El Real Madrid ha cerrado el mejor año de su historia como lo empezó: ganando. Los hombres de Carlo Ancelotti ya forman parte del libro de los récords del club blanco, que en sus 112 años de leyenda ha visto cómo la página más brillante se describía en el presente, y a punto de ser pasado, curso.
Los títulos, el juego, los goles y el espectáculo han sido las claves para distinguir este de sus predecesores como el más destacado. 178 veces hizo diana el Real Madrid en su objetivo, cuatro títulos sumó a sus vitrinas de los seis en los que estuvo en juego, dejando escapar únicamente una final, la de la Supercopa de España con el Atlético, y venciendo en las otras cuatro.

Barcelona, Atlético, Sevilla y San Lorenzo de Almagro, las ‘víctimas’. Los primeros sucumbieron al gol de Bale corriendo toda la banda en el tramo final del encuentro. El galés, en su año de debut con la elástica madridista, no pudo firmar mejor hoja de ruta que la de anotar en los principales momentos del equipo, asumiendo galones.

Un final de ensueño para volver a reinar en Europa

El gol de Ramos, y el minuto 92:48 forman ya parte de la historia del Real Madrid

Tras Valencia, en Mestalla, llegó Lisboa. Allí el héroe fue sin duda un Sergio Ramos que también escribió su nombre con letras de oro en la historia merengue. El de Camas saltó más alto que nadie, cuando a ninguno le quedaban fuerzas, para en el ya famoso minuto 92 con 48 segundos, perforar el arco de Courtois y devolver la igualada a un partido desnivelado por Godín en el primer tiempo.

El tanto de Bale, de cabeza, el de Marcelo desde la frontal y por último el de Cristiano desde los once metros, certificaron la vuelta al Olimpo de los blancos una docena de años después. Desde que en el año 2002 Fernando Hierro levantase la ‘orejona’ al cielo de Glasgow, ningún capitán merengue había hecho lo propio con el trofeo que más aceptación tiene en el madridismo.

Tras mucho buscarla, la Décima estaba ya en su sitio, en el lugar que le correspondía, en las vitrinas del Bernabéu. Un haz de luz ilumina el preciado trofeo, que está acompañado por otras nueve compañeras que acreditan a los blancos como el conjunto que más victorias absolutas ha logrado a nivel continental.
Con la consecución de la Champions se abría, además, la posibilidad de cosechar dos trofeos más. Y no falló el Madrid de Ancelotti, que sentenció la Supercopa de Europa en la tierra de Bale con una actuación soberbia de Cristiano, anotando dos goles y derrotando al Sevilla. El tercer título ya estaba bajo control, y aunque por medio se cayó ante el Atlético en la de España, las miras se pusieron en Marruecos.

El primer Mundial para el Bernabéu

Allí, a pocos pasos del Atlas, el Dragón merengue se erigió como conquistador. El Mundial de Clubes, heredero de la desaparecida Copa Intercontinental, cita a los campeones de las seis confederaciones a nivel global dependientes de FIFA. El Madrid, representando a Europa (UEFA), se citó primero con Cruz Azul (CONCACAF) para disputar las semifinales, encontrándose con el otro gran favorito, San Lorenzo (CONMEBOL) en la final.

En Marrakech se dieron comienzo a las hostilidades, que culminaron como comenzaron en Lisboa, con gol de Ramos. El de Camas volvía a levantarse por encima del resto para encontrar la red, que parecía resistírsele a los blancos. Y al igual que el sevillano, el otro gran héroe de las finales, Gareth Bale, encontró su gol ya en el segundo tiempo. El primero hizo dos de los cuatro goles merengues en Marruecos, y logró abrir el marcador en dos de las cuatro finales para su equipo. El galés, por su parte, vio portería en tres de los encuentros finales, firmando en todos los casos el segundo de los tantos, el que o bien daba tranquilidad, o bien ponía por delante a los suyos tras un empate a uno en el luminoso.

El aderezo para los títulos lo puso el factor goleador. 178 veces cantó gol la hinchada madridista, más que ninguna otra en el fútbol español a largo de la historia. Ya en las semifinales del Mundialito, gracias a los cuatro goles que los blancos le endosaron al Cruz Azul mexicano, los de Ancelotti superaron al Barcelona de Guardiola que hasta aquel momento, con 175, se había situado en la cabeza de la misma.

Cristiano, récord histórico; Bale, debut decisivo

Los goles de Ramos y Bale en la final ante San Lorenzo no hicieron más que aumentar la brecha. El máximo responsable de esa diferencia ha sido, sin lugar a dudas, Cristiano Ronaldo. El portugués cerró la pasada campaña con 31 goles, convirtiéndose en el pichichi de la Liga, y logrando su segunda Bota de Oro como jugador merengue.

