Apenas ha echado a andar el Madrid de Zidane cuando ya se infieren los primeros juicios: así es la rutina en Chamartín, donde por un par de goleadas se descorcha el champán caro y un empate empapa de sangre y sesos el habitáculo. En el Villamarín los chicos de Zizou adoptaron forma de gánster avispado, capaces de discernir que el camino más óptimo no comportaba hombría sino sosiego, como Eastwood en la mítica escena de la taberna en Sin Perdón. No contaba el entrenador, sin embargo, con que a Ronaldo y James se les fuera a encasquillar (de nuevo) el revólver.

El pinchazo contra el Betis no hace sino para propagar la idea de que el Madrid muta de Cristiano a Bale, en una suerte de transición forzada: el galés ha derribado la puerta a cañonazos (y cabezazos), solo falto de bautismo ante un rival de fuste para inaugurar con oficialidad su reinado, cuya prosperidad pende de un sóleo travieso que ha dado con Benzema en la gerencia hasta que se haga efectivo su regreso, que se hará esperar al menos un par de semanas. Discurre el 11 por derroteros similares a los de su semejante luso, y sus condiciones evocan a las del CR7 de antaño, exuberante ante el gol e incontenible en campo abierto, bien comunicado con la portería desde su carril. 

Zidane, ante una tendencia cada semana más acusada, busca articular un engranaje en el que hacer prosperar a Gareth, cuyo espíritu de galgo le lleva a un hábitat de frenesí, al tiempo que potencia el tacto de los centrocampistas y porfía en remendar el desaguisado de James mientras le da vuelo a Isco, titular siempre con el técnico francés. Los momentos de mayor gloria del Madrid de Ancelotti llegaron con el 4-4-2, coincidiendo con el auge de Modric, Kroos y el propio James, centinelas todos del mejor Cristiano, que cohabitaba en la punta de lanza con Benzema, aguardando Bale entre bambalinas. Su regreso excluyó a Isco y supuso el punto de origen del declive de un equipo al que se le llenó la barriga en diciembre. No obstante, nada tiene que ver ese escenario con el actual. Ronaldo tiene la llave: su pérdida progresiva de facultades le lleva a instalarse en el área -no confundir con la expresión llegar al área-, regalándole pradera al británico, antaño enclaustrado en el rincón derecho.

Romper con Benítez

Lucas VázquezCasemiro y Nacho, símbolos del estilo Benítez, aún no han debutado con Zizou, partidario de Kovacic y Jesé. El partido más lúcido del Madrid ominoso, el empate (0-0) en París, resultó de la aglomeración de secundarios. La visita del Espanyol (domingo, 20:30, C+ Partidazo) es una ocasión la mar de óptima para la reinserción de secundarios que, no sabemos si a tenor de olvidar una etapa infausta, no están teniendo cabida en los esquemas (ni a veces en las convocatorias) del nuevo mister. Representativo sería si desechara incluir a alguno de los tres en la ecuación ante un diezmado conjunto perico que, a priori, es presa fácil. Con la cautelar de la sanción FIFA en la mano, suenan cantos de cesión.