La popularidad de la primera edición de la Liga de Campeones había desbordado a los propios organizadores. De hecho, la atención desmedida fue tal que no tuvieron más alternativa que abrir el cupo. No solamente participarían los campeones como en la anterior edición, sino que nueve federeciones nuevas se unirían, contando como más destacadas la inglesa, que se quedó sin representación en la primera, Bulgaria, Luxemburgo o Checoslovaquia. El único país con dos representantes fue España, que mandó a Real Madrid y Athletic Club de Bilbao, uno como vigente campeón del torneo y el otro, los vascos, como campeones de Liga.

El Madrid se impuso con autoridad al gran favorito, el Manchester United, en semifinales, con un 5-3 en el global de la eliminatoria

Al haber 21 equipos fueron necesarias rondas previas, que desembocaron en unos octavos de final para el conjunto blanco ante el Rapid de Viena. Los austríacos consiguieron vencer en su campo por 3-1, haciendo inútil el 4-2 del Bernabéu. En aquella época aún no se habían instaurado las tandas de penaltis o prórrogas para desempatar una eliminatoria, por lo que se recurría a un tercer partido en caso de igualada. En aquel duelo, los madridistas se impusieron por 2-0, consiguiendo su billete a la siguiente ronda. 

En cuartos se oponía el Niza, que no fue un problema para los madridistas en Chamartín, dónde vencieron 3-0, ni tampoco en territorio francés, dónde también lograron la victoria por 2-3 con un gran partido de Di Stéfano. La Saeta sería el pichichi de la competición, comenzando a destacarse en la clasificación histórica gracias a sus siete tantos que empujaron a los madridistas a la postre hacia el título continental por segunda campaña consecutiva.

Pero para lograrlo, antes les faltaban dos escalones. El primero de ellos tenía a los ‘Busby babes’ por delante. El equipo que dirigía Sir Matt Busby, una de las primeras grandes estrellas del Manchester United, tenía a sus órdenes a Bobby Charlton o Bill Foulkes, entre otros, y era el gran favorito de aquella temporada para hacerse con el título. Pero nada más lejos de la realidad. José Villalonga y los suyos no solo consiguieron deshacerse de los ingleses, sino que lo hicieron sin perder ninguno de los dos partidos. En casa, en el Santiago Bernabéu, los madridistas se impusieron por un contundente 3-1, que refrendaron más tarde en campo rival gracias al empate a dos cosechado en territorio anglosajón.

Las finales se ganan

El nuevo billete a la final estaba sacado, y el oponente también tenía el suyo. La Fiorentina estrenaba participación, y lo hacía con notable éxito. Los italianos se habían deshecho del Slovan Bratislava, el Grasshopper y el potente Estrella Roja para plantarse en la final, y querían imponer su estilo más férreo y defensivo ante la desbordante alegría con la que jugaban los merengues. En la final 125.000 personas abarrotaban las gradas del Santiago Bernabéu, escenario para la ocasión, y desde pronto ambos conjuntos mostraron sus cartas.

Los blancos, destacados en ataque; los violas, en defensa. El armado defensivo de los italianos resistió 70 minutos, pero terminó derrumbándose ante las acometidas merengues. Fue el propio Di Stéfano quien a 20 minutos del final logró perforar al arco de Giuliano Sarti, dándole ventaja al Madrid. El entramado de Fulvio Bernardini se caía, y apenas seis minutos después fue Gento el que se encontró con las mieles del gol, y les daba una victoria parcial que parecía encaminar el trofeo hacia las vitrinas blancas.

Los italianos intentaron en el tramo final sobreponerse, pero no fueron capaces. Los blancos disfrutaron el pitido del colegiado con una invasión de campo, fotografiándose con todos los allí presentes, y celebrando el segundo triunfo en Europa en dos participaciones. La hegemonía merengue no había hecho más que comenzar.