El 28 de agosto de 2005, Vanderlei Luxemburgo hizo debutar con el Real Madrid a la mayor promesa del panorama futbolístico de aquella época, Robson de Souza, más conocido como Robinho. El jovencísimo brasileño vistió la elástica blanca por primera vez con 21 años y dio un auténtico recital en el Estadio Ramón de Carranza para reafirmar las enormes expectativas que se habían creado en torno a su figura. Su debut dejaba la sensación de ser un acontecimiento histórico para el mundo del fútbol.

Hace poco más de diez años de aquello. Corría el minuto 65 de partido y el Real Madrid empataba 1-1 contra el Cádiz en un encuentro en el que estaba protagonizando un fútbol pobre y espeso que no estaba permitiendo que los blancos dominaran en el marcador. Ante ese panorama, Luxemburgo llamó al nuevo ‘10’ merengue, Robinho. A falta de 25 minutos para que finalizara el partido, salió al campo en sustitución del danés Thomas Gravesen. Empezaba el recital.

Saltaba al césped dispuesto a revolucionar el partido, dándole indicaciones a Ronaldo y a Zinedine Zidane, nada más y nada menos. Apenas llevaba dos minutos sobre el césped del Carranza y ya se cobró su primera víctima. Recibió un pase bombeado de Míchel Salgado, lo controló con el pecho y se marchó de su marca con un sombrerito exquisito que dejó al madridismo ensimismado. Un regate al que Carlos Martínez sólo pudo reaccionar con un “Mamma mia Robinho”.

Sombrerito de Robinho. Foto: Getty Images.

El espectáculo estaba servido. Empezaba una auténtica obra de arte de 25 minutos magistrales de un chico recién llegado a España. Un chico al que parecía que el equipaje le venía grande, pero no el escudo. Robinho sólo acababa de empezar. Recogió un balón en el centro del campo e hizo gala de su verticalidad. Con un uno-dos y con un cambio de ritmo se marchó de dos contrarios para iniciar un ataque trepidante en busca del gol de la victoria. Su presencia sobre el terreno de juego no daba tregua a la zaga del Cádiz.

A falta de cinco minutos para el final del partido, controló con el pecho un pase en largo de David Beckham. El inglés le asistió con un pase medido, como todos los que hacía. Ante ese pase magistral Robinho no quiso ser menos y protagonizó un doble control orientado buscando la diagonal, primero con el pecho y luego con el pie. A la altura de la medialuna del área se cruzó con Ronaldo, a quien le dejó el balón como si fuera una carrera de relevos. Para el Cádiz fue como un juego de trileros y, cuando se dieron cuenta de quién tenía la bolita, Ronaldo ya estaba dándole el pase de la muerte a Raúl para que marcara el gol de la victoria.

Robinho le había cambiado la cara al equipo y el Real Madrid ya iba por delante en el luminoso. Sin embargo, el brasileño atesoraba mucho fútbol en sus botas y no estaba dispuesto a concluir su exhibición. Recibió un pase de Zidane en tres cuartos, controló el balón y se fue de su marca con un quiebro, bicicleta y un nuevo regate para dejar atrás a otro defensor. Parecía imposible quitarle el balón. Velocidad, desborde, agilidad y carisma. Robinho se adaptaba al Real Madrid de los galácticos.

Quedaba un minuto del tiempo reglamentario y el nuevo ‘10’ blanco quería demostrar por qué recibía el apodo de ‘O rei das pedaladas’. Robinho cayó en banda izquierda, donde recibió un pase de Zidane y se subió en la bicicleta. Inició una diagonal hacia el área encarando al lateral del Cádiz y… Una, dos, tres, cuatro y cinco bicicletas, se la puso en la derecha y disparó a puerta. Su tiro fue desviado por un defensa, impidiendo su primer gol con la elástica blanca. Balón a córner.

Un saque de esquina que puso en movimiento él mismo tocándola en corto para Zidane. El francés se la devolvió y Robinho no dudó en volver a encarar. Bicicleta, amago, bicicleta, amago, bicicleta y quiebro para marcharse de dos jugadores a la vez. Aprovechó su buena posición para asistir a Helguera en el borde del área pequeña. El defensor blanco se contagió de la magia de Robinho, amagó un taconazo y mandó el balón al pico de la escuadra con un derechazo. Así concluía un partido mágico marcado por el debut de Robinho.

La eterna promesa

Generó numerosas expectativas tras realizar este debut magistral, en el que desquició a los rivales a base de velocidad y malabarismos que parecían imposibles en aquella época. Robinho había creado su propia e impecable carta de presentación en el estadio del Cádiz. La apuesta de Florentino parecía más que acertada, el Real Madrid ampliaba su firmamento, repleto de estrellas. El conjunto blanco volvía a sonreír gracias a Robinho.

Todo parecía indicar que se iba a convertir en una de las grandes estrellas del fútbol, que el Real Madrid había conseguido adquirir al jugador más prometedor de la faz de la tierra. Tras dos temporadas de escándalo en el Santos, recaló en el conjunto blanco y no fue capaz de acabar de pulirse como el diamante que todos esperaban. La presión pudo con él y llevó a cabo tres temporadas turbulentas llenas de altibajos.

Ante esa situación, el presidente Ramón Calderón trató de incluir a Robinho en la negociación con el Manchester United para contratar a Cristiano Ronaldo. Ese hecho supondría un punto sin retorno en el que el jugador brasileño tomó la decisión irrevocable de abandonar el Real Madrid. A pesar de su insistencia para marcharse al Chelsea, finalmente su destino fue el Manchester City, el único club que estaba dispuesto a acercarse a los 50 millones que pedía el conjunto blanco.

Robinho tras regatear a Benjamín. Foto: Getty Images.

Desde su marcha en 2008, Robinho trató de convertirse en el jugador que todos esperaban, pero sin éxito. Su mala relación con el entrenador del Manchester City acabó propiciando su salida del conjunto inglés. Su destino fue el Santos, donde estuvo media temporada. Un paso atrás que truncó por completo su prometedora trayectoria. Aquel empeño por salir del Real Madrid fue la peor decisión que pudo tomar el jugador brasileño.

Robinho era consciente de que su consagración como estrella pasaba por Europa, y fichó por el AC Milan en 2010, con quien se convirtió en campeón de la Serie A en su primera temporada. A pesar de ello, su rendimiento fue en decadencia y su carrera iba cuesta abajo y sin frenos. En 2014 se fue cedido, una vez más, al Santos para acabar recalando en el Guangzhou Evergrande chino, con Scolari de entrenador.

Robinho explotó como un gran jugador a una temprana edad en la liga brasileña y dejó destellos de ‘crack’ de la mano del Real Madrid. Su constancia no fue la deseada y su enorme habilidad no fue suficiente para destacar en Europa, desapareciendo en el ostracismo. Un camino muy complejo que recorren muchos futbolistas brasileños, como Alexandre Pato, Cicinho, Adriano y Luis Fabiano, entre otros.

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