Además, fuera del campeonato nacional, el luso firmó un registro que también es historia. 17 goles logró en la pasada edición de la Champions, incluidos dos goles ante el Bayern de Múnich en semifinales, y otro más en la final de Lisboa, desde los once metros, para dar por concluida la gesta que inició el Madrid en Turquía y que le llevó a lo más alto del panorama continental.

Gareth Bale ha sido decisivo, consiguiendo hacer gol en las tres finales que ha disputado, a partido único, el Madrid esta temporada

En este inicio de campaña, con el nuevo curso comenzando a incrustarse en las piernas de los jugadores, Cristiano ha mostrado que sus dotes anotadores no solo siguen intactas, sino que se multiplican con el paso del tiempo. En las primeras 15 jornadas, el portugués sólo dejó de disputar una, la derrota merengue en San Sebastián. En los 14 partidos en los que ha tenido incidencia sobre el verde, el de Madeira ha conectado con la red en 25 ocasiones. 15 veces se valió de sus pies, tres de la cabeza y otras siete de un lanzamiento de penalti. Una progresión cercana a los 62 tantos, con una media de 1,67 goles por partido y un ritmo anotador sin parangón en el panorama mundial. Empezó el año con el Balón de Oro, correspondiente al año anterior, y se postula como el principal favorito a repetir título de cara al comienzo del nuevo año.

Al igual que Cristiano, Bale también forma parte destacada en el apartado goleador. Ya no tanto por el volumen, y sí por la importancia de los mismos, el primer año del galés en al capital de España se resume por su importancia en momentos cumbre. Rondaba el minuto 85 de la final en Mestalla cuando Bale se echó el balón en largo ante la llegada de Bartra. Desapareció de la mirada de los que se situaban en el fondo, empujado por el zaguero catalán fuera del campo, para reaparecer por delante del canterano culé, con una poderosa zancada, y plantarse ante Pinto, al que superó con un caño.

Un mes después, en Lisboa, Di María había iniciado un eslalon por derecha que culminó con un golpeo de exterior, al que respondió Courtois con una enorme parada con el pie. El balón voló por encima de Alderweireld, que intentó tirarse al suelo para impedir lo inevitable. El Expreso de Cardiff saltó por encima del holandés, que solo pudo mirar cómo el galés superaba a su portero y ponía por delante en la prórroga a los madridistas.

Aquel gol de Ramos

El delirio se desató entre los allí presentes, aumentando una hoguera que había inciado el gran protagonista del año en el apartado goleador. Cinco minutos de añadido había dado Kuipiers, y se agotaba el tiempo para que los blancos lograsen la igualada. Los lesionados, o sancionados, trajeados y con las manos en la cabeza, vieron cómo en el minuto 92:48 Modric puso un balón perfecto de lanzamiento de córner al corazón del área grande. Allí apareció el héroe de la Décima, para libre de marca conectar un cabezazo perfecto que de dentro hacia fuera, se alojó en el arco rojiblacno lamiendo la base del poste de la portería de Courtois.
40 años después, la historia se repetía para el Atlético, que había estado a segundos de lograr la mayor gesta de los últimos tiempos, y derrotar al Real Madrid en la final de la Champions. Pero Sergio Ramos no quería dejar pasar la oportunidad de subirse al carro de las leyendas, y ponerse al mando del mismo, portando las riendas. Una piña en el córner derecho del ataque blanco precedió al tiempo de prórroga, en el que el propio Bale, Marcelo y el mismo Cristiano firmaron la remontada merengue.

Gol de Sergio Ramos en la final de Lisboa. Foto: Matteo Gribaudi - Image Sport
Gol de Sergio Ramos en la final de Lisboa. Foto: Matteo Gribaudi - Image Sport

Las lágrimas llenaron las mejillas de los jugadores, especialmente las de Iker Casillas. El portero blanco, que había sido suplente en Liga hasta el momento, se había plantado en la final de la competición continental que Ancelotti le había reservado, inmerso en un aluvión de dudas que se habían planteado desde había dos temporadas. El de Móstoles, con una salida en falso, había permitido a Godín poner en ventaja a los suyos, y se veía como el villano de la historia.

Con el gol de Ramos, el héroe ‘venció’ al papel del capitán, y el abrazo entre ambos al final del choque evidenció el alivio del mejor portero de la historia del Real Madrid, en su peor momento. Tras Lisboa, el Mundial de Brasil no fue mejor, pero con el nuevo curso la confianza de Ancelotti en su capacidad se descubrió como total, y en los últimos tres meses de curso el de Móstoles ocupó el arco de forma principal, dejándole a Keylor Navas, el nuevo de la oficina, algunos partidos para que el gran arquero tico’ no perdiese la motivación.

Las dudas que se cernían sobre Casillas, así como cualquier otra que pudiera aparecer sobre la figura de un futbolista blanco se evaporó a mediados de septiembre. Tras un inicio con dudas, con las salidas en el último momento del mercado tanto de Xabi Alonso como de Di María, dos puntales del equipo hasta aquel momento, cualquier tropiezo se examinaba con lupa.

Tras caer derrotados ante el Atlético en la Supercopa, y nuevamente ante los colchoneros en el Bernabéu en Liga, llegaron a San Sebastián para vencer a la Real y reafirmarse. Pero nada más lejos de la realidad, porque a pesar de ponerse 0-2 en ventaja en el primer acto, un incomprensible bajón del equipo permitió a los locales darle la vuelta y golear a los merengues por un 4-2 que sembró dudas en la afición.

Ancelotti se doctora como gestor de grupo

Pero Ancelotti tomó las riendas, aseguró que nada similar volvería a ocurrir, y sus pupilos compraron su discurso. Ramos en rueda de prensa así lo evidenció, y así como el resto de sus compañeros. El Madrid había comenzado con el pie cambiado, pero tenía tiempo para revertir la situación. Desde aquel momento, desde el tropiezo en San Sebastián, el club merengue no volvió a dejar de sumar victorias.

Récord histórico del Madrid de Ancelotti: 22 victorias seguidas para acabar el año

22 triunfos consecutivos, incluyendo la victoria en el Clásico por 3-1 y la final del Mundialito, como colofón al récord y al año. 14 en Liga, seis en Champions y dos más en el Mundial de Clubes. Todas ellas regadas con una gran nómina de goles, como el 2-8 de Riazor o los cinco goles que se lograron ante el Athletic en el Bernabéu. La racha, que sólo tuvo momentos en concreto en los que estuvo en peligro, se ha convertido ya en una marca histórica, a nivel nacional e internacional.
Cuando superaron las 18 dejaron atrás la nómina de triunfos que firmó el Barcelona de Rijkaard hace más de ocho temporadas, y ya fija la mira en alcanzar al equipo a nivel global que más victorias consecutivas ha logrado en el Coritiba, que son 24 es el último escalón a alcanzar para firmar un nuevo hito.

A modo de glosario, el Madrid cierra un año histórico en el club batiendo marcas de todo tipo. Los 700 partidos de Casillas, los 17 goles en Champions de Cristiano, las 22 victorias seguidas y con posibilidad de seguir aumentando la racha, el gol de Ramos en Lisboa o los cuatro títulos, solo son complementos de una temporada que tiene en Ancelotti a su principal artífice. El técnico italiano llegó al club en un momento convulso, con la marcha de Mourinho y una afición dividida y enfrentada. El de Reggiolo ha dejado constancia de su capacidad de gestionar un gran grupo, un gran equipo, y hacerlo campeón.

Cristiano Ronaldo en la celebración de los títulos
Cristiano Ronaldo en la celebración de los títulos

Ancelotti ha logrado convencer a todos de que su discurso es el que tienen que mantener el resto, y así lo han hecho en todo el año. Con un estilo de juego basado en el control pero sin renunciar al vértigo, el Madrid se ha mostrado como un equipo temible. Capaz de ganar con varios registros, incluso durante un mismo partido, en encuentros como el del Barcelona en Liga en el mes de octubre, el partido en Múnich del histórico 0-4 en el Allianz Arena con las vertiginosas salidas al contragolpe, o a través del balón parado, como en Alemania o especialmente en Lisboa.

2014 ha sido también el año del nacimiento de la BBC (Benzema, Bale y Cristiano), del reverdecer de Marcelo, de la confirmación de Modric como mediocentro de referencia del equipo, de la transformación de James y Kroos en jugadores de equipo y gran sacrificio, de la adaptación de Carvajal del lateral derecho a sus dominios, de la llegada y salida de Zidane del banquillo merengue, la aparición fulgurante de Jesé, la lástima de su lesión y su recuperación, y sobre todo, de éxitos en la parroquia madridista, que sueña con que el curso, que ha sido histórico, sea también un trampolín para próximos éxitos.

Di Stéfano, el añorado

Pero no todo fueron buenas noticias. Comenzaba el mes de julio, y la trágica nueva llegaba a los corazones de los madridistas en particular, y de todo el mundo del fútbol en general. El latido de la Saeta Rubia se había apagado, y nunca más volvería a deleitarnos con su sagaz lenguaje ni su magnífica presencia.

El Presidente de Honor del Real Madrid colgaba las botas definitivamente a la edad de 88 años. Don Alfredo Di Stéfano dejaba este mundo para reunirse con sus amigos, y dejar un vacío en el corazón del madridismo. Una multitudinaria despedida coronó una serie de homenajes que se extendieron de forma global entre amigos y extraños, entregados al recuerdo del mejor futbolista de todos los tiempos.

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Sobre el autor
Manuel Vergara
Coordinador y redactor de la sección del Real Madrid y su cantera | Contacto: [email protected]