El Real Madrid abordó en verano el fichaje de una estrella. A pesar de la colección de títulos que venía arrastrando el conjunto blanco seguían queriendo aumentar la cuenta, y lo hicieron trayendo a uno de los mejores jugadores del mundo de aquel momento. El húngaro Ferenc Puskás desembarcaba con su zurda de oro al lado de la diestra de Di Stéfano, y juntos formaron uno de los tándems más potentes de Europa en materia goleadora.

Tras tres triunfos consecutivos en la Liga de Campeones, a la cuarta también fue la vencida. Con el hispano-argentino en plan estelar, lo que le valdría a la postre el segundo Balón de Oro en tres años (1957 - 1959), los madridistas ganaban su billete para la competición como vigentes campeones y también al hacerse con el campeonato doméstico, llevando esto al Atlético de Madrid a clasificarse para la Champions al haber quedado como segundo.

Cuatro ases para la cuarta Copa

El conjunto colchonero se vería las caras con el merengue durante la competición, pero antes los de Luis Carniglia tuvieron que dejar por el camino a un correoso Beşiktaş en octavos, ganando en el Bernabéu 2-0 y empatando en Turquía a uno; compensando en cuartos ante un endeble Wiener austríaco que resistió en su feudo, pero que sucumbió al poderío anotador de los Rial, Kopa, Di Stéfano y Puskas, cayendo por 7-1 en el partido de vuelta en el Santiago Bernabéu.

Esperaba ya el Atlético de Madrid en las semifinales, y lo hacía con el cuchillo entre los dientes. Durísimos partidos tanto de ida (2-1) en Chamartín como de vuelta (1-0) en territorio colchonero, por lo que se veían avocados a jugar un tercer partido, de desempate. En ese encuentro de nuevo los blancos impusieron su ley, y consiguieron derrotar a los rojiblancos por otro ajustado 2-1, que les permitía avanzar por cuarta ocasión consecutiva a la final, en busca del que sería cuarto trofeo, completando así un increíble póker de campeonatos de Europa.

Su rival volvía a ser el Stade de Reims, que se plantó en Stuttgart, Alemania, con un equipo compuesto por once jugadores franceses, que capitaneaba el histórico futbolista galo Just Fontaine, aunque nada pudo hacer para evitar el triunfo merengue. Decantó pronto el partido en favor de los blancos Mateos, adelantando a su equipo en el minuto 2 cruzándole el cuero al portero rival ante su salida. Aún en la primera mitad, el delantero madridista tuvo la oportunidad de ampliar su cuenta y la del equipo, pero el penalti del que dispuso lo detuvo con intuición Colonna.

Bernabéu, al terminar el partido a los jugadores: "¡Sois cojonudos!"

En la segunda mitad llegó la mala noticia. Si ya Puskas no podía jugar, tampoco lo haría Kopa. El francés cayó lesionado en su pierna izquierda, y tuvo que ser sustituido. A pesar de ello, el Madrid se aferró a Di Stéfano, que por cuarta final consecutiva volvería a ver puerta. La Saeta recogió un balón en campo rival, buscó la portería y soltó un latigazo desde 30 metros que se coló rozando la base del poste derecho de la portería de Colonna, sin que este pudiera hacer nada esta vez.

La afición gozaba en la celebración. Cuatro veces consecutivas había decretado el colegiado el final de la final, y en las cuatro ocasiones la victoria había caído del lado madridista. Reyes de Europa, los blancos conseguían imponer su dominio una temporada más, ante la incapacida de un Stade de Reims que nunca creó peligro para poner en riesgo el marcador, el 2-0 con el que el Madrid certificaba la victoria. Cuentan las crónicas de la época que al final del encuentro el mandatario madridsita, Don Santiago Bernabéu bajó a expresarles a sus jugadores de manera siempre comedida lo que le parecía su actuación. Una más, que había alzado al Madrid a lo más alto de Europa.