Los problemas en la rodilla de Cristiano le habían mermado lo suficiente como para poder enjaular al león. Al menos, si no entre barrotes, sí entre sus compañeros en la grada de un estadio de Mestalla lleno hasta la bandera. La ocasión lo merecía, a pesar de que uno de sus grandes héroes no pudiera firmar en el lienzo que estaba por dibujarse.

Han pasado 365 días desde que Mateu Lahoz diera comienzo a las hostilidades aquel 16 de abril de 2014. Merengues y azulgrana tomaron como baremo de referencia sus experiencias previas, y ansiaban hacerse con un título que pudiera servir como guinda a una temporada con el pastel aún por terminar de repartirse.

La casa por el tejado. El postre antes que los entrantes. Pero Gareth Bale sabía a qué debía apostar. Todo al blanco, pensó el galés, que se convertía en el gran argumento ofensivo de un conjunto de Ancelotti que no terminaba de convencer, pero que se encontraba vivo en todas las competiciones y con serias posibilidades de alzarse con, como así fuera finalmente, la ansiada Décima Copa de Europa.

Hace un año, el 16 de abril de 2014, Bale inició una carrera para la historia que le dio al Madrid la Copa del Rey

El galés no tenía sitio fijo. A pesar de la baja de Cristiano, y que su carril, el del once, se encontraba huérfano, Ancelotti tenía otros planes para él. Con Isco acompañando a Xabi Alonso y Modric, liberaba algo más a Di María de trabajo y así le daba la ocasión a Bale de deambular a su antojo por el frente de ataque del Madrid.

El de Cardiff participó en la jugada del gol de Di María, el primero, y fue un espectador en el tanto de Bartra, el de la igualada. Miró entonces el ex del Tottenham hacia arriba. Menos de diez minutos para el final y las espadas seguían en todo lo alto. Durante 70, el Real Madrid había controlado el partido pero no el juego, que sin brillantez era cosa del Barcelona.

Con esto, el Madrid había tenido las suyas, mientras que no sufría en exceso en defensa. El central catalán se alzó por encima del resto para igualar, al saque de un córner, el partido. La historia le sonreiría un mes después al cuadro merengue en la misma suerte, pero en el momento la sensación de abatimiendo era generalizada. Habían encajado de saque de esquina. Contra el Barcelona.

Bale aparece para entrar en la historia

No desfallecía, en cambio, el ánimo de Bale. Muy participativo durante toda la final, había gozado de alguna clara ocasión de inaugurar el casillero y ansiaba resarcirse. El cronómetro marcaba el minuto 85 cuando decidió caer al costado izquierdo, para apoyar a Coentrao en la salida de balón por dicho carril.

Un desbarajuste en la banda de Alves provocó que Bale se viera con cierto espacio, aunque pegado a la cal. Se dio la vuelta, encaró a su par y se percató que a su espalda, el hueco era inmenso. Fue entonces cuando el de Cardiff tomó la decisión de impulsar el cuero al lugar que se encontraba desierto detrás de Bartra, que no estaba dispuesto a dejar que el galés se aprovechase de la mala transición defensiva del equipo azulgrana.

El central de Tarragona le metió el hombro a Bale, sacándole del campo. Cruzó la línea de cal el extremo galés impulsado por el catalán, pero su intención no era la de irse al suelo. Sacando fuerzas de dónde no las había, y a pesar de lo avanzado del encuentro y el desgaste físico producto del duro partido que habían protagonizado, Bale hizo ademán de seguir, y aún por fuera del terreno de juego logró ponerse por delante de Bartra y volver al mismo.

Bartra empujó fuera del campo a Bale, que no cayó y siguió corriendo para superarle en carrera

Gerardo Martino pedía falta desde la banda. Sabía, el argentino, que si el colegiado no concedía la ley de la ventaja en esta ocasión sería su equipo el beneficiado, pero el trencilla aguantó. Lo mismo que hizo Bale con el cuero, ya en su poder y orientado en su pierna izquierda. Con tres toques de exterior se internó en área rival y se cruzó en la carrera de Bartra, impidiéndole a este poder acceder al cuero.

Un toque más, y ya en el vértice del área pequeña un último aspaviento con su bota. La pelota entró entre las piernas de Pinto, que cayó hacia atrás viendo cómo el cuero se encariñaba con su red. Desde la grada, explotó el respetable. Lo hizo también el banquillo, y los jugadores blancos que no habían podido participar en el encuentro.

Explotó Bale, en el campo, abriéndose de brazos y gritando ante las caras desencajadas de los espectadores azulgrana, que veían cómo su sueño de volver a ganar la Copa que les quitó el Madrid en 2011 se volvía a esfumar. Xabi Alonso, Ramos o Benzema fueron los primeros en abrazarse a Bale.

De aquel gesto han pasado 365 días. Un año desde la sensacional carrera por el costado izquierdo de Gareth Bale. Una temporada después, el madridismo recuerda una de las acciones que pasarán a la memoria de los aficionados, en la campaña más exitosa de la historia merengue, en la que Bale tuvo un papel fundamental, empezando por Mestalla y su aparición. Poesía en movimiento.