuando el manchego llegó a la altura del balón, se hizo un lío con Mascherano del que se aprovechó Isco, ése por el que se pagó para que hiciera diabluras con el balón pero que ha mutado en soldado para ganarse el puesto.

De la convicción de Isco llegó el tercero

Tras el robo invirtió el balón al lado contrario, por el que entraba James. El colombiano se puso el guante en la bota y asistió al desmarque de Benzema para que el Gato hiciera el tercero de remate cruzado.

Otro derechazo directo a la moral visitante. Hubo un amago de reacción culé, con más voluntad que ideas, pero a perro flaco todo son pulgas. Luis Enrique retiró del campo a su gran sorpresa, Luis Suárez, para meter a Pedro. Pero poco después tuvo que hacer el último cambio, obligado por las circunstancias. Iniesta se lesionó y al asturiano no le quedó más remedio que utilizar el recurso de Sergi Roberto.

En el tramo final de encuentro los de azul y grana mantuvieron en su poder el esférico, pero no fueron los que crearon más peligro. Cada robo del Madrid se convertía en una contra fulgurante que, de no ser por las imprecisiones en los últimos metros, habrían llevado más goles al marcador local.

Los minutos finales no fueron más que un mero trámite para confirmar la victoria blanca. El Real Madrid se limitó a contener atrás a un Barcelona que había dejado de creer en cualquier remontada.

Tras el pitido final de Gil Manzano el Santiago Bernabéu vibró. Los cimientos del estadio sufrieron, pero los del equipo madridista parecen bien sólidos. Superadas las dudas de comienzo de temporada, las últimas actuaciones llenan de optimismo a su afición.

El Barcelona, por su parte, perdió su imbatibilidad y su invencibilidad en competición doméstica. Algo tiene que cambiar Lucho para mejorar la imagen dada en esta tarde de sábado.