Hay historias en el fútbol que parecen sacadas de un antiguo libro de fábulas infantiles, o que perfectamente podrían ser parte de un guion cinematográfico de una superproducción. La de Fernando Torres bien podría ser una de ellas…
Érase una vez un niño que soñaba con jugar en el club de sus amores. Con constancia y esfuerzo, el pequeño fue superando obstáculos y avanzando en las categorías inferiores de la escuadra, y el espigado joven finalmente logró debutar pero no en la situación predilecta. Su equipo se encontraba en Segunda División, sin prácticamente opciones de copar las plazas que daban derecho al ascenso a la primera división. En su segundo año, el joven delantero se convirtió en una referencia y fue uno de los baluartes que ayudaron a que el Atlético de Madrid ascendiera a la Primera División.
Pasaron las temporadas, y el “niño” como todos le apodaban, fue creciendo tanto personal como futbolísticamente. Finalmente, abandonó su hogar en busca de metas mayores, y recaló en un histórico club de la Liga Inglesa. En aquel club lograría proyectarse a nivel internacional, y aquello le serviría para convertirse también en una de las estrellas de su selección nacional, con las que ganaría dos Eurocopas y un Mundial, los trofeos con los que todo futbolista sueña. Un equipo inglés en pleno periodo de conquista y con uno de los mayores presupuestos del fútbol mundial, se hizo con sus servicios pagando un montante estratosférico.
El “niño” no logró rendir al nivel esperado en el club inglés, y las lesiones le persiguieron durante las cuatro temporadas en las que estuvo en aquel club. Solo los títulos a nivel colectivo le dieron sentido a aquella estancia, en la que el futbolista salió, por primera vez en su carrera, por la puerta de atrás. Otro club histórico y en horas bajas llamó a su puerta, un conjunto italiano de la ciudad de Milán se hizo con sus servicios. Sin embargo, no pudo ser ni el sitio ni el momento para salir a flote, el futbolista se estaba hundiendo y la falta de confianza se apoderaba de su espíritu y le perseguía con una risa maligna sobre el terreno de juego.
Un giro que cambia la trama
El futbolista cuando más inmerso en la oscuridad se encontraba, vio la luz, el equipo en el que se había criado y al cual le había jurado amor eterno, llamaba a su puerta para ficharle, y no era aquel conjunto perdedor y acomplejado del que se marchó, sino que era uno de los grandes conjuntos del viejo continente, gracias a la llegada de un antiguo jugador argentino que llegó en forma de entrenador y su fe y su coraje fueron valores que se expandieron por el aura rojiblanca bajo el lema de “partido a partido”.
El “niño” regresó y poco a poco fue volviendo a sentir ese calor en el pecho y en las piernas que hacen que un futbolista vuelva a creer en sí mismo, algo indispensable para sonreír dentro y fuera del campo. En la segunda mitad de la segunda temporada en su añorado club, el “niño” se metió en la máquina del tiempo y volvió a convertirse en aquel delantero espigado y veloz que había robado todos los corazones rojiblancos desde el comienzo del siglo XXI. Fruto de ese regreso, el Atlético de Madrid, así se llamaba el club del futbolista Fernando Torres, se clasificaría para la final de la Champions League.
Y hasta aquí llega la historia. No se sabe como se acabará este capítulo, pero de lo que no hay dudas, es que de 'el niño' ha vuelto a sonreír y a sentir esa fe en uno mismo que es capaz de mover montañas. “No dejes de soñar”, el lema que lleva impregnado en el corazón y en la mente el delantero rojiblanco.
Ramos y Pepe quieren robarle el sueño
Sin embargo, el Real Madrid y su pareja de centrales que parece haber encontrado el estado óptimo en este tramo final de temporada, no le pondrá nada fácil que Torres culmine su sueño. Sergio Ramos y Pepe han recuperado esa intensidad y esa contundencia que tan desconectados deja a los delanteros rivales. Sin ir muy lejos, ante el Manchester City, Agüero no pudo hacer su fútbol y su impacto en la eliminatoria fue minúsculo.