Di Stéfano se alzó de la cama tras la insistencia de quiénes llamaban a su puerta. En pijama, tras haberse ido a dormir temprano al no haber cuajado el mejor de los partidos ante el Oporto primero, y haberse perdido el compromiso ante el Sao Paulo después. Precisamente, en el descanso de aquel segundo envite se da la primera fase previa a lo que la Saeta viviría después, aunque allí por el momento no sabía de qué iba la situación.

A las 06:00 a.m. Di Stéfano fue engañado para salir del Hotel Potomac y secuestrado por las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional

Durante el choque, cercano al descanso, en el campo se oyeron unos disparos que procedían de los exteriores que hicieron cundir el pánico, y provocar la estampida de la gente. Varios heridos, y más de 45 minutos de retraso fueron las consecuencias de dicho suceso, que se vio aumentado con lo que ocurriría en el centro de Caracas, dónde dormía el Real Madrid.

Engañado para subir al coche

Primero fue el conserje quién, por teléfono, le avisó de la llegada de quiénes decían pertenecer a la Policía Judicial, para hacerle unas preguntas. El astro mandó a los interlocutores a comunicarse con Muñoz Lusarreta, que era el vicepresidente a cargo de la expedición, para coordinar cualquier encuentro, invitándoles a "subir ellos" si querían que el encuentro se produjera.

El excelso futbolista argentino terminó por abrirle la puerta al grupo que sí llegó hasta su piso, y dejar pasar a la habitación del Hotel Potomac que ocupaba en solitario. Ante el jaleo, Santamaría salió al encuentro de su compañero para invitarle a esperar a que Muñoz Lusarreta diera el visto bueno, pero el veterano jugador de 37 años prefirió no hacer caso a su compañero y acompañar a los agentes para lo que decían iban a ser "tan solo unas preguntas".

*Portada de El Nacional (Venezuela) del día siguiente al secuestro de Di Stéfano*

Todo cambió cuando le metieron en el coche. Allí, los tres individuos se identificaron como miembros de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, un grupo que se rebeló contra el gobierno de Rómulo Betancourt en la Venezuela de la época. Los tipos vendaron los ojos del argentino, y trataron de tranquilizarle diciendo que sus intenciones no iban más allá de llamar la atención.

Las FALN querían llamar la atención de la lucha que llevaban a cabo contra Betancourt, y eligieron hacerlo a través del secuestro de Di Stéfano

Hacía unos años de aquel suceso, Fangio fue secuestrado en La Habana siguiendo el mismo patrón que ahora pretendían repetir los venezolanos, que movieron a Di Stéfano por toda Caracas para evitar ser detectados. En cuanto amaneció, los guerrilleros se pusieron en contacto tanto con el club como con el resto de medios del país para hacerles llegar la noticia: habían secuestrado a Alfredo Di Stéfano.

El 24 de agosto de 1963 todos los diarios del país latino y también en España habían sus primeras planas con la noticia. El mejor jugador del mundo, cautivo en manos de las FALN. Santiago Bernabéu, que se encontraba en España, mandó rápidamente a Saporta al Ministerio de Interior para seguir la operación; a Muñoz Lusarreta le indicó para llevar al resto de jugadores a la Embajada, y seguir todas las instrucciones para conseguir la liberación de Di Stéfano.

Damas, ajedrez y perritos calientes

Mientras, la Saeta mataba las horas comiendo perritos calientes, apostando a los caballos y jugando al ajedrez y las damas con sus captores. Por turnos, y siempre con vigilancia armada, los guerrilleros mantenían bajo control al argentino, que solo descubrió la identidad de uno de ellos. Se trataba de Máximo Canales, cuyo nombre real era Paul del Río, a la postre el único captor al que identificaría ante la policía Di Stéfano, y de ascendencia española. El secuestrador le intentaba tranquilizar diciéndole que el objetivo de su rapto no era más que el de llamar la atención de las autoridades y los medios, que tenían prohibido por el Gobierno hablar de ellos.

Con su captura, las FALN pretendían atraer la atención del mundo en su lucha contra el Régimen de Betancourt, y retener al mejor jugador del mundo les había parecido la mejor de las ideas. El Real Madrid se encontraba en Venezuela buscando lograr la llamada Pequeña Copa del Mundo, que les enfrentaba al Oporto y al Sao Paulo, en una liguilla entre los tres conjuntos a ida y vuelta.

El día 25 el equipo merengue jugaba el segundo partido ante los lusos, y por supuesto Di Stéfano no sería capaz de ayudar a sus compañeros. A cambio, los guerrilleros permitieron al astro escuchar el encuentro por la radio. Los nervios le están jugando una mala pasada a la Saeta. A pesar de los intentos de Canales y sus hombres porque estuviera cómodo, los clásicos nervios del argentino le mantenían atenazado.

Liberado entre nervios

Llegó el 26, que era el momento del cumpleaños de su hijo. Di Stéfano pensaba en cuánto más se alargaría el cautiverio, duda que le resolvieron rápido sus interlocutores. Esa misma mañana sería liberado. No le revelaron ni el momento ni el lugar, solo le volvieron a vendar los ojos y a meter en un coche.

Cuentan las crónicas de la época que el argentino, pensando en un posible tiroteo con la policía si les descubrían, soltó una de sus frases más recordadas: "Si hay disparos, denme una pistola para no morir como un conejo".

Al final, y a seis manzanas de la Embajada, Di Stéfano volvía a ser libre. En taxi, y aún sometido a la presión de los nervios, llegó al encuentro con el Embajador y poco más tarde, con la gente del club. Las llamadas a su familia fueron el siguiente paso, y el mundo entero fue consciente de que por fin, y tras 48 horas cautivo, Di Stéfano volvía a ser libre.

En la rueda de prensa que se organizó posteriormente, el argentino reconoció como falsos policías a dos de sus captores. En el avión que les llevó de vuelta a Madrid, antes de embarcar, se cruzó con otro, que le dejó un último recuerdo de Venezuela. "Gracias, Alfredo. ¡Te portaste como un fenómeno!", le espetó al oído.

Di Stéfano, a Paul del Río en 2005: "Usted hizo pasar mucho miedo a mi familia. No tenemos nada de qué hablar"

Di Stéfano había jugado el 28, tan solo dos días después de su liberación, el último encuentro del Madrid en Caracas. Insistió Bernabéu para que Di Stéfano jugase aquel encuentro, como una demostración del carácter del equipo blanco que se crece ante las adversidades. Desubicado, con la tensión de lo vivido aún latente, la Saeta no dio pie con bola. Años más tarde, el argentino se reencontraría con su captor. Paul Del Río, tras pasar por la cárcel en los años siguientes, se recicló en artista. Pintor y escultor, el cubano recibió una inesperada invitación.

En 2005 el Real Madrid estrenó una película sobre el club llamada Real, The Movie, en la que desde la entidad merengue se contó con el secuestrador para hacer un papel menor, y al que luego invitó a la presentación. Ofendido, Di Stéfano se negó a sacarse una foto con él, y tan solo se acercó para hablar, sin tampoco extender su mano para ofrecérsela a su captor. El argentino, y su carácter, hicieron el resto. "Usted hizo pasar mucho miedo a mi familia. No tenemos nada de qué hablar", fue lo único que salió de boca de Don Alfredo. Habían pasado 40 años, pero las cicatrices aún molestaban.

Fuentes

- Hemeroteca El Mundo

- Hemeroteca AS

- Hemeroteca ABC