Nueva dosis de moral para el Real Madrid. Durante una buena parte de la última etapa de Rafa Benítez, para los jugadores blancos disputar sus encuentros en el Bernabéu pasaba por ser un plebiscito constante, en el que cada error en un pase podía significar una pitada, o un gesto de desaprobación por parte de un público que no conectó con el equipo.

Pero desde primeros de enero la película se enfoca de manera diferente. La grada ansía volver a llenarse para ver a los suyos ganar, y éstos, están respondiendo notablemente. Son ya 16 goles los que el Madrid le ha brindado a su público en los tres encuentros disputados en casa bajo la tutela de Zinedine Zidane, y sobre todo, la sensación de euforia que se vive en los entresijos de Concha Espina cuando el cuero comienza a rodar.

Vuelta al optimismo

La sensación no ha terminado de engancharse del mismo modo en la primera experiencia lejos de Chamartín, y ese traspiés en el Benito Villamarín arrojó un jarro de agua fría a la alegría que desataba el cuadro merengue en las jornadas anteriores, y devolvía a la realidad, en la que eran terceros y las distancias con los de arriba o se mantenían, o únicamente se veían aumentadas.

A falta de que el Barcelona juegue su partido aplazado ante el Sporting, los culés aventajan a los blancos en cuatro puntos, por tan solo uno que sigue conservando el Atlético tras caer en el Camp Nou 2-1 el pasado fin de semana. Con el resultado en la mente, saltaron los once jugadores elegidos por Zidane para intentar doblegar al Espanyol, que apenas si aguantó un asalto antes de desplomarse.

En los primeros 20 minutos, Benzema primero, Cristiano después, y James por último le infligieron un triple castigo a los pericos que dejaba el camino despejado para los locales, y repleto de nubarrones para los visitantes con más de una hora de juego por delante. Volvía a conectar James con los representantes de la BBC que tenía sanos el míster francés, y lo hacía de vuelta con la portería el cafetero tras más de tres meses sin conseguir hacer gol.

James jugó 90 minutos, rindiendo a gran nivel y sumando un gol y una asistencia 

El James del domingo recordó al que deslumbró en el pasado curso por su frescura, capacidad de movimientos y de ser importante. Con y sin balón, aunque sobre todo con él, el colombiano completó sus primeros 90 minutos con Zidane en el banco, en el que sin duda fue su mejor partido de los últimos meses. El cafetero se sintió cómodo, pudo darle a Benzema el primer gol y a punto estuvo de regalar alguno más a sus compañeros.

Con Carvajal y Marcelo ejerciendo de extremos, tanto el de Cúcuta como Isco, que también mostró una versión mejor a la que venía ofreciendo últimamente, pudieron caer más asiduamente en el medio, generando oportunidad de sumar más rematadores y concediéndoles el factor sorpresa a los dos carrileros, que hicieron y deshicieron a su antojo ante una defensa perica incapaz de tapar ninguna vía de entrada.

Cristiano mantiene el apetito

Murió el primer tiempo con un tremendo zarpazo de Cristiano, tras perdonar el Espanyol el gol de la honra en la ocasión más clara que tuvieron en el partido, recordando el portugués a tiempos pasados. Cogió el balón, dribló y remató. El 4-0 campeaba en el luminoso y la sensación de goleada (una más) revoloteaba en el ambiente.

Con sus tres goles, Cristiano Ronaldo iguala a Luis Suárez (19) en lo alto de la tabla de máximos goleadores; les sigue Benzema, con uno menos (18)

A diferencia de otros encuentros, el Madrid no desconectó - al menos del todo - del encuentro en la segunda parte. Buena parte de culpa tuvieron los Lucas, Jesé o el propio Casemiro, que sustituyendo a piezas clave del equipo le dieron otro aire, y tuvieron protagonismo notable en los últimos dos tantos merengues. El canario especialmente, incisivo por izquierda, encontró a Cristiano en el segundo palo tras un saque rápido de banda, y antes de terminar, volvió a tratar de conectar con el luso, pero Duarte se interpuso para terminar introduciendo el balón en su propia portería. El de Madeira igualó a Suárez con 19 goles, y ya retoma su posición natural: la de máximo goleador.

Por detrás, Keylor Navas dejó dos buenas intervenciones que le dieron su merecida dosis de protagonismo, y que mantuvo por segundo partido de los tres que ha jugado como local con Zidane en el banco, a cero su arco. El costarricense parece reestablecido de sus problemas físicos, y poco a poco va alcanzado de la mano de Llopis, su entrenador de porteros fetiche, el grado de forma óptimo que lo llevó a ser decisivo en el primer tramo de la competición.

Tarde de goles, de consagraciones, de resurrecciones y de convicción. La de seguir peleando por la Liga a pesar de la distancia, de las piedras que cargan de los puntos perdidos en la anterior etapa, y la visión de la Champions apareciendo en el horizonte. El Bernabéu, han demostrado, se les da bien. Ahora lo cierran hasta dentro de 15 días para desplazarse a Granada y tratar de quitarse de encima la 'maldición' de jugar fuera de casa